Mística, espiritual, vacas sagradas, tumbas que son el reflejo de un amor eterno, un río al pie del que todo indio quiere morir… Conceptos todos ellos que usamos para hablar de la India aunque no la hayamos pisado nunca. Y con esa idea emprendemos la aventura de viajar allí para ver si es cierto todo lo que se dice.
Primer día.
A las 8 y algo de la mañana, con algo de retraso, despegaba el avión del aeropuerto del Prat rumbo a Frankfurt, destino curiosamente de mi próximo viaje. Fue un vuelo sin grandes sobresaltos (mejor para mí), en el que nos dan un bocadillo y una bebida (yo escogí un zumo de naranja).
Después de una hora y algo aterrizamos en el aeropuerto de la ciudad alemana con unas tres horas por delante hasta la salida del otro avión. Esos momentos se aprovecharon para mirar algunas tiendas, ir al WC y tomar un par de chocolates gratis en las salas de espera. Sí, puede parecer increíble pero ponían a nuestra disposición infusiones, té, café o chocolate y todo sin pagar nada. Y eso quieras que no hace que la espera sea mucho más agradable.
Al fin, más o menos a la hora prevista, el bonito avión de Lufthansa ponía rumbo a Delhi. Me sorprendió que dispusiera de TV general y no de pantallas individuales. Eso dificulta las cosas porque la oferta es limitada (la película que ellos quieran poner). Ignoré unos dibujos animados (y no porque no me gusten) y vi por segunda vez Shrek 4, Felices para siempre al tiempo que nos repartían primero unos cacahuetes con una bebida y después la comida. En la disyuntiva de escoger entre vegetariano o no vegetariano (ya os acostumbraréis a eso; muchos indios son vegetarianos) cogí la segunda opción y me dieron poularda con verduras y unas riquísimas tiras de patata, una pequeña ensaladita, queso camembert, pan con mantequilla y una macedonia.
Llegamos a un sorprendentemente moderno aeropuerto de Delhi después de 7 horas y algo, habiendo ya cambiado en el avión la hora y dándome cuenta de qué rápido he avanzado 3 horas y media. Y el tiempo transcurrió mucho más esperando las maletas ya que inexplicablemente tardaron ¾ de hora en sacar las que provenían de Barcelona. Saber que no habían sacado ninguna de las que entraron en mi ciudad me hizo pensar (para tranquilidad mía) que mi maleta no estaba perdida, uno de mis grandes temores cuando cojo un avión y por lo que siempre llevo algo de ropa en un bolso de mano.
En una de las casas de cambio del aeropuerto cambiamos un poco de dinero. Para que os hagáis una idea un euro son unas 57 rupias. El cambio que me dieron fue de 56,50 pero a medida que avanzaba el viaje vi que en los hoteles cada vez era peor.
Al fin, maletas cargadas en el coche (minúsculo para cuatro viajeros, un conductor, un corresponsal y los enormes equipajes), nos dirigimos al primero de los hoteles, el Taj Palace, un elegantísimo cinco estrellas en la cama de cuya habitación me echaba a las 3.30 de la madrugada.
Interesante primera entrada. Al menos te alimentaron bien(una está a dieta y se fija en esas cosas, aynsss). Mañana más, pienso leerme todos los episodios.
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