Ayer iba leyendo un libro que trata sobre diversos aspectos de la antigua Grecia y de repente, casi sin venir a cuento, me encontré con una historia que siempre me ha gustado y que alguien a quien quiero mucho se encargó de recordarme un cierta ocasión. Dice así:
Hace muchos muchísimos años, en Frigia, donde ahora está Turquía, vivían dos ancianos, un matrimonio, que siempre se habían querido muchísimo a pesar de los años que llevaban casados.
Un buen día acertaron a pasar por allí dos peregrinos que iban pidiendo cobijo. Nadie quiso alojarles en su casa así que los dos hombres llegaron al fin ante la puerta de Filemón y Baucis, que así que llamaban nuestros protagonistas. Ellos, sin pensárselo dos veces, les dejaron entrar en su humilde cabaña, la más pobre del lugar, y les ofrecieron vino.
Uno de los recién llegados, al ver la pobreza de los que le acogían, dijo que bebieran ellos pero Filemón se negó diciendo que lo guardaban para una ocasión especial y que esa ocasión había llegado puesto que recibían a unos visitantes sedientos. Y sólo entonces fue cuando los dos hombres se atrevieron a beber aunque por más que les sirvieran el vino no se terminaba nunca. Y fue por ese prodigio por lo que los dos ancianos se dieron cuenta de que no estaban ante peregrinos corrientes sino ante dioses. Y así era porque se trataba del mismísimo Zeus, dios de dioses, y de Hermes, su hijo y mensajero alado del Olimpo.
Aturdidos por la presencia de esos seres supremos en su casa Filemón y Baucis quisieron agasajarles con lo único que les quedaba, una oca. Pero cuando la sangre del animal tocó el suelo surgió otra mucho más grande y gorda que la anterior.
Filemón y su esposa cayeron entonces de rodillas ante los dos dioses y les pidieron perdón por tanta pobreza. Pero Zeus les interrumpió diciéndoles que les habían dado todo lo que tenían a pesar de todo y cuando los otros vecinos, mucho más ricos que ellos, se habían negado. Les rogó que le acompañaran a lo alto de una colina pero sin mirar atrás y cuando llegaron pudieron ver, asombrados, que el pueblo había quedado anegado con una laguna, desapareciendo así los vecinos egoístas, y que su cabaña ya no era tal sino un bello templo del que a partir de entonces ellos cuidarían y serían sus sacerdotes.
Pero Zeus quiso premiar a los dos ancianos con algo que les hiciera ilusión. Filemón tomó entonces la palabra en nombre de los dos y rogó que les permitiera permanecer juntos y que cuando les llegara el momento postrero pudieran morir los dos juntos para no tener que sufrir la desgracia de perderse el uno al otro.
Conmovido el dios por semejante muestra de amor así se lo concedió.
Pasaron los años y los ancianos fueron envejeciendo más y más, siempre al cuidado del templo de Zeus. Y al fin llegó su momento. Pero su muerte no fue tal ni vino acompañada de sufrimiento. Sus piernas se transformaron en tronco, sus brazos en ramas y poco a poco su cuerpo se fue llenando de hojas. En su último aliento aún pudieron murmurarse unas palabras. Adiós, amor mío. Y quedaron convertidos él en roble, ella en tilo, salidos de un solo tronco y unidos, por tanto, para siempre.
Se cuenta que aún pueden verse en la antigua Frigia las ruinas de un templo y frente a él, como dos guardianes que ni el tiempo ha podido vencer, dos árboles, un roble y un tilo, lo custodian al tiempo que parecen contemplarse el uno al otro.
Hace muchos muchísimos años, en Frigia, donde ahora está Turquía, vivían dos ancianos, un matrimonio, que siempre se habían querido muchísimo a pesar de los años que llevaban casados.
Un buen día acertaron a pasar por allí dos peregrinos que iban pidiendo cobijo. Nadie quiso alojarles en su casa así que los dos hombres llegaron al fin ante la puerta de Filemón y Baucis, que así que llamaban nuestros protagonistas. Ellos, sin pensárselo dos veces, les dejaron entrar en su humilde cabaña, la más pobre del lugar, y les ofrecieron vino.
Uno de los recién llegados, al ver la pobreza de los que le acogían, dijo que bebieran ellos pero Filemón se negó diciendo que lo guardaban para una ocasión especial y que esa ocasión había llegado puesto que recibían a unos visitantes sedientos. Y sólo entonces fue cuando los dos hombres se atrevieron a beber aunque por más que les sirvieran el vino no se terminaba nunca. Y fue por ese prodigio por lo que los dos ancianos se dieron cuenta de que no estaban ante peregrinos corrientes sino ante dioses. Y así era porque se trataba del mismísimo Zeus, dios de dioses, y de Hermes, su hijo y mensajero alado del Olimpo.
Aturdidos por la presencia de esos seres supremos en su casa Filemón y Baucis quisieron agasajarles con lo único que les quedaba, una oca. Pero cuando la sangre del animal tocó el suelo surgió otra mucho más grande y gorda que la anterior.
Filemón y su esposa cayeron entonces de rodillas ante los dos dioses y les pidieron perdón por tanta pobreza. Pero Zeus les interrumpió diciéndoles que les habían dado todo lo que tenían a pesar de todo y cuando los otros vecinos, mucho más ricos que ellos, se habían negado. Les rogó que le acompañaran a lo alto de una colina pero sin mirar atrás y cuando llegaron pudieron ver, asombrados, que el pueblo había quedado anegado con una laguna, desapareciendo así los vecinos egoístas, y que su cabaña ya no era tal sino un bello templo del que a partir de entonces ellos cuidarían y serían sus sacerdotes.
Pero Zeus quiso premiar a los dos ancianos con algo que les hiciera ilusión. Filemón tomó entonces la palabra en nombre de los dos y rogó que les permitiera permanecer juntos y que cuando les llegara el momento postrero pudieran morir los dos juntos para no tener que sufrir la desgracia de perderse el uno al otro.
Conmovido el dios por semejante muestra de amor así se lo concedió.
Pasaron los años y los ancianos fueron envejeciendo más y más, siempre al cuidado del templo de Zeus. Y al fin llegó su momento. Pero su muerte no fue tal ni vino acompañada de sufrimiento. Sus piernas se transformaron en tronco, sus brazos en ramas y poco a poco su cuerpo se fue llenando de hojas. En su último aliento aún pudieron murmurarse unas palabras. Adiós, amor mío. Y quedaron convertidos él en roble, ella en tilo, salidos de un solo tronco y unidos, por tanto, para siempre.
Se cuenta que aún pueden verse en la antigua Frigia las ruinas de un templo y frente a él, como dos guardianes que ni el tiempo ha podido vencer, dos árboles, un roble y un tilo, lo custodian al tiempo que parecen contemplarse el uno al otro.
Es curioso. La primera parte de la historia me recordó a la destrucción de Sodoma y Gomorra (los ángeles que van a visitar Sodoma y Gomorra y sólo son atendidos por el hermano de Abraham...)y el resto me recordó... te vas a reír... al último capítulo de "David el gnomo". Pero es una historia preciosa. ¡Saludos!
ResponderEliminarJajajajajaja
ResponderEliminarY lo que más gracia me hace es que tienes más de 700 visitas y hace un siglo que no posteas XD
ResponderEliminarTengo más de 800 visitas. Y me he puesto las pilas para postear. Tres en un solo día... :P
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