sábado, 31 de julio de 2010

El Palacio Güell


Eusebi Güell ha pasado a la historia por ser el gran mecenas de Antoni Gaudí, el genio catalán.

Gaudí era ya un arquitecto reconocido cuando el empresario le encargó la realización de un palacio de planta gótica en la calle Nou de la Rambla, muy cerca del puerto, que sería la residencia familiar y sede de tertulias literarias y artísticas, muy en boga por aquella época. La importancia del edificio acabaría siendo tal que por él pasaron la reina regente María Cristina, Humberto I, rey de Italia o el presidente de los Estados Unidos de la época.


El edificio se construyó en el solar donde la familia Güell tenía dos casas en propiedad. Había una tercera que daba a las Ramblas que aún se conserva y con la que el palacio está actualmente comunicado. Tiene sótano, planta baja y planta noble (la más importante y donde están los salones principales).

Se construyó entre 1886 y 1890. Fue declarado monumento nacional en 1969 y Patrimonio de la Humanidad en 1985, siendo el primer edificio moderno en obtener esta distinción.


La entrada principal al palacio forma un vestíbulo doble para facilitar en su tiempo la entrada y salida de ls carruajes. Destacan las enormes puertas de hierro forjado, características del Modernismo, el pavimento y los techos. Dos grandes puertas de roble dan paso a las antiguas cocheras, hoy restauradas. El techo tiene cerámica procedente de la famosa fábrica Pujol y Baucis de Esplugues, que hoy es un museo.

En la parte baja del edificio había unos almacenes para guardar productos procedentes de las fincas agrícolas de Güell en el Garraf y que se vendían con posterioridad. Los productos más destacados eran vino y vermut.

Las antiguas caballerizas son uno de los espacios más representativos del palacio. Sus columnas y capiteles son del más puro estilo gaudiniano y despiertan la admiración de quienes los contemplan.

El salón central es una de las piezas más importantes. Para entrar se atraviesan dos hermosas puertas de marquetería. Ocupa dos pisos y tiene una espectacular cúpula parabólica y estrellada. Las estrellas no son más que pequeños agujeritos por donde se filtra la luz procedente del exterior. El salón está decorado con una serie de pinturas al óleo sobre tela que representan a Santa Isabel, reina de Hungría, una familia campesina rezando al pie de una cruz, al filólogo Jaume Balmes y a unas niñas jugando.

A la derecha del salón encontramos la capilla, un pequeño recinto cerrado por grandes puertas de madera de boj de Maracaibo. Al abrir las puertas vemos una mesa de altar y una pequeña tribuna de dos pisos con asientos desde donde se podía asistir a la misa. Las paredes están revestidas con planchas de latón.

El mobiliario que se conserva en el comedor es el original. La pieza más interesante de la sala es una tribuna que, separada del ámbito interior por una lonja de cuatro arcos parabólicos sobre columnas, se proyecta hacia la fachada posterior. Tiene persianas abatibles y un banco.

Es importante destacar también la azotea, donde podemos ver unas curiosas chimeneas, recubiertas con cerámica (el famoso trencadís que también vemos en el banco del parque Güell), mármol o cristal.

jueves, 29 de julio de 2010

Can Negre



La casa de la fotografía se llama Can Negre y es una de las obras maestras de Josep Maria Jujol, arquitecto modernista catalán.

Está situada en pleno centro de Sant Joan Despí, localidad cercana a Barcelona. El nombre de Can Negre se debe al antiguo propietario (actualmente pertenece al Ayuntamiento de Sant Joan Despíe y es visitable), un rico abogado llamado Pere Negre i Jover. Can es un modo típico de nombrar a la casa de alguien. Sería como decir la Casa de Negre.

El propietario tenía una antigua masía, casa típica del campo catalán, vieja y que no distaba mucho de las otras masías de los alrededores. Dispuesto a darle un nuevo aire y convertirla en un edificio especial. Negre encargó a Jujol, conocido arquitecto y colaborador de Gaudí, la remodelación de la casa.

Lo que más nos llama la atención de la fachada es la parte superior ondulante, siguiendo los dictados de Gaudí y de los modernistas al considerar que las formas de la naturaleza, alejándose de la típica línea recta, eran mucho más bellas. También se puede destacar la tribuna o balcón central que se asemeja a un carruaje y las letras inscritas "AVE MARIA GRATIA PLENA AMÉN".

El interior también es muy rico en adornos, destacando una escalera octogonal con un plafón decorado o la capilla, también profusamente decorada.

Museo Frederic Marès

Frederic Marès era un escultor catalán nacido en 1893 y fallecido en 1991. Pero también era un importante coleccionista de obras de todo tipo que hoy se recogen en el museo que lleva su nombre, en pleno Barrio gótico de Barcelona. El museo existge gracias a la donación de esas piezas que hizo Marès en 1946 y que pueden ser contempladas por el público desde 1948.

El Museu Frederic Marès está situado en un enclave privilegiado, en una parte del antiguo Palacio real de los condes de Barcelona, del que se conserva también un patio encantador.

A lo largo de sus casi 100 años de vida Marès consiguió reunir una colección impresionante de escultura hispánica desde la antigüedad hasta el siglo XIX. Cuando uno visita el museo se da cuenta que en la colección abunda la escultura religiosa en tallas policromadas.

Sin embargo hay mucho más. En lo que se denomina Gabinete del coleccionista podemos ver objetos que nos hacen tomar conciencia de cómo se vivía en el pasado y de las costumbres. Podemos encontrar amplias colecciones de relojes, pipas, abanicos, joyas, juguetes, etc. Para hacernos una idea de lo grandiosa que era la colección de Marès solamente decir que además del museo de Barcelona, ya de por sí grande, se han donado piezas a otros museos como el Museo de l'Empordà de Figueres, el Museo de Historia de Sabadell o el Museo de la Real academia de Bellas artes de San Fernando de Madrid. Igualmente se han abierto otros espacios como son el Museo de Arenys de Mar o el Museo Frederic Marès de Montblanc.

Recomiendo este museo a todos los amantes del arte o de las curiosidades porque seguro que disfrutarán.

miércoles, 28 de julio de 2010

El Saló del Tinell, un edificio gótico civil en pleno centro de Barcelona

Es habitual que recorriendo las calles de las ciudades europeas encontremos diversas muestras de arquitectura gótica. Pero en casi todas las ocasiones se trata de edificios religiosos que han perdurado y se han conservado con el paso de los siglos. Sin embargo hoy voy hablar de unas de las escasas muestras de gótico civil que conserva la ciudad de Barcelona. El Saló del Tinell.

El edificio está situado en el Barrio gótico, en un lugar privilegiado conocido como la Plaza del rey que hace siglos se usó como mercado o como lugar de ejecuciones.


Se trata de un salón gótico inaugurado en 1370, habiéndose tardado 11 años en construírlo. Tenía funciones de salón principal o salón del trono. Fue encargado por el rey Pere III el Cerimoniós al arquitecto real Guillem Carbonell y ha sido testigo de importantes encuentros a lo largo de la historia.

Era, pues, la sala de ceremonias o como he destacado ya el salón del trono del antiguo Palacio Real Mayor, residencia de los condes de la ciudad y posteriormente de los reyes de la Corona de Aragón.

Tiene planta rectangular con un techo de vigas de madera sostenido por seis arcos de medio punto que se apoyan en enormes pilares con capiteles esculpidos.

Durante el siglo XVIII las monjas del Convento de Santa Clara lo usaron como iglesia y en el siglo XX fue restaurado.

Se dice que la primera entrevista de Cristóbal Colón con los Reyes Católicos (hay quien habla sólo de Fernando) después de la consquista de América fue en este lugar. Y relacionado con Fernando el Católico, una curiosidad. Se dice que en las escaleras que conducen a la puerta de entrada del salón hay unas manchitas azules. El 18 de octubre de 1492, cuando el rey estaba en la escalera del Palacio, fue atacado por un "remensa", un campesino insatisfecho, que le asestó una puñalada en el cuello que a punto estuvo de matarle. Pero yo he dicho que las manchas son azules. ¿Qué tendría eso que ver con la herida?. Pues sencillo. ¿Es que no se sabe que los reyes tienen sangre azul?. Es una broma que se suele contar pero el ataque ocurrió realmente.

El carrer del Bisbe

Junto con las Ramblas, el carrer del Bisbe es una de las calles más visitadas y fotografiadas de la ciudad de Barcelona.

Enclavado en pleno Barrio gótico, comunica la Plaza Nova, junto a la catedral, con la Plaça de Sant Jaume, centro de poder de la ciudad desde época romana, no en vano allí se situaba el Foro.

En todas las fotografías de la calle aparece un puente que hace las delicias de los turistas y he de admitir que también de los no turistas. Se trata del "Pont del bisbe" (Puente del obispo).


En contra de lo que pueda parecer visualmente, el puente no es gótico ni fue construído en la edad media, en la época en la que la calle era una de las arterias principales de la ciudad. Se trata de una construcción neogótica construída en los años 20.

En aquella época surgió una necesidad de ensalzar el barrio que realmente fue el germe de la ciudad. Para ello, según me explicaron unos guías hace años, se reordenaron las casas góticas para que quedaran más unidas y se construyó el famoso puente, haciendo de la zona una de las más bellas de la ciudad y mi estampa favorita.

Data de 1928 y el arquitecto fue Joan Rubió i Bellver, quien intentó dotar a la construcción de un aire gótico flamígero.

El puente une dos edificios principales. Por un lado, yendo de Plaça Nova a Plaça de Sant Jaume a la derecha, encontramos el Palau de la Generalitat, sede del gobierno de la Comunidad autónoma. En realidad la puerta que encontramos en esa calle era la que daba entrada al edificio por la que era la fachada principal en la Edad media.

La casa dels Canonges, a la izquierda, (Casa de los Canónigos) es la residencia oficial del presidente de la Generalitat aunque no reside ahí desde hace años. En tiempos servía de residencia para los canónigos regulares de la Seo a partir del siglo XIV cuando abandonaban la clausura.

martes, 27 de julio de 2010

Roda de Barà, el pueblo del arco

Situado en la comarca del Tarragonès, a escasos kilómetros de Tarragona, una de las ciudades de la Hispania romana más importantes de mi país, encontramos el municipio de Roda de Barà. Antiguamente estaba formado por dos núcleos de población, Roda y Bera, y algunos estudiosos consideran que su nombre derivaría de una fortificación del señor de Bera, dando ese significado a una palabra que en catalán significa "rueda" y que algunos han creído derivada de al-ràuda, "jardín o huerto" para los árabes. En cuanto a Bera parecería bastante evidente que se referiría a una persona, puesto que hay evidencias documentadas de personas con ese nombre desde el siglo IX (por ejemplo el conde godo Berà de Barcelona).

Hoy en día se afirma que el nombre alude al conde Berà de Barcelona, que fortificó la zona en el siglo IX. Gobernó la ciudad desde el 801 al 820. Fue, asimismo, conde de Girona y Besalú y, conde de Rasés y Conflent. Por lo tanto se trataba de un personaje principal de la época.

Era hijo de Guillermo, conde de Tolosa y primo de Carlomagno, y de la dama goda Khunegunda, su primera esposa. Su padre y los francos asediaron la ciudad de Barcelona, en manos de los árabes, y consiguieron dominar la plaza en el año 801. Berà fue nombrado conde. Después llevó a cabo diversas expediciones para controlar los límites del Ebro, para establecer una frontera natural a sus dominios. Sería en aquella época cuando alcanzó la zona de la actual Roda de Barà.

El municipio tiene 3 kilómetros de costa, de los cuáles 2 son playas. Pero si hay algo que da fama a la localidad es el Arco de Barà, romano y situado sobre la vía Augusta que atravesaría el municipio en época romana. Se trata de un arco honorífico de una única obertura construído en piedra calcárea procedente de alguna cantera cercana (hay varias en la zona). Data del reinado de Augusto, aproximadamente del año 13 a. C.

Tiene una inscripción que dice «Ex testamento L(ucio) Licini(o) L(ucio) f(ilii) Serg(ia tribu) Surae consa[...]».

Se levantó para marcar los límites territoriales y acabar con las disputas entre ilérgetes y cosetanos, dos pueblos íberos que habitaban la zona antes de la llegada de los romanos.
Se considera uno de los mejores ejemplos de arco en un único vano que se conservan en España.

Su fábrica es de "opus quadratum", o lo que es lo mismo sillares rectangulares de piedra caliza perfectamente escuadrados y colocados. En la parte inferior hay dos podium de planta rectangular que constan de tres hileras de sillares y una cornisa de sección restangular. La primera de las hileras es más grande en planta y tiene los sillares almohadillados. La piedra utilizada para esta parte es distinta a la del resto del monumento. Sobre estos podium se levantan dos grandes pilares con cuatro pilastras adosadas en cada uno. Estas, están situadas, dos en los vértices esteriores -dos alzados visibles- y las otras dos en los frentes -un alzado visible-, separados del lateral por el ancho de las dovelas del arco de medio punto que une los dos pilares. Este arco se comporta como bóveda al continuar todo el ancho de la construcción. Las pilastras están compuestas de una base ática, unos fustes acanalados con 6 estrías y unos capiteles corintios. Apoyado en ellas se encuentra un entablamento, del que nos queda el arquitrabe con moldura superior, y un friso igualmente moldurado que además tiene una inscripción. Sobre él se ha recontruido una cornisa con elementos originales recientemente recuperados. Del ático que culminaría el entablamento no tenemos referencia ni resto alguno.
Sus medidas principales son 12 m. de largo por 2, 40 m. de ancho. Cada pilar mide 3,70 m. en las fachadas principales por 2,40 m. en el ancho. La altura total es de 12,30 m. , que con el ático perdido llegaría cerca de los 14,70 m. El arco tiene una altura de 10,10 m. y un radio aproximado de 2,30 m.

Los sillares laterales del monumento no son los originales. Eso provoca que la inscripción no esté completa.

Como curiosidad comentar que hasta no hace demasiado tiempo se podía circular por debajo del arco, con el daño que eso puede provocar al monumento. Por fortuna al final se ha tomado conciencia de ello y ahora ya se pasa por los lados.

lunes, 26 de julio de 2010

La leyenda de la reina mora



















En la comarca del Priorat, rodeada de extensos campos de viñedos que tarde o temprano darán un vino para paladares exigentes, encaramado sobre un promontorio rocoso, encontramos el hermoso pueblo de Siurana de Prades, considerado por muchos como uno de los más bellos de Catalunya. Y desde luego, con ese enclave privilegiado, no me cabe duda de que lo es.

Sus altísimos acantilados sobre el río Siurana y su embalse lo convierten en un lugar muy visitado por los aficionados a la escalada, que lo consideran todo un reto para ellos.

Se puede destacar, como curiosidad, que Siurana, donde pueden hallarse algunos vestigios árabes, como los restos del castillo del walí Almira Alemoni, fue el último reino de Taifas en ser reconquistado en Catalunya en el año 1153 (esta comunidad autónoma no fue dominada por los árabes tanto tiempo como otras de la península, como por ejemplo Andalucía). Precisamente en esa época se ubica la famosa leyenda que se asocia siempre al pueblo. La leyenda de la reina mora.

Cuenta la leyenda que Siurana era el dominio de la reina Abd-el-azia, una mora bellísima. Un día los cristianos, con el señor de Tarragona, Amat de Claramunt, a la cabeza, incapaces de acceder a la población por ser inexpugnable, recurrieron a la ayuda de un judío traidor.
Los cristianos penetraron y mataron a casi toda la población, pero Abd-el-azia, segura de su fortificación, celebraba mientras tanto una fiesta en una de las salas del palacio con la nobleza del lugar.

De repente, una flecha entró por la ventana, y se clavó en la mesa. La reina, envuelta en el pánico general y viéndose derrotada, subió a su caballo blanco y se dirigió al precipicio cercano. Perseguida por los cristianos y para evitar que el caballo por instinto se detuviera ante el abismo le tapó los ojos, pero el animal, al darse cuenta del peligro, quiso parar y clavó sus patas en el suelo, de modo que quedó la huella de su herradura en la roca. Hoy pueden verse esas marcas en la zona llamada El salto de la reina mora.

Otra versión de la misma leyenda nos habla del mismo personaje, pero en esta ocasión sería la esposa del valí. Estaría la reina en sus aposentos, peinándose y perfumándose, cuando los cristianos, a quien un judío deseoso de salvarse a sí mismo habría proporcionado las llaves, entraron y la sorprendieron medio desnuda. Al verla así, tan hermosa, los atacantes decidieron darle una oportunidad. No moriría si se convertía al cristianismo.

Ella accedió, al tiempo que les rogó que le dejaran un momento para que pudiera vestirse convenientemente y así poder ser bautizada. Los cristianos la dejaron sola, creyendo su palabra, pero ella cogió sólo un velo con el que cubrirse y escapó hacia los establos. Montó su noble corcel y salió huyendo hacia el precipicio, dispuesta a morir antes que renunciar a su religión.

Como quiera que el caballo no quería saltar, la princesa mora se despojó de su velo y tapó con él los ojos del animal, que, sin ver nada, saltó al vacío.

Cuando los criatianos se dieron cuenta de la trampa corrieron hacia los acantilados y sólo pudieron ver el velo de la mora que se mecía con el viento mientras el vacío parecía haberles devorado, a ella y a su caballo.

Quizás sea fue la mejor solución puesto que de ese modo se libró de ver como los asaltantes quemaban toda la población, muriendo en ella hombres, mujeres y niños.

viernes, 23 de julio de 2010

Perdóname por ir así buscándote



Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente dentro de ti.
No te quiero mucho, amor,
no te quiero mucho.
Eres tan cierto y mío,
seguro de hoy, de aquí.
Ahora te quiero,
como el mar quiere a su agua.
¡Qué frenesíes quererte!.
Amor
tan sepultado en su ser,
tan entregado, tan quieto,
que nuestro querer en vida
se sintiese
seguro de no acabar
cuando terminan los besos.
Pero yo te he hecho daño,
te he querido.
Yo te he hecho daño. Tengo manos, míralas.
Cuando se quiere con los brazos,
sus músculos fatales,
con las manos, y sus dedos duros y sus uñas,
las estrellas más cándidas se asustan.
Tengo unos labios. Mira.
Perdóname en los labios,
si es que me has perdonado ya en las manos.
Y yo tengo un amor. Sí, míralo:
si traes los ojos con que yo te amo
acaso puedas verlo
cerrándote muy bien todos los huecos
del alma.
Tengo, tuve un amor. Y eso no es culpa
tuya, ni mía ni de nadie.
¿A quién podría echársele
la culpa de la sangre
por las venas oscuras o de esa
palabra que inventamos entre sueños?.
Y como no hay amor ni ave que puedan
estar de vuelo siempre,
y toda ala de querer o pájaro
necesita posarse, te hice sufrir.
Y por eso empezó el terrible daño
que hacen las manos y los labios
sobre todo las almas, cuando piden
amor y amor, a un día y a otro día:
necesitadas almas, como ojos
que al abrirse, mañana tras mañana
si no está allí la luz lloran de pena.
Perdóname en mi alma que te quiso,
tú que constantemente me perdonas.
Que el daño que hace el hombre
a los seres más tiernos
que nos arrancan siempre lágrimas
porque los vemos,
tan sólo con mirarlos a los ojos
a ellos y a su destino al mismo tiempo
está en enamorarse. Es el amor de nuevo.

jueves, 22 de julio de 2010

Mi miedo a volar

Puede parecer absurdo, teniendo en cuenta que hago aproximadamente tres viajes al año y casi todos ellos son en avión, pero me dan miedo los aviones.

Sé que a menudo escuchamos en TV o leemos en periódicos o revistas que se trata de un medio de transporte muy seguro y quizás sea así. Pero eso no quita para que durante todo el trayecto esté pensando en cuándo vamos a aterrizar.

Me pregunto qué motivos son los que me empujan a tener ese miedo. Supongo que el hecho de no sentirme segura. Sí, ya sé que dicen que es más fácil tener un accidente viajando en coche que en avión pero en el coche no estamos a 8000, 9000, 10000... metros de altitud.

Desde que tengo uso de razón siempre he tenido miedo a las alturas. Todo aquello que haga que no me sienta segura con los pies en el suelo me produce una amarga sensación interior. Y eso complica mucho la visita a ferias y parques de atraccciones. Y lo hace un poco más aburrido. ¡Cuántas veces no habré tenido que aguantar larguísimos momentos de espera mientras otros disfrutan de las atracciones varias!. Pero prefiero eso a pasarlo mal.

Evidentemente tampoco había querido nunca volar. De hecho tardé 29 años en poder hacerlo y la primera vez fue con unas pastillas de homeopatía en la boca (que eran como no llevar nada), al lado de una pareja que no había visto nunca y en un trayecto Barcelona-Estambul de 4 horas. 4 largas horas. Y no pasó nada. Nada hasta que aterrizó. Simple y llanamente el piloto se estrelló contra el suelo. Buen comienzo, sobre todo teniendo en cuenta que días más tarde volvía a coger otro avión en Esmirna para volver a casa.

Con el tiempo y los vuelos ese miedo fue disminuyendo hasta el fatídico día en que regresé de Rusia. Volvía de Moscú después de haber tenido un encontronazo con unas vigilantes de seguridad rusas que eran como dos moles con mala leche y me esperaban 3 horas y media de viaje. La mala suerte me puso un ruso a mi izquierda y tres delante y unas turbulencias largas y que hicieron que mis nervios se pusieran a flor de piel. Y esos rusos bebiendo ginebra sin parar y de pie aunque hubiera turbulencias fuertes. Cosas de la madre Rusia. El caso es que una cosa unida a la otra hizo que el espanto regresara.

Después de ese viaje he hecho otros tantos, algunos de muchísimas horas, y siempre me invade el miedo días antes de pisar el aeropuerto. Y ahora estoy en una de esas etapas en las que ya voy pensando que en unos días tendré que volar a Frankfurt y desde allí me esperarán unas 7 horas hasta Delhi. Serán horas de no pegar ojo, de ir pensando continuamente si habrá turbulencias, temiendo a las tormentas o al viento demasiado fuerte. Cualquier cosa que pueda pasar ahí arriba se magnifica. Total, el tren que cojo cada día para ir y venir del trabajo se mueve mucho más.
No, no he pensado en hacer terapias de ningún tipo aunque sé que se hacen y que en algunas personas son eficaces. Incluso vi a una señora con mi mismo problema cuyo ejercicio final para superar el miedo a volar era hacerlo... en avioneta. Horror. Es mejor sobrellevarlo como buenamente se pueda, entretenerse con una revista o una película y pensar en otras cosas, agradables si puede ser.

He escuchado a muchas personas compartir mi mismo miedo, algunas que nunca se han subido a un avión y otras que han dejado de hacerlo después de un tiempo volando sin miedo. ¿Qué me deparará pues el futuro a mí?. ¿Conseguiré superarlo?. ¿Seré alguna vez capaz de dormir aunque sólo sean unos minutos?. Eso espero porque es horrible.

miércoles, 21 de julio de 2010

Sa Granja, un hermoso lugar para descubrir


Situada en el municipio de Esporles, a unos 17 km de Palma de Mallorca y en plena serra de Tramontana, encontramos un curioso lugar para visitar.

Cuando hace unos años visité la isla supe por casualidad de la existencia de este antiguo monasterio cisterciense transformado posteriormente en residencia señorial. El recinto, que conserva parte de sus orígenes, nos permite saber cómo era una casa típica mallorquina señorial del siglo XIX, pues mantiene intactos muebles, útiles de labranza, la cocina y un precioso jardín.

Para aquellos que quieran retroceder más en el tiempo, se puede ver una colección interesante de utensilios de tortura.

En los alrededores de la casa, en distintos corrales, podemos ver algunos animales que harán las delicias de cualquiera, así como la maravillosa vegetación autóctona que rodea el recinto.

Actualmente se utiliza básicamente como museo, con la posibilidad de asistir a varios espectáculos (oficios antiguos, bailes regionales) durante el día que nos enseñan cómo era la vida en la Mallorca de hace un siglo. Igualmente, tanto en el interior como en la tienda de la entrada, podemos degustar algunos productos típicos de la zona como la sobrasada o las confituras. Yo recuerdo que también probé vinos y moscateles diversos y un riquísimo pastel de chocolate casi acabado de hacer.

Se trata de un lugar donde perfectamente podemos pasar un día o por lo menos varias horas y que no nos dejará indiferentes.

Rupit


El bonito pueblo de Rupit, situado a pocos kilómetros de Barcelona y muy cercano a la ciudad de Vic, es posiblemente uno de los más hermosos pueblos de Catalunya. En realidad el término municipal está conformado por dos núcleos urbanos, Rupit y Pruit.


Una vez que llegas a Rupit (mi llegada fue algo accidentada, con mareo a causa de las curvas que tomaba el autobús) lo primero que te llama la atención es que para acceder al pueblo hay un curioso puente colgante poco apto para miedosos (entre los que me cuento; por fortuna pasé el puente y con la gente que me acompañaba dando saltitos... no hubo miedo). Y una vez en el otro lado me admiré de las típicas casas y de sus calles empinadas. En algunas las rocas parecen formar parte de los edificios y no comprendes cómo es posible que alguien pueda vivir así sin temor a que la piedra acebe hundiendo su casa. Pero como sea que yo no vivo allí me dejé atrapar por el encanto del lugar, por sus edificios históricos y por la belleza del entorno.

Si hay un rincón muy famoso y fotografiado de la población es el típico y empinadísimo Carrer del Fossar, cuya imagen encabeza este artículo.

Cerca de allí, en un paseo, podemos llegar a la iglesia de Sant Joan de Fàbregues, antigua paroquia del siglo X y hoy casa de colonias infantiles y después al salt de Sallent, espectacular salto de agua también poco apto para personas que padezcan de vértigo ya que tiene unos 100 metros de altura.

Se trata, pues, de un lugar perfecto donde pasar un día a la vez que puedes degustar la gastronomía típica de la comarca de Osona, principalmente sus deliciosos embutidos.

Begur


Hoy haremos un viaje más corto y nos iremos al municipio catalán de Begur, en la costa de Girona.

Se trata de un pequeño pueblo costero de poco más de 4000 habitantes que en verano se llena de turistas que quieren aprovecharse de la tranquilidad de sus calles o de la belleza de sus playas.

Antes de ser invadido por personas ávidas de sol y playa, muchísimo antes que las toallas y las tumbonas acapararan las playas, el lugar fue habitado por hombres de la prehistoria que dejaron su impronta.

Mucho más descatada fue la presencia en la Edad media, no en vano el castillo está presidido por la imponente silueta de su castillo, que ha sido testigo de muchos siglos de historia. Hoy por hoy no es más que una ruina, un recuerdo del pasado esplendoroso. Se puede subir hasta a él después de un paseo cansado y desde arriba se obtiene una magnífica vista.

El castillo se edificó sobre un asentamiento ibérico y romano y aparece documentado por primera vez en el año 1019, cuando era el señor del lugar Arnust de Begur.

A mediados del siglo XI la propiedad pasó a manos de la condesa Ermessenda y poco después, en 1057, lo vendió a los condes de Barcelona,. Estos condes lo fueron pasando a distintos nobles hasta que en el siglo XIV pasó a manos de Guilabert de Cruïlles, señor de Peratallada. Los señores de Peratallada fueron los amos del castillo hasta el siglo XVII.
A pesar de datar del siglo XI durante el siglo XV se reconstruyó, debido a que después de la guerra contra Joan II, rey de la Corona de Aragón, quedó muy destruido. Lo mismo ocurrió durante la Guerra del Francés cuando el general inglés Doyle se lo arrebató a los franceses y lo dinamitó. Cosas que ocurren durante las guerras y que hacen que no se piense en el interés histórico de un edificio sino en su importancia estratégica.

Así pues, lo que hoy vemos es sólo una ínfima parte de lo que fue el castillo en sus mejores tiempos. Destaca la torre circular de cinco metros de altura así como alguna pequeña estancia, muy deteriorada, y una cisterna. De época moderna son los muros almenados.

El casco antiguo de la población nos ofrece momentos agradables, con zonas de sombra donde pasear o tomar algo.


Un corto paseo nos conduce hasta la preciosa masia de Mas Pinc, que en su tiempo fue propiedad de la bailaora Carmen Amaya y que hoy es un Centro de recuperación de animales marinos.

En cuanto a las playas, no están junto al casco urbano sino que es necesario coger un autobús que nos llevará hasta allí en un trayecto más o menos corto. Begur tiene aproximadamente una docena de playas de distintos tipos (incluso alguna nudista) y algunas poco concurridas y muy agradables.

martes, 20 de julio de 2010

Sous le Ciel de Paris

Hoy viajamos a... París

París es la capital de Francia, una ciudad muy importante por su historia, cultura y arte, conocida como la ciudad de la luz, del amor o del Sena, por el río que la atraviesa.
Su nombre proviene de una tribu celta que se asentó en esta zona en el siglo III antes de Cristo, los parisii, y que acabó siendo derrotada por los romanos. La ciudad de Lutetia (lugar de los pantanos) se acaba llamando Lutetia Parisiorum (de ahí deriva el nombre de París).

En el siglo III el Imperio romano empieza su decadencia y se ocupan cada vez menos de esta ciudad, tan lejana para ellos, por lo que los bárbaros empiezan a ocuparla. El primer rey bárbaro conocido fue el franco Clodoveo.
En el año 508 Clodoveo, cristiano desde el 493, establece su capital en París y el país empieza a recibir el nombre por el que hoy en día lo conocemos, Francia, por los reyes francos, siendo el más importante de ellos Carlomagno, con el que empieza la dinastía carolingia.
En el año 965 Hugo, el primero de la dinastía de los Capeto, accede al trono en detrimento del último de los carolingios. Empieza una época de gran esplendor y de continuo desarrollo de la ciudad de París.

En el siglo XII comienza la construcción de uno de los edificios más representativos, la Catedral de Notre Dame, en una isla del Sena llamada Ile de la Cité (Isla de la Ciudad). Es la isla más grande que encontramos en medio del río Sena y en la que se concentran importantísimos monumentos como la catedral, ya mencionada, la Concergierie o la Saint Chapelle. Fue en esta isla donde se instalaron los parisii. Se comunica con la ciudad de París por ocho puentes, siendo el más importante el Pont Neuf.

Antes de viajar a París podemos adquirir algunas cosas que nos facilitarán el viaje. En ciudades como Madrid o Barcelona existen Maisons de la France (también tienen página web).
Es recomendable comprar una tarjeta de monumentos. Sirve para entrar en todos los museos y monumentos de París (excepto la Torre Eiffel), incluso el palacio de Versalles. Existen tarjetas para varios días consecutivos y puedes ahorrar mucho dinero (en mi caso unos 65 euros). También es posible comprar una tarjeta de transportes. Teniendo esta tarjeta te hacen un descuento en el ticket del Bateaux parisien, el barco que recorre el Sena en un agradable paseo. No es necesario comprar billete para un día concreto (tiene un plazo amplio). Yo recomiendo usarlo de noche, cuando los monumentos han cerrado.

Veamos ahora cuáles son los monumentos o museos más representativos de la ciudad:

CATEDRAL DE NOTRE DAME: La catedral de París está edificada sobre los cimientos de un templo romano dedicado a Júpiter y una basílica cristiana, la de Saint Etienne, primera iglesia cristiana de París (siglo VI). Empezó a construirse en el año 1163 por deseo de Maurice Sully, obispo de París, y las obras continuaron hasta 1345, gracias a las donaciones de todos, tanto del rey como del pueblo llano (unos aportaban dinero y otros su trabajo). Ha sido escenario de los más importantes acontecimientos de la historia de Francia: ha albergado la corona de espinas hasta que se construyó la Saint Chapelle, en ella tuvo lugar el proceso a Juana de Arco, se casaron Margarita de Valois y Enrique de Navarra (él era hugonote y estuvo toda la ceremonia fuera de la iglesia) y Napoleón se coronó emperador en 1804, entre otros.
Ha estado a punto de ser derruida en varias ocasiones (en la Revolución Francesa fueron robados muchos de sus tesoros, demolida en parte y dedicada a almacén de alimentos).

Fue restaurada en 1844 por Viollet-le-Duc.

Está dedicada a la Virgen, de ahí el nombre de Notre Dame (Nuestra Señora).
La fachada es maravillosa y destacan las dos torres, los 3 hermosos pórticos y el rosetón.
Es posible subir a las torres (387 escalones) y desde arriba hay una vista maravillosa. En la torre de la derecha destaca la campana llamada Emmanuelle. Cuenta la tradición que cuando se estaba fundiendo las damas y las plebeyas arrojaron sus joyas al metal fundido (de ahí dicen que proviene su maravilloso sonido).
Los pórticos se llaman de la Virgen (a la izquierda, con pasajes bíblicos y de la vida de la Virgen y un calendario con los trabajos de los meses del año y los signos del zodíaco en un lateral), del Juicio Final (en el centro, con escenas del juicio final, los bienaventurados a un lado y los condenados a otro, e impresionantes escenas del infierno- demonios, el símbolo de la lujuria, animales monstruosos,…-) y el de Santa Ana (a la derecha, con las esculturas más antiguas de la catedral, una virgen románica y escenas de la Virgen y de sus padres, San Joaquín y Santa Ana).

El rosetón tiene 10 metros de diámetro y no ha sido modificado a lo largo de los siglos. Delante, en el centro, vemos una imagen de la Virgen y de dos ángeles.

El interior es impresionante, con esbeltas columnas del más puro estilo gótico. En cada lateral de la iglesia hay 7 capillas, añadidas entre los siglos XIII y XIV, que perdieron su magnífica decoración durante la Revolución Francesa. Vemos dos rosetones, uno del siglo XIII (el del ala norte) y otro de la misma época pero rehecho en el siglo XVIII.

El coro es una hermosa muestra de arte religioso del reinado de Luis XIV, mandado construir por el rey para cumplir una promesa de su padre, Luis XIII.

La iglesia alberga diversos monumentos funerarios y órganos del siglo XVIII.
Durante el espíritu del Romanticismo, Víctor Hugo escribió, en 1831, el romance “Notre-Dame de París”, más conocido en español como El Jorobado de Notre-Dame. Situando los acontecimientos en la catedral durante el siglo XV, la historia trata de Quasimodo, jorobado y deforme campanero de Notre Dame, que se enamora de una gitana de nombre Esmeralda. Sin embargo, el archidiácono de Notre Dame, el cruel Frollo, padre adoptivo de Cuasimodo, se enamora también de la gitana y, celoso de Febo, el guapo capitán de la guardia de quien está enamorada Esmeralda, le apuñala para que acusen a la muchacha. Quasimodo la salva de la horca llevándosela consigo a lo alto de las torres de la catedral pero nada impide el trágico final.

Vale la pena subir a las torres. Desde arriba (después de más de 400 escalones) se tiene una de las mejores vistas de la ciudad y podemos casi tocar las famosas gárgolas.

Delante de la catedral está la cripta arqueológica, con restos de la antigua ciudad.

Muy cerca de Notre Dame encontramos el PALACIO DE JUSTICIA. En sus orígenes se estableció en él la corte francesa hasta 1358. Durante la Revolución francesa, en la Cámara Dorada, el tribunal revolucionario mandaba a la guillotina a todos los que podía, entre otros a la reina María Antonieta. Atravesando el Palacio (hoy son realmente los juzgados) llegamos a una de las obras maestras de la arquitectura gótica, la Saint Chapelle.


SAINTE CHAPELLE (SANTA CAPILLA): Fue mandada construir por expreso deseo del rey San Luis en el siglo XIII (1246 a 1248) para albergar la corona de espinas y un fragmento de la cruz y es una obra maestra del gótico francés. Servía de capilla familiar del Palacio. Tiene dos capillas superpuestas, la inferior para la servidumbre y la superior reservada para el rey y su familia. En 1630 un incendio destruyó el campanario y el armazón de madera y en la Revolución el tesoro fue destruido. Se salvó la corona de espinas de Jesucristo y la iglesia fue convertida en almacén. Fue restaurada en el siglo XIX. De las estatuas que adornan las columnas sólo cuatro son originales. Las vidrieras, que se encuentran entre las más hermosas del mundo, miden quince metros de altura y la mayor parte son las originales.

LA CONCIERGERIE (Cancillería): Es la prisión más antigua de París (desde 1431 fue la cárcel de los presos de Estado). La torre del reloj es la más antigua de la capital, data del siglo XIV, igual que el reloj, que sigue funcionando perfectamente. En su interior destacan la enorme sala de armas y el calabozo de María Antonieta (reconstruido tal y como estaba en ese tiempo y con figuras de cera de la reina y sus carceleros). Podremos ver, también, las diferentes celdas según las clases sociales.

PONT NEUF (Puente Nuevo): Es el puente más antiguo, bonito y largo de París (1578-1607), construido bajo el reinado de Enrique IV. En sus aceras nunca ha habido casas (la ordenanza real lo prohibía) pero sí diversos tenderetes. Su nombre se debe a que fue el primer puente de piedra que se construyó en la ciudad (los anteriores eran de madera). En 1614, cuatro años después de su muerte, su esposa, María de Médici mandó hacer colocar una estatua ecuestre el rey. Por detrás encontramos una plaza tranquila que tradicionalmente sirvió de ajusticiamiento a los templarios (su gran maestre, Jacques de Molay fue quemado aquí), quema de brujas o masacre de judíos.
La Orden de los Pobres caballeros de Cristo, también conocida como Orden del Temple o templarios se fundó en el siglo XII y fue una de las órdenes militares cristianas más famosas de la historia, origen de numerosas leyendas. Su propósito original era proteger a los cristianos que peregrinaban a Tierra Santa. Se caracterizaban por su valor, por sus riquezas atesoradas por sus capacidades como comerciantes de reliquias y banqueros (se dice que servían para poder sufragar sus campañas militares en nombre de Dios) y por vestir un manto blanco con una cruz roja. El rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, muy endeudado con la Orden, no sólo no quiso pagarles sino que ideó un plan para quedarse con su supuesto tesoro (que nunca apareció). Les acusó de celebrar ceremonias secretas, de sodomía y de adorar a Bafomet, una cabeza demoníaca. En 1307 muchísimos templarios fueron apresados, cruelmente torturados y obligados a confesar. Curiosamente después murieron en la hoguera. En 1312 el Papa, presionado por el rey, disolvió la Orden. Se cuenta que, estando ya en la hoguera, en 1314, Jacques de Molay, el último gran maestre, se desdijo de la confesión que había hecho bajo tortura, proclamó la inocencia de los templarios y maldijo al rey, al juez que les había condenado y al Papa. Antes de que transcurriera un año los tres estaban muertos.

Junto a la Ile de la Cité encontramos la ILE DE SAINT LOUIS, otra de las islas en medio del Sena, con bellísimos rincones y palacetes. También cuenta con una iglesia, numerosos restaurantes y la heladería más famosa de París, Berthillon. Se trata de un lugar muy tranquilo, un auténtico remanso de paz en que no es extraño ver a jóvenes modelos posando para anuncios de moda.

TORRE EIFFEL: Es el símbolo de la ciudad (y casi de Francia) y uno de los más fotografiados. Pero no ha estado exento de polémica. Muchos se opusieron a su construcción o criticaron su forma. Se ha dicho que es un horroroso candelabro o una mancha de tinta en el cielo de París. Sea como fuere, es lo más representativo de la ciudad hoy en día. Fue levantada entre enero de 1887 y marzo de 1889 para la Exposición Universal. El artífice de esta gran obra fue el ingeniero Gustave Eiffel. Iba a ser desmontada después de la Exposición pero una votación popular lo impidió. Su peso ronda las 10.000 toneladas y su altura es de 300 metros (más los 20 del repetidor del televisión).
Consta de 3 pisos, a los que se puede acceder por ascensor (enorme, caben unas cien personas) o por escalera (1665 escalones). En el primer piso, a 57 metros, encontramos el restaurante Julio Verne, un salón de té y un bar. En el segundo, a 115 metros, más o menos lo mismo y una galería acristalada. La tercera plataforma está a 254 metros. La vista desde arriba es impresionante. Una curiosidad: Eiffel presentó antes el proyecto a la ciudad de Barcelona con motivo de la Exposición Universal de 1888 pero fue rechazada por rara y costosa. La torre puede ser observada en toda su magnitud desde la zona del Trocadero.

Trocadero: Gran plaza en la que destaca el Palacio de Chaillot, construido para la Exposición de 1937. Consta de dos pabellones y una gran sala para espectáculos. Su importancia radica en la visión que da de la Torre Eiffel.
Al otro lado de la torre vemos el Campo de Marte, gran parque público diseñado en el siglo XVIII como campo de maniobras militares (de ahí el nombre de Marte, dios mitológico de la guerra). Destacan en él la Escuela Militar y LOS INVÁLIDOS, inmenso complejo de edificios y jardines que se construyó en el siglo XVII por encargo de Luis XIV para acoger a los inválidos de la guerra y que es donde está enterrado Napoleón (en la capilla).
El conjunto arquitectónico destaca por la dorada cúpula (el domo, le Dôme) de la capilla San Luis (Saint Louis), que Luis XIV mandó construir para uso privado del rey y como mausoleo real, aunque posteriormente no llegó a alojar los restos de ningún rey de Francia. Alberga los restos de Napoleón Bonaparte, que fueron trasladados de la Isla de Santa Helena a París en 1840, por iniciativa del rey Luis Felipe de Orléans. Desde 1940 contiene también los restos de su hijo, el llamado Rey de Roma, de su hermano José I de España, así como los de varios mariscales.
El cadáver descansa dentro de 6 ataúdes, el primero de hierro blanco, el segundo de caoba, los dos siguientes de plomo, el quinto de ébano y el último de roble. Todo ello va metido en un sarcófago de pórfido rojo (roca muy resistente de origen volcánico). En conjunto tiene un marcado carácter teatral dispuesto para engrandecer al emperador. La cúpula se ve desde distintos puntos de la ciudad y Los inválidos es uno de mis lugares favoritos de la ciudad.

Muy cerca está el Museo Rodin, que muestra esculturas del célebre escultor August Rodin, entre otras El pensador (foto de la derecha) o El Beso, así como de algunos otros importantes autores. Algunas de las obras están en el jardín, donde pueden contemplarse bellas plantas como rosales y se tiene una magnífica vista de la cúpula de los Inválidos, que está al lado. No es demasiado visitado a pesar de su importancia. Creo que vale la pena.

CENTRO GEORGE POMPIDOU: Es uno de los museos más famosos de París, no sólo por las obras que alberga sino por el edificio en sí.
Se construyó en 1977 y su peculiaridad es que las conducciones, de agua, luz, etc. van por el exterior. Es el Museo Nacional de Arte Moderno (vanguardista) y guarda obras de Matisse, Picasso, Juan Gris, Warhol, etc.
Desde arriba se tiene una bella vista de la ciudad de París. En mi opinión esas vistas son lo mejor del museo ya que las obras que contiene son un poco una tomadura de pelo. ¿O es una obra de arte una tapadera de un bote de pintura?.

Al lado del museo está la Plaza de Igor Stravinsky, donde destaca el estanque con unas curiosas esculturas de colores.

MUSEO D’ORSAY: Está instalado en una antigua estación de ferrocarril, levantada entre 1898 y 1900 y fuera de servicio desde 1939. Es un museo desde 1977. Incluye piezas principalmente desde el siglo XIX hasta los años 30 del siglo XX, de artistas como Degas, Manet, Van Gogh, Millet, Gauguin, Matisse o Delacroix, todo ellos impresionistas. Conviene dedicarle por lo menos tres horas. El museo es una auténtica maravilla y un placer para los sentidos.
Además de los cuadros más conocidos de esos autores, llamaría la atención sobre una obra de Gustave Courbet, El origen del mundo. Es mejor ir advertido de antemano para no lanzar exclamaciones ante tan curiosa obra.

PLAZA DES VOSGES: Está considerada como la plaza más bonita de París, en el barrio de Le Marais. Es de estilo renacentista (su origen es del siglo XVI), con una galería porticada sobre la que se alzan los pabellones (los más altos, al norte y al sur, son los del rey y la reina). La estatua del centro es una copia de una que representaba a Luis XIII.
En ella han vivido personajes tan famosos como el cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII (el cardenal de Los 3 mosqueteros), Víctor Hugo (autor de Los Miserables o de Notre Dame de París) o Hemingway. Su origen como plaza es muy curioso. En 1559 el rey Enrique II organizó un torneo con la mala suerte de que el capitán de su guardia le clavó una astilla en el ojo. El rey murió 10 días más tarde y su viuda, Catalina de Médicis, mandó demoler el palacio donde había muerto su marido. Años más tarde su yerno, Enrique IV, mandó hacer una plaza real con motivo de la boda de su hijo Luis XIII con Ana de Austria.
Aunque a muchas personas les gusta mucho este barrio de curiosos edificios con peculiares chimeneas, a mí sólo me llamó la atención la plaza.

PLAZA VENDÓME: Se crea por un decreto del rey Luis XIV para acoger la Biblioteca Real, la Academia y la estatua del rey a caballo, aunque entonces no tenía ese nombre. Lo de Vendóme viene de un palacio ya desaparecido, el del duque de Vendóme. La forma octogonal que tiene actualmente data de 1699 y está llena de palacios.
Hasta la Revolución Francesa en el centro de la plaza se erguía la estatua de Luis XIV vestido de emperador romano. Fue sustituida en 1806 por orden de Napoleón por una columna de bronce (con el metal de los cañones rusos y austríacos) que recuerda a la Columna Trajana de Roma. Está rodeada de joyerías de lujo.

PLAZA DE LA CONCORDIA: La historia de esta plaza es realmente trágica. En el año 1770 cunde el pánico entre la multitud que había acudido a ver la boda del Delfín (futuro Luis XVI) y María Antonieta y muchos mueren pisoteados. Un poco más tarde, en 1793, se instaló la guillotina que sirvió para ajusticiar a los reyes antes mencionados y a otras muchas personas. Finalmente se decide retirarla de la plaza y darle un nombre conciliador: Plaza de la Concordia. Por ese mismo motivo no se coloca en ella ninguna estatua que pueda herir susceptibilidades y se manda traer de Egipto (concretamente de Luxor) un obelisco de granito rosado de más de 3.000 años de antigüedad. Las dos grandes fuentes imitan a las de la Plaza de San Pedro en Roma.

CAMPOS ELÍSEOS: Es una de las grandes avenidas de París (tiene 70 metros de anchura), gran bulevar comercial lleno de establecimientos bancarios, de venta de coches, de ropa de lujo, bares y cines. Empieza en la Plaza de la Concordia y acaba en la plaza de l´Etoile (Plaza de la Estrella), donde se encuentra el Arco del Triunfo. Todavía se conservan los jardines que fueron construidos hace siglos. Encontramos también dos edificios construidos para las exposiciones universales: el Grand Palais (1900) y el Petit Palais (inaugurado en 1901 y concebido para albergar un museo).
A los amantes de las compras les entusiasma; yo no los he recorrido nunca andando.

ARCO DEL TRIUNFO: Napoleón mandó construir este gigantesco arco para conmemorar sus triunfos bélicos pero nunca lo llegó a ver terminado. Tiene 50 metros de altura y 45 de anchura. Se basa en los arcos romanos. La primera piedra se puso el 15 de agosto de 1806, el día del cumpleaños de Napoleón, se terminó su construcción en 1836 y las cenizas de Napoleón pasaron por debajo cuando fue traído de la isla de Santa Elena, donde murió, a París. Desde 1920 acoge la tumba del soldado desconocido (la llamada llama del recuerdo empezó a arder en 1923). Hasta la actualidad se han celebrado aquí los grandes acontecimientos nacionales. Desde la terraza se puede tener una bella panorámica de la ciudad de París. Para mi gusto no es de las mejores vistas y me trae malos recuerdos porque me robaron la cámara de fotos en mi primera visita. Ojo, pues.

BARRIO DE MONTMATRE: Barrio bohemio y de artistas, antes villa que fue anexionada a París en 1860. Se diferencian dos zonas, la parte alta, llena de turistas, y la baja, llamada Pigalle, con negocios relacionados con el sexo y la vida nocturna. Ya en el siglo XVIII los agricultores se quejaban de “las mujeres que hacen la calle”. Con el siglo XIX surgen los bailes. Es en esa época cuando se construye el famoso Moulin Rouge (foto de la izquierda), con sus bailes revolucionarios (el cancán sobre todo). De todos los molinos (los reales) que había antes sólo queda uno, el Moulin de la Galette (el original es de 1640 y ha sido utilizado como salón de baile).
Otro de los edificios más emblemáticos del barrio es la iglesia del Sagrado Corazón (Sacré Coeur, en la foto de la derecha). Las obras duraron de 1875 a 1914 sobre una cantera de yeso (se tuvieron que excavar varios pilares para soportar el peso de la construcción). Tiene inspiración románica-bizantina y en su fachada alberga dos estatuas que representan a San Luis y a Juana de Arco. Se puede subir por unas empinadas escaleras o con el funicular, pero no nos libra de calles de cuestas pronunciadas. Dicen que sus cúpulas, de piedra blanca que repele el polvo, recuerdan a las del Taj Mahal de la India.
Muy recomendable. Tiene la que es una de las mejores vistas de la ciudad.
Montmatre es para mí el barrio más bonito de París. Ah, probad las crèpes.

LA DEFÉNSE: Modernísimo barrio, con rascacielos y edificios de oficinas, construido en los años 50 del siglo XX. No es más que una ciudad satélite.
Desde 1989 se alza el “Grande Arche” o “Arche de la Défense”, un enorme arco de cristal y mármol de 105 metros de altura. Queda frente por frente con el Arco del triunfo, aunque alejados en línea recta el uno del otro. Se puede subir aunque yo no lo he hecho nunca.

PALACIO DE LUXEMBURGO: Sede del Senado desde 1958, tiene uno de los jardines más hermosos de París. El palacio empezó a construirse en el siglo XVII, inspirado en el Palacio Pitti de Florencia. Es el parque favorito de los artistas y el más hermoso de París sin duda alguna.

La SORBONA es la Universidad París. Su nombre deriva de un colegio medieval fundado en el siglo XIII con la finalidad de enseñar teología a los niños pobres. Se encuentra en el Barrio Latino, cerca del Palacio de Luxembugo y del Panteón. En la capilla se encuentra la tumba del famoso cardenal Richelieu, primer ministro de Francia en época de Luis XIII.

El PANTEÓN es un edificio neoclásico construido en principio para ser una iglesia dedicada a Santa Genoveva. Sin embargo en la Revolución Francesa se decidió que se convirtiera en un templo para albergar las tumbas de los hombres ilustres de la patria.
Su forma recuerda al Panteón de Agripa en Roma. En su interior podemos ver, además del péndulo de Foucault, las tumbas de Voltaire, Rousseau, Marat, Victor Hugo, Alejandro Dumas padre o el matrimonio Curie. Puede sorprender la sencillez de esas tumbas, dispuestas en celdas, blancas y todas iguales (excepto las de Voltaire o Rousseau). Está muy cerca de la Sorbona.

TERMAS DE CLUNY Y MUSEO DE LA EDAD MEDIA: Además de las termas romanas, aquí podremos ver algunos de los vestigios medievales más importantes de la ciudad. Las piezas clave del museo son seis tapices del siglo XV con la historia de la Dama y el unicornio. En todos ellos aparece una dama acompañada de un león (símbolo de la fuerza) y un unicornio (de la sabiduría). Cada uno de los tapices está relacionado con un sentido y el sexto, llamado “A mon seul désir” (A mi único deseo), se ha interpretado como el amor. No es un museo demasiado visitado pero lo recomiendo especialmente.

Cerca encontramos la IGLESIA DE SAINT GERMAIN DE PRÈS, la más antigua de París. Su origen se remonta al siglo VI. El campanario y el pórtico son de los pocos vestigios románicos que quedan en la ciudad. En el interior el románico se vio desplazado por elementos góticos y algunas pinturas del siglo pasado.

París es una ciudad que rinde un gran culto a sus muertos y los cementerios se pueden visitar. El más importante de todos es el CEMENTERIO DE PÈRE LACHAISE. Lleva el nombre del confesor de Luis XIV.
Entre las tumbas más famosas podemos ver las de Abelardo y Eloísa, el pintor Delacroix, el cantante Jim Morrison, Balzac, Bizet, María Callas, Chopin, el egiptólogo Champollion, el pintor Jacques Louis David, el escritor Proust, Godoy, Molière, La Fontaine, Simoine Signoret e Yves Montand o Edith Piaf. Podemos destacar dos de ellas. La primera la del escritor inglés Oscar Wilde (foto de la derecha), que buscó refugio en París tras las acusaciones de homosexualidad y cuya tumba está completamente escrita y llena de besos. La segunda es la de un joven periodista, Víctor Noir, que murió en 1870 por el disparo de un primo de Napoleón III. Se le ha representado estirado, muerto pero con su pene bien “vivo”.

SENA: El Sena es conocido a nivel mundial por ser el río que atraviesa la ciudad de París (Francia). Es en una de sus islas (isla de la Cité) donde la ciudad tuvo sus inicios y es en torno a ella y a la ribera que la ciudad se ha desarrollado a través de los siglos.Varios de los más importantes edificios y monumentos de la ciudad se pueden apreciar paseando por el río. Tal es el caso de la torre Eiffel, el Museo del Louvre o la Catedral Notre Dame de París. Los bateaux- mouches son los barcos que recorren el Sena.

MUSEO DEL LOUVRE: Es el museo más importante de París, de Francia y uno de los más importantes del mundo. Sus orígenes como edificio datan del siglo XII, cuando se levanta una torre defensiva y unas murallas para proteger el margen derecho del Sena. El rey San Luis lo amplió pero no fue hasta el siglo XIV, con el reinado de Carlos V, cuando empezó a usarse como palacio real. Fue ampliado por los sucesivos monarcas hasta que Luis XIV (el llamado “rey Sol”) se harta de él y decide trasladarse a Versalles en el año 1678. Se instalan entonces en él artistas, intelectuales o buscavidas y se rodea de cabarets y prostitutas. En el reinado de Luis XV está a punto de ser demolido pero su favorita, madame de Pompadour, una mujer de gran inteligencia, consigue salvarlo, siendo nombrado su hermano conservador del palacio (1756).
Napoleón I sigue con las reformas así como también Napoleón III, hasta bien entrado el siglo XIX. La última remodelación fue la pirámide de cristal que sirve como entrada desde 1989, diseñada por Ieoh Ming Pei.

Como museo, si bien son muchísimas las obras que alberga, hay una que es la estrella: la Gioconda de Leonardo da Vinci. Sorprende su pequeño tamaño, sólo 77 x 53 centímetros, y fue pintado entre 1503 y 1506. Mucho se ha hablado de a quién puede representar. Se cree que se trata de un retrato de encargo pintado por Leonardo da Vinci en la época de más fama y popularidad del pintor, época en que son varios los retratos que le piden realizar. Su cliente parece ser que fue el banquero napolitano Francesco di Bartolommeo di Zanobi, marqués del Giocondo (1460-1528), que se casó con Monna Lisa (Madonna Elisa Gherardini) en el año 1495. Del título del esposo procedería el nombre dado al cuadro: Gioconda. Se dice que nunca estuvo en manos del banquero y que en 1517 o 1519, cercano a la muerte del autor, estaba en manos del rey Francisco I. Permaneció en las colecciones privadas francesas y estuvo en poder de Napoleón. Algunas teorías recientes dicen que quizás represente al propio Leonardo vestido de mujer.
La dama está sentada en un sillón, apoyando sus brazos en los del asiento. Se dice que el paisaje del fondo es el que vio Leonardo en los Alpes en su viaje a Milán. Fue pintado con la técnica del sfumato (difuminado), lo que produce una sensación de tres dimensiones. Pero lo que más destaca y ha dado que hablar del cuadro es la enigmática sonrisa de su protagonista. Si la miramos directamente desaparece y sólo cuando nuestros ojos se posan en otros puntos del cuadro vuelve a aparecer. Se ha dicho de él que es el cuadro más famoso del mundo y que se trata del retrato pintado más famoso de la historia del arte universal.
Sin embargo no es la única obra maestra que se guarda en el Louvre. También podemos ver otras como la célebre Venus de Milo (hermosa escultura griega en mármol del siglo II a. de C., en la foto de la derecha) o la Victoria de Samotracia (también griega de la misma época, en la foto de la izquierda), una excelente colección de arte egipcio, griego, romano, 21 cuadros de Rubens y otras muchas. Destacamos a continuación una lista:
* El código de Hammurabi
* Escriba en cuclilas, importante obra egipcia.
* La encajera, pequeñísimo cuadro de Vermeer
* El sarcófago de los esposos, etrusco
* La libertad guiando al pueblo de Delacroix
* La gran odalisca de Ingres
* Psique reanimada por un beso de Amor, escultura de Antonio Canova
* La buenaventura de Caravaggio
* La bella jardinera de Rafael
* La virgen, el niño y santa Ana, de Leonardo da Vinci
* Esclavo, de Napoleón Bonaparte
* La coronación de Napoleón I, de Jacques Louis David
En su día dediqué 5 horas al museo pero es evidente que tienes para mucho más si te dedicas a todas las obras. Conviene ver qué días de la semana cierran pasadas las 9 de la noche para aprovechar el tiempo.
Junto al museo del Louvre vemos los jardines de las Tullerías, típico jardín de estilo francés realizado en época de Luis XIV (foto de la izquierda). Se llama así por los numerosos hornos en que se cocían las tejas (tuiles) para los barrios colindantes. En el jardín destaca el Arco del Carrousel, levantado entre 1806 y 1808 para conmemorar las victorias de Napoleón (foto de la derecha).

LA ÓPERA GARNIER: La Ópera Garnier, también conocida como Palacio Garnier u Ópera de París, es uno de los edificios más característicos del centro de París. Napoleón III de Francia ordenó su construcción al arquitecto Charles Garnier, quien lo diseñó en estilo neobarroco. En 1989 la Compañía de la Ópera trasladó su sede al recién construido Teatro de la Bastilla y su vieja sede recibió el nombre de Palacio Garnier, donde permanece la Academia Nacional de Música. A pesar del cambio de nombre oficial y del traslado de la Compañía de la Ópera, el Palacio Garnier sigue siendo conocido popularmente por el nombre de Ópera de París.
El Palacio y las cuevas subterráneas fueron los escenarios escogidos donde Gastón Leroux situó la acción de su novela El fantasma de la Ópera, que ha dado lugar a un musical y varias películas.
Puede visitarse por dentro.

VERSALLES, la Corte del rey
Versalles es una ciudad cercana a París. Es sencillo llegar en tren (unos 20 minutos). El palacio está a 5 minutos caminando de la estación. Es recomendable llevar audioguía.
Antes de la llegada al trono de Luis XIV era simplemente un pueblo que servía de lugar de caza para los reyes franceses. En un lugar maloliente se hizo una ardua labor de saneamiento para construir uno de los palacios más grandes y suntuosos del mundo.
El padre de Luis XIV, Luis XIII ya se había hecho construir una pequeña residencia que transformó en villa en 1631 para la época que estuviera de caza en Versalles. Luis XIV, llamado “el rey Sol” por considerarse el centro del mundo, en sus 72 años de reinado, fue engrandeciéndola y convirtiéndola en el palacio más suntuoso de Europa. Fue su residencia permanente desde 1678. El palacio es enorme y ello es debido a que Luis XIV obligó a sus nobles a vivir con él, para tenerles controlados y evitar revueltas. Es el símbolo de la monarquía absolutista de la que Luis XIV es el paradigma.
Destacan especialmente la Sala de los Espejos, una de las más impresionantes del palacio, y los bellísimos jardines. La galería del Salón de los Espejos mide 73 m de largo, 10.50 m de ancho y 12,30 m de alto; está completado al norte por el Salón de la Guerra, y el sur por el Salón de la Paz. Las diecisiete ventanas que dan al jardín están relacionadas con los diecisiete arcos decorados con espejos de grandes dimensiones. En 1919, al final de la Primera Guerra Mundial, la Galería de Espejos sirvió como decorado para la firma con Alemania del Tratado de Versalles.

La Capilla es el último edificio importante construido durante el reinado de Luis XIV. Su estructura presenta cierta reminiscencia gótica: el plano, la altura (más de 25 m), las vidrieras, el tejado inclinado y las gárgolas asemejan a las catedrales medievales; sin embargo, las columnas, las balaustradas, los pilares esculpidos, las bóvedas pintadas y el suelo de mármol de colores datan del 1700 y son reflejo de la estética barroca. Posee una tribuna situada al mismo nivel que las estancias reales. Desde allí, Luis XIV, Luis XV y Luis XVI asistían diariamente a misa: era el momento más importante de la jornada del rey.
Esta capilla fue consagrada a San Luis, rey de las Cruzadas y santo patrón de la monarquía francesa. Otras dependencias del palacio son Las Grandes Estancias del Rey, de la Reina, el Gabinete –zona de recreo y reposo de los soberanos-, Las Pequeñas Estancias, la Cámara de Reina, que se encuentra exactamente como la dejó María Antonieta al abandonar Versalles en 1789; y la Ópera, una imponente sala de espectáculo construida a finales del reinado de Luis XV cuando la boda entre Luis XVI y María Antonieta requería una gran sala para el festín y el baile. Tanto la Capilla como la Ópera se utilizan hoy en día para visitas-conferencias, misas, conciertos y óperas.
María Antonieta ordenó la construcción de una aldea con vaquería y molino donde trataba de imitar la vida campesina. Es uno de los lugares más desconocidos y más hermosos del recinto de Versalles. Vale la pena el paseo hasta aquí.

El Gran Trianon fue construido en el recinto palaciego de Versalles durante el reinado de Luis XIV. Quería un recinto para huir de la Corte. En 1670 se construyó el Trianon de porcelana, donde el rey se retiraba a cenar con su amante, Madame de Montespan. Como era muy frágil, años después manda hacer el Trianón de mármol. Napoleón lo ocupó también.

El Petit Trianon es un bello y pequeño edificio mandado construir en el siglo XVIII por Luis XV para su amante, Madame de Pompadour.

lunes, 19 de julio de 2010

Una forma de maltrato curiosa


Hace poco descubrí que existe una patología denominada Síndrome de Munchausen por poderes. Dicho así puede ser que no evoque nada. Pero detrás de ese curioso nombre se esconde una actitud atroz.


Para no hacer demasiado largo el post simplemente comentar que ese síndrome consiste en la simulación por parte de un padre o una madre de una enfermedad en su hijo. Me explico. Se trata de personas que inventan una enfermedad en sus hijos para de ese modo poderles llevar al médico que no necesitan. Es tan terrible que incluso pueden falsear las pruebas médicas de tal modo como echando sangre en las heces o la orina del niño o inventar una fiebre. Son capaces de llegar a tales extremos que se hospitaliza a los niños para hacerles una prueba tras otra, intentando buscar la causa de los síntomas que presentan. Evidentemente sin encontrarla.

Los psicólogos hablan de la persona que padece el trastorno como de padres entregados, que se desviven por sus hijos en el hospital y les llenan de atenciones a la vez que siguen falseando las pruebas. Y un dato escalofriante. Un niño puede llegar a morir a causa de ese trastorno.
Os copio un caso real:
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La infancia de la norteamericana Jennifer Bush fue un calvario sin sentido. Entre los dos y los ocho años los hospitales fueron su hogar: en ese tiempo fue sometida a casi 200 internaciones y 40 cirugías. Llegaron a extraerle parte de la vejiga, el apéndice y un tramo de los intestinos, sin lograr una mejoría, ya que los síntomas parecían agravarse. Su madre, Kathlee, desesperada, llegó hasta la Casa Blanca para pedir por la salud de su hija y hasta encabezó junto a Hillary Clinton una campaña contra los altos costos de los servicios médicos. Hasta que en 1996 sus engaños fueron descubiertos. Con ayuda de un experto en síndrome de Munchausen, se descubrió que Kathlee era quien provocaba los males en su hija. Para eso empleaba todo tipo de artilugios, desde describir dolores que la menor no sentía hasta fraguar análisis clínicos y administrarle fármacos para desorientar a los médicos. La tragedia de Jennifer puso al descubierto una forma de maltrato infantil compleja y poco conocida, que en EE.UU. afecta al 2% de la población pediátrica hospitalizada. Kathy Bush fue condenada por abuso infantil y fraude a cinco años de prisión. Pero las secuelas a su hija le durarán toda la vida. A pesar de esto, en 2005 Jennifer le solicito al juez ver a su madre, después de intercambiar cartas durante varios años. ¿Cómo se explica que la víctima quiera enfrentarse cara a cara con quien la lastimó? Para la psicóloga Silvia Morici, la alienación es un fenómeno típico del abuso. “La idea del maltrato es tan lacerante, tan enloquecedora que muchas veces la psiquis del niño niega esa información y por eso siguen viendo a sus padres como devotos y amorosos”, concluyó. "

Se sabe que es un trastorno psiquiátrico con tratamiento complejo y casi desconocido.


¿Qué pensáis de este tipo de personas que juegan con la salud de sus propios hijos?.

El príncipe y la segunda falange del dedo corazón de san Atafumanasio


Una sombra se deslizó entre los muros del monasterio. La noche, oscura como boca de lobo, le ayudaría en su propósito
Hacía tiempo que estudiaba los movimientos de los monjes y sabía que a esa hora dormían a pierna suelta. La puerta había cedido fácilmente así que alcanzar la iglesia y dar con la arqueta sería cosa de niños.
Hacía siglos que la reliquia se conservaba en ese monasterio.
Se dice que san Atafumanasio, mártir del siglo I, murió quemado en una parrilla, después de sufrir diversas atrocidades. No obstante, su cuerpo no se carbonizó. Se dice también que en el momento de la cremación el dedo corazón de la mano derecha del santo quedó estirado y rígido. Sus seguidores rescataron el cuerpo y lo enterraron en plena noche pero con el paso del tiempo se perdió la pista del lugar exacto.
Algunos siglos más tarde, unos niños que jugaban cayeron en un pozo. No sufrieron más que algunas magulladuras pero encontraron un sepulcro que tenía escritas las siguientes palabras: “Hic Sancti Atafumanasius est".
Los familiares de los niños, alertados por sus gritos, acudieron al lugar y, al ver el sepulcro, corrieron a avisar a los monjes del monasterio cercano. Estos, sorprendidos, fueron al llamar al obispo y fue él quien determinó solemnemente: “Hemos encontrado la tumba perdida del santo”.
Por si aún tenían dudas, éstas se disiparon al levantar la tapa. El cuerpo de un anciano venerable, bañado en santidad, les contemplaba desde dentro mientras uno de los dedos de su mano derecha se levantaba estando ésta cerrada.
Algunos maridos taparon los ojos de sus esposas pues el gesto, aunque hecho por un santo, les parecía que era demasiado obsceno.
La noticia del encuentro se convirtió pronto en la novedad a comentar en los corrillos y tertulias y el nombre del obispo Vaquistafio se hizo célebre por ser el descubridor del sepulcro.
De los niños nadie más volvió a acordarse, ni siquiera sus padres. Felices y alterados por haber estado conviviendo durante tanto tiempo con los restos mortales incorruptos del santo, no recordaron que las criaturas estaban también dentro del pozo. Y como sea que comían demasiado y eran ruidosos al darse cuenta que faltaban decidieron que estaban mejor sin ellos.
Uno de los monjes que acompañaban al obispo, un joven muy vivo, quiso apuntarse a la gloria del descubrimiento y sacar con ello el mayor partido. Cuando nadie le veía, aprovechando que estaban todos dormidos, sacó un cuchillo que siempre llevaba oculto y subió al palanquín donde se transportaba el cuerpo del mártir.
Con una pizca de maña y un poco más de fuerza fue cortando el dedo en medio de la más absoluta oscuridad. Pero cometió el error de rebanarlo por la primera falange. Pronto se dio cuenta que en las manos le había quedado sólo un pedacito del ansiado tesoro pero al empezar a cortar de nuevo tuvo la mala suerte de que la segunda falange se desprendiera sola. Se agachó el joven para buscarla y no tardó en dar con ella. Pero entonces oyó unos ruidos, se asustó y salió de allí como alma que lleva el diablo, perdiendo la primera falange en la carrera.
A partir de ahí las crónicas se hacen muy confusas. Se dice que el obispo Vaquistafio y los suyos se acabaron ahogando en el río. Sea como sea nunca más se supo del cuerpo incorrupto del santo. Con el tiempo fueron aparecieron pedacitos tales como el lóbulo de su oreja o la nariz.
¿Y qué fue del ladronzuelo y la segunda falange del dedo corazón?. Pues tampoco se sabe a ciencia cierta. Hay quien dice que cuando iba a venderla al mejor postor ésta empezó a moverse sola, haciendo un signo de negación. Entonces el monje, habiendo recuperado la fe perdida o adquiriendo la que nunca tuvo, habría decidido fundar un monasterio donde se venerara la reliquia del santo. Muchos son los que han querido ver en los rasgos del primer abad los del ladrón de dedos tiesos.
La sombra abrió la puerta. Hacía poco que los monjes la había engrasado y ya no emitía aquel desagradable chirrido que había escuchado tiempo atrás. La suerte, en ese sentido, había jugado a su favor.
A los pies de la nave norte del templo se había edificado una capilla, la más rica en ornamentación, para albergar la arqueta con los restos del santo. O con lo poco que había quedado de él.
No había nadie que no supiera el lugar exacto y la sombra pensó que lo raro era que los monjes fueran tan confiados. Pero eso era muy poco importante ahora. Con la reliquia bien cogida salió de allí tan sigilosamente como había entrado.
Había recorrido ya varias leguas cuando quiso deleitarse con la visión de lo robado. Contempló primero satisfecho el cofrecillo de plata y piedras preciosas, simple menudencia en comparación con lo que albergaba. Para su sorpresa no fue difícil abrirlo. Ni claves secretas ni resortes ocultos. Aunque no hacían falta porque la arqueta guardaba sólo una hermosa pata de pollo.

-¿Robada?- exclamó el príncipe Lacasito.
- Robada- le respondió Amicus Íntimez, un joven caballero que le acompañaba en todas sus aventuras. O que hubiera querido acompañarle en ellas porque desde que se había casado con aquella pesada de Geberga el pobre Lacasito apenas si podía salir del castillo. Esa situación era casi más deprimente que cuando vivía con la bruja de su madre.
El rostro del príncipe se iluminó. Estaba deseando tener una excusa para apartarse de Geberga aunque sólo fuera una temporada. La pobre llegaba a ser bastante cansina. “Lacasito, no hables tan fuerte”, “Lacasito, bebe menos vino que acabarás con cirrosis hepática”, “Lacasito, ¿quieres que te cante?”. Ya estaba bien de permanecer bajo sus faldas. Necesitaba acción.
- Si la reliquia ha sido robada- dijo- necesitarán a alguien que la recupere.
Amicus sonrió satisfecho pero pronto cayó en la cuenta de un detalle que parecía haberles pasado por alto a ambos.
- ¿No estaba en un monasterio que pertenece al reino vecino y enemigo del de rey Campechano?.
-¡Es cierto!- exclamó Lacasito, dándose un pequeño golpecito en la frente.
- No imagino lo que pensarán Geberga y su padre si ven que vais en ayuda del rey Parsimonioso. No creo que les haga demasiada gracia.
No, desde luego que no se la haría, pensó Lacasito. Geberga se enfadaría muchísimo y en ese estado era aún mucho más insoportable. ¿Y qué decir de su padre?. Aunque quizás si se planteaba bien el asunto no fuera tan grave...La reliquia les había sido robada a los monjes y siempre podría decir si alguien le preguntaba que lo hacía todo para ayudar a la Iglesia.
- Iremos a buscarla- dijo con determinación y una buena dosis de alegría.
Durante un par de días estuvo pensando una buena excusa. Si se marchaba del castillo tenía que decirle a Geberga a dónde iba. Pero nada de lo que se le ocurría era bastante convincente. La rubia princesa de la voz de pito era demasiado lista y le acababa descubriendo siempre cuando le explicaba una mentira.
Así que optó por la mejor de las salidas. Irse sin decir nada. ¿Quién sabe?. Se enfadaría mucho pero quizás cuando él volviera de su aventura ya habría otro que cargara con ella.
De madrugada, cuando todo el reino dormía y el sol estaba aún en el primer sueño, Lacasito y Amicus Íntimez salieron del castillo.
- ¿Quién vive?-preguntó el guardián de las murallas, siempre atento a quien entraba pero también quien salía-. Las puertas están cerradas.
- - Soy tu señor- dijo Lacasito en voz baja-. Abre la puerta. Presto.
Y el guardia, que tenía el oído algo teniente, respondió:
- Señores Abrela y Presto, ¿qué les lleva fuera de la ciudad a estas horas?.
Los dos se miraron y sonrieron.
- Vamos a coger caracoles al bosque. Como ayer llovió... –dijo Amicus-. No queremos quedarnos sin ellos por ser perezosos.
- A quien madruga Dios le ayuda- respondió el guardia, abriendo la puerta-. Buena caza, señores.
Y así es como pudieron salir sin que nadie les descubriera.
Llevaban mucho tiempo cabalgando cuando el trasero de Amicus empezó a sentir ciertas molestias.
- ¿No creéis, amigo mío, que deberíamos hacer una pausa?- dijo.
- No hay tiempo que perder- exclamó a su vez Lacasito-. Tenemos que recuperar la falange del santo.
- Sí, sí, si eso ya lo sé. Pero puede esperar un poquito más.
Lacasito miró a su amigo.
- ¿No estaréis cansado?.
- No- respondió el otro-. Cansado no.
- Entonces prosigamos.
- Pero mi caballo sí-se le ocurrió decir-. Mirad qué carita tiene el pobre. Si no se aguanta derecho.
- Pues vaya caballo que tenéis- se quejó el príncipe-. Está bien. Pararemos aquí mismo.
Descabalgó, ató las riendas de su corcel al tronco de un árbol y fue a sentarse a una piedra enorme que había por allí.
- Amicus, venid aquí y sentáos.
El joven, que desde que había puesto en el suelo no hacía otra cosa que ir medio dolorido buscando hojas para hacer un asiento más mullido, al oír mencionar a la piedra puso cara de pocos amigos.
- Me gusta estar de pie- alegó como excusa.
- Pero ¡cómo!-exclamó Lacasito, levantándose y yendo en su búsqueda-. Venid a sentaros en la piedra.
- Que no, que no hace falta, gracias.
Pero Lacasito ya le había llevado hasta allí y dado un empujón que le hizo caer sentado sobre tan incómodo y duro lugar.
- Ayyyy- se quejó Amicus.
Y las risas de Lacasito, que hacía rato que sospechaba lo que pasaba, les acompañaron toda la tarde.
El abad era un hombre entrado en años, calvo, barrigón y con un diente larguísimo que le impedía mantener la boca cerrada. Si Lacasito había creído que recibiría su ofrecimiento de ayuda con entusiasmo se equivocaba. El abad fue muy frío.
- Puedo hacer que la reliquia vuelva al lugar a donde pertenecía-seguía insistiendo el príncipe y a todo el abad le respondía con un inexpresivo “mmm”.
Algo más tarde el hermano Bernardito, el encargado de la cocina, les explicó que cuando el abad decía “mmm” es que estaba encantado con la idea.
- Pues cómo debe ser cuando algo no le guste. O cuando le sea indiferente- le dijo luego en privado Amicus a Lacasito.
Así pues, teniendo en cuenta que parecía que el abad les había dejado vía libre para buscar reliquia y ladrón, se pusieron manos a la obra.
- ¿Quién podía saber que la reliquia se guardaba en ese lugar?-le preguntó Lacasito al hermano cocinero-. Tenemos que empezar acotando las posibilidades.
- Todo el mundo lo sabe- fue la respuesta del monje.
- Entonces empezaremos por investigar a todo el mundo- dijo el príncipe.
Como era algo desconfiado, fue interrogando a todos los monjes para cerciorarse de si sabían o no dónde se guardaba la reliquia. Y como era natural todos respondieron que sí.
- Ha sido un monje-le dijo a Amicus-. Cualquiera de ellos.
Amicus, que no era demasiado listo pero tampoco demasiado tonto, se puso a pensar un rato. Se rascó la cabeza, se rascó el cuello, se rascó un brazo, se rascó el culo... Vamos, se rascó por todo el cuerpo pero no porque le picara sino porque así pensaba mejor, y al cabo de un buen rato que a Lacasito se le hizo eterno respondió:
- ¿Y por qué iban a robarla si ya la tenían?.
- Ah, amigo- contestó el príncipe-. Eso es un misterio.
El rey Parsimonioso se incorporó, el rostro morado y los puños crispados.
- ¿Una pata de pollo?- exclamó-. ¿Una asquerosa pata de pollo?.
La figura se movió un poco entre las sombras, incómoda.
- No sé cómo ha podido ocurrir, Majestad. Pero lo único que se me ocurre es que los monjes han guardado la reliquia en lugar seguro.
- ¿Y no se suponía que érais el mejor ladrón de los contornos?- exclamó el rey-. Vuestra misión era dar con la falange, estuviera donde estuviera, y traérmela. Y eso es lo que quiero que hagáis. ¡Quiero la falange!.
El rey Parsimonioso gritaba como un poseso, sin importarle si le escuchaban. En su reino mandaba él y si deseaba tener la reliquia, la tendría. No tenía por qué arrepentirse de eso. Ni siquiera sentirse culpable.
- ¡Quiero la falange!- repitió-. Y la quiero ya.
La sombra se removió de nuevo.
- Se hará lo que mandéis, Majestad.
Y sin decir más salió de la sala, un poco incómodo por si volvía a fallar al rey.
- Esto no está bien.
A Amicus, eso de registrar las dependencias personales de los monjes, le incomodaba. Para él no dejaban de ser hombres muy cercanos a Dios y entrometerse de ese modo en sus vidas le parecía obsceno.
- Acabad pronto, amigo mío. Si nos descubren...
- Si nos descubren, diremos que estamos buscando la reliquia. O pistas de su paradero- respondió Lacasito con tranquilidad, sacando un vestido de mujer de debajo de uno de los catres de los monjes-. ¿Será suyo o de una amiga?- preguntó.

La sombra rondaba el monasterio una vez más. Su caballo estaba tan inquieto como él y alguna que otra vez estuvo a punto de tirarle al suelo. Era una de esas noches de luna nueva en la que todo está oscuro (ya se verá que en este cuento las noches siempre son así) e incluso un hombre como la sombra tenía miedo.
Desde su posición privilegiada vio como se abría a medias la puerta y salía una figura. Se movía con discreción, agazapándose de vez en cuando, como si alguien pudiera verle la cara con tan poca luz. A la sombra esa figura le llamó poderosamente la atención, ya fuera por lo avanzado de la hora, ya por lo extraño que resultaba su comportamiento. Bien podía tratarse de un ladroncillo de poca monta o de un monje que tenía algún oscuro secreto que le obligaba a abandonar el monasterio a esas horas. Pero sea como sea que a la sombra le gustaba el misterio y, sobre todo, descubrir lo que había tras él, decidió que tenía que descubrir quién era el misterioso embozado.
Espoleó a su caballo y siguió a la figura a una distancia prudencial. Mientras, dentro del monasterio, Lacasito bebía un vaso de leche recién ordeñada mientras se lamentaba de su mala suerte.
- No lo entiendo- le decía a Amicus-. Estaba seguro de encontrar algo en el dormitorio de los monjes. Algo que pudiera incriminar a alguno de ellos. Algo, lo que sea...
- Pues ya veis que no ha sido así- respondió el amigo, feliz de que las cosas se hubieran dado al fin como él esperaba. ¿Dudar así de gente de bien?. Algunas veces no comprendía en absoluto al príncipe.
La figura llegó hasta el río, donde le estaba esperando un barquero medio adormilado. Sin decirle ninguna palabra, sólo despertándole con un vigoroso movimiento en el brazo, la figura subió a bordo y emprendieron la marcha a través del río, hasta la otra orilla.
Un obstáculo en su camino, pensó la sombra, pero tan nimio que no iba a detenerle. Sabía que un poco más allá unas enormes piedras emergían del río y servirían de puente improvisado por el que su caballo y él cruzarían. Y así lo hizo, con tanta pericia y celeridad que, cuando llegó al otro lado, el desconocido estaba desembarcando.
La sombra se mantuvo a una distancia prudencial. No quería ser descubierto cuando era él quien se suponía que estaba allí para descubrir. El desconocido le murmuró algo al barquero y se alejó, caminando a toda prisa, adentrándose en el bosque. Y allí le siguió el otro, cada vez más intrigado pero imaginando que allí se cocía algo muy turbio.
El bosque estaba en silencio, tanto que la sombra hizo verdaderos esfuerzos por contener ese pedo que amenazaba con salir. Definitivamente no había sido un buen día para comer alubias.
El desconocido se detuvo junto a un pino de tres ramas y se apoyó en el tronco del árbol, como si esperara a alguien, así que a la sombra no le quedó más remedio que detenerse también a la espera de nuevos acontecimientos. Sentía que su cuerpo tenía una vida interior muy intensa pero sabía que podía aguantar hasta que todo aquello hubiera terminado. No le quedaba más remedio.
Por suerte habrían pasado apenas cinco minutos cuando otra figura, completamente cubierta con una capa, apareció en escena. Venía acompañada de otras tres figuras que se quedaron en un segundo plano.
Dijeron algo que la sombra fue incapaz de oír y el desconocido que había salido del monasterio rebuscó por entre sus ropas y sacó algo que entregó al recién llegado.
Y entonces ocurrió lo que nunca debería haber ocurrido. En el preciso momento en que se producía el intercambio de dueño del misterioso objeto, si es que era un objeto, un pedo sonoro e inconsciente rompió el silencio de la noche e hizo partícipes a los demás de la presencia de la sombra. El recién llegado hizo un movimiento brusco y la capucha que llevaba sobre la cabeza se le cayó, dejando a la vista (sí, ya sé que no había luz, pero es que resulta que los muy brutos llevaban unas teas para iluminar el camino y el resplandor de una de ellas le dio directamente en el rostro) la figura del rey Campechano.
Los acompañantes del rey no tardaron en rodear a la sombra, impidiendo su huída.
- Le tenemos, Majestad- gritó uno de ellos.
- No grites, ignorante- le regañó el rey-. ¿O es que quieres que todo el mundo se entere de que estoy aquí?.
- No hay nadie más, Majestad- dijo el hombre.
- Pero ¿te quieres callar?- dijo a su vez el suegro de Lacasito-. Si yo digo que puede haber alguien más, no se me discute. Traedme al espía.
Los tres hombres arrastraron a la sombra frente al rey Campechano y fue él mismo quien quiso desenmascarar a quien había descubierto su presencia en un bosque perteneciente al reino enemigo a esas horas de la noche. Y por primera vez en este cuento vamos a ver quién o qué se esconde detrás de la misteriosa y sigilosa sombra (bueno, vale, cualquiera puede tener gases en un momento determinado). Con la rapidez del rayo retiró la capa y se encontró frente a frente con el hombre más hermoso que hubiera visto en su vida. Aunque su yerno Lacasito estaba considerado como un verdadero sex symbol, no podía compararse con la belleza que irradiaba el rostro del desconocido. Pero lo que realmente llamó la atención del rey Campechano fueron sus orejas puntiagudas y los ojos penetrantes, como los de un gato.
- ¡Es un elfo!- exclamó el ser que había salido del monasterio y cuya voz la sombra reconoció fácilmente como la del abad.
- No- respondió él con una voz dulce, fría y cantarina-. Soy un medio elfo. Mi madre era una elfa y mi padre humano. Para mi desgracia- añadió- sólo tengo de elfo este aspecto que veis.
El rey Campechano se quedó pensativo unos segundos al cabo de los cuáles dijo:
- No importa demasiado si sois elfo o medio elfo puesto que vais a morir. Pero antes decidme. Tengo derecho a satisfacer mi curiosidad. ¿Cómo os llamáis y quién os envía a espiarnos?.
La sombra miró frente a frente al rey y respondió:
- Podéis matarme, si queréis, pero no diré quién me paga. Ni aunque me torturéis brutalmente para sacarme la información.
Entonces uno de los soldados del rey colocó un puñal en una de las orejas del medio elfo. Al notar éste la fría hoja en la punta de su oreja, sus hermosos ojos verdes se llenaron de lágrimas.
- Por favor- suplicó-. Mis orejitas no. Que me sirven para conquistar a las damas- pobre infeliz, de todos modos. ¿De qué le servirían las orejas si le iban a matar?-. Las orejitas no- repitió al sentir que el puñal se le clavaba un poco.
- ¿Diréis vuestro nombre y quién os envía?- dijo el rey.
- Sí, sí. Pero, por favor, dejad mis orejas enteras- susurró-. Me llamo Erestor Ar-Feiniel.
- ¿Y quién os paga?.
- El rey Parsimonioso.
- Parsimonioso- repitió el rey.
- Parsimonioso- repitió el abad.
- Su Majestad desea la reliquia de San Atafumanasio. Pero alguien la ha robado antes de que yo pudiera hacerlo. Entré en el monasterio hace unas noches y robé la arqueta donde supuestamente se encontraba. Pero al abrirla sólo encontré una pata de pollo.
El abad se puso a reír.
- ¿No lo encontráis gracioso?- dijo.
- No mucho- respondió Erestor.
- Bueno, basta de charla- dijo a su vez el rey Campechano-. Ahora vais a morir.
- Un momento- los ojos del medio elfo recobraron su brillo inicial-. Antes quiero saber dónde está la reliquia de San Atafumanasio.
- ¡Aquí!- exclamó el rey, sacando un pequeño fardo que hacía un momento le había entregado el abad-. Y por fin es toda mía.
- Os equivocáis- dijo Erestor-. Es mía- y con un rápido movimiento se la arrancó a Campechano de las manos. Luego, ágil como un gato, se escabulló entre los matorrales.
Ese acto del medio elfo les dejó a todos un poco fuera de combate por un rato. Hasta que fueron conscientes de lo que había ocurrido. El ser de las orejas de punta les había engañado para que le mostraran la reliquia y luego se la había quitado delante de sus narices.
- ¡Nadie engaña al rey Campechano!- exclamó-. Traedme la falange del santo. Y a ese medio elfo. Voy a hacerme un estofado con sus orejas.
Los hombres del rey corrieron en la dirección por la que habían visto que huía el ladrón pero no fueron capaces de dar con él. Estaba ya demasiado lejos.
Como Lacasito no encontraba consuelo para su fracaso, Amicus decidió que lo mejor que podían hacer era salir a tomar el aire. Quizás así se despejaría. Aunque la verdad es que él también estaba algo desencantado. El Lacasito de antes no hubiera dejado títere con cabeza, hubiera removido cielo y tierra hasta encontrar la reliquia. Pero el de ahora, el Lacasito casado y sometido a esa loca de Geberga, no daba pie con bola. ¿Dónde habían quedado las aventuras de antaño?.
Los dos amigos salieron del monasterio, Lacasito arrastrando los pies y al borde del llanto.
- Soy un fracasado- se lamentaba-. No se me ocurre nada. Ya no sé dónde buscar.
Caminando, caminando habían llegado a la orilla del río y se habían sentado en una piedra. Mientras Lacasito lloriqueaba, Amicus fingía escucharle pero miraba entorno a él. No deberíamos haber venido hasta aquí, pensaba. Este lugar me da muy mala espina. Y en esto que oyó un ruido, se levantó para mirar de dónde provenía y casi se dio de bruces con un caballo que estaba atravesando el río pasando piedra sobre piedra.
- Ahhhh- gritó, asustado, Amicus.
- Ahhhh- gritó, asustado, el jinete.
- Ihhhh- relinchó el caballo.
- ¿Qué pasa?- dijo a su vez Lacasito, levantándose y con cara de despistado. De tanto tocársela y también un poco a causa del vientecillo nocturno la melena del príncipe se encontraba un tanto alborotada y el llanto desde hacía varias horas había hecho que los ojos se le hincharan. Vamos, que estaba hecho un adefesio. Al levantarse de aquel modo y con esas pintas y avanzar hacia el caballo hizo que éste se asustara y se encabritara, levantando las patas delanteras y apoyándose en las traseras, de tal manera que su amo tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no caer. Y lo consiguió. Pero no pudo evitar que el fardo que llevaba en la mano le cayera al agua.
Amicus, siempre tan solícito, al ver que algo le caía al jinete, quiso ser amable y se agachó a recogerlo pero quiso la suerte que al ir a coger el paquete éste se abriera mostrando un dedo huesudo de lo más carcomido que reconoció inmediatamente.
- ¡La falange!- exclamó.
- No puede ser de la falange- respondió Lacasito-. Aún falta mucho para que se funde.
- Noooo. La falange de San Atafumanasio- le corrigió Amicus.
- Ay, sí. ¿Dónde estará la falange?- se lamentó nuevamente el príncipe.
- Aquí, en mi mano.
Pero apenas si había dicho eso, cuando Erestor se la arrebató.
- Aquí, en la mía- dijo-. La falange me pertenece.
Al ver tan cerca su objetivo Lacasito volvió a ser el mismo de antes. Desenvainó su espada y amenazó a la sombra, pues se había vuelto a cubrir y ahora no era más que eso una vez más.
- La reliquia pertenece al monasterio y allí ha de volver.
- Quitádmela si podéis- le retó la sombra.
Amicus se sentó nuevamente sobre la piedra. Por fin la cosa se ponía interesante.
Los dos cruzaron sus aceros, teniendo Erestor mucho cuidado en no perder la falange en un movimiento brusco. Lacasito, que siempre que se había enfrentado a otro ser, fuera humano o no, había vencido, esa vez tuvo que reconocer que había dado con la horma de su zapato. La sombra era muy ágil y rápida y cada vez que esquivaba una de sus embestidas reía. En eso estaban cuando vieron que se acercaban cuatro caballos a toda prisa.
- Ha sido un placer luchar contra vos- dijo la sombra-. Pero ahora debo irme.
Y de un salto subió a lomos de su caballo.
- No sólo vos y yo queremos la reliquia como veis.
Y huyó todo lo rápido que pudo. Lacasito, que se había quedado sorprendido por la actitud de su contrincante, tuvo el tiempo justo para apartarse antes de ser arrollado por los caballos. Uno de ellos, el más rezagado, al ir cargado con dos hombres en lugar de uno, perdió el equilibrio y cayó al agua, tirando a sus dos jinetes. Uno de ellos lanzó un improperio y se puso en pie como pudo, completamente empapado. A Lacasito esa postura de piernas un tanto abiertas y arqueadas, culo echado hacia atrás y aspecto de ir siempre medio cagado le resultó familiar.
- ¿Suegro?- dijo.
- ¿Lacasito?- dijo a su vez el rey Campechano, esperando encontrar a cualquiera por esos contornos menos a su yerno.
- ¿Qué estáis haciendo aquí?.
- ¿Y vos?. ¿No se suponía que deberíais estar cuidando de mi hermosa hija y haciendo lo posible por darme nietos?.
- He venido a buscar la reliquia de San Atafumanasio- respondió el príncipe, atusándose los cabellos-. Cuando supe que la habían robado, pensé que era mi oportunidad para volver a vivir una aventura. Hasta el momento no había tenido mucha suerte en mis investigaciones. Pensé que alguno de los monjes podía estar implicado.
- Y no estabais errado- dijo el abad, poniéndose en pie-. Yo mismo la robé para vendérsela a vuestro suegro.
- Pero ¿por qué?.
- Pues en mi caso, ha sido por dinero- respondió el abad-. Tengo caprichos caros y el monasterio no dispone de mucho capital.
- ¿Y en el vuestro, suegro?.
- Es privado- respondió Campechano.
- No hay secretos en la familia. O no debería haberlos. Es que no lo comprendo. La reliquia jamás podría exponerse en vuestro reino.
- Es que la quiero para mí- dijo el rey, avergonzado-. Tengo un problemilla que dicen que la reliquia puede solucionar.
- ¿Y qué problemilla es ése?- tanto el abad como Lacasito como Amicus estaban deseando saberlo.
- Hace años que sufro en silencio las hemorroides. Y dicen que para las hemorroides no hay nada como la reliquia. Colocándola en el cuarto de uno alivia el dolor y el picor a la vez que ejerce una función vasoconstrictora que reduce el escozor que producen.
- Pues deberéis empezar a buscar otro remedio- respondió Lacasito, intentando reprimir la risa-. Ése a quien los vuestros persiguen debe estar ya muy lejos.
- En el castillo de Parsimonioso- respondió el abad.
- Lacasito, id tras él y traed el remedio para mi trasero real- le suplicó el rey.
- Con una condición- dijo el príncipe-. Cuando estéis curado, devolveréis la reliquia al monasterio, que es donde debe estar. Tranquilo, abad. Cobraréis vuestro dinero.
- Trato hecho- dijo el rey.
- Por mí perfecto- dijo el abad.
Así pues el príncipe tomó prestado el caballo de su suegro y cabalgó hasta el castillo del rey Parsimonioso.
Erestor entró en el salón del trono con la sonrisa en el rostro. Había cumplido con su palabra y traía la segunda falange del dedo corazón de San Atafumanasio.
- ¡La reliquia!- exclamó el rey al verla por fin en su poder-. Erestor Ar- Feiniel, me habéis traído lo que os pedí y seréis recompensado.
- Ya os dije que lo haría, Majestad- respondió él, manteniéndose entre las sombras-. Aunque no ha sido fácil. El rey Campechano también va tras ella.
- Campechano- dijo el rey, torciendo el gesto-. Siempre pretende quitarme lo que es mío. Ya lo hizo con Macadamia y ahora pretende hacer lo mismo con la reliquia. Pero no lo conseguirá.
Es que resulta que Parsimonioso y Macadamia estaban enamorados de jóvenes pero como sea que los padres de la princesa y el príncipe Campechano les habían prometido de niños no tuvieron más remedio que separarse. Tal era su amor por ella que Parsimonioso no se había casado, incapaz de querer a ninguna otra, y siempre había odiado a Campechano.
- Me privó para siempre de su carita de pan. Pero no me quitará la reliquia del santo. Nunca.
- Él no pero yo sí- Lacasito, acompañado por los tres soldados de su suegro, había conseguido entrar en el castillo, cosa harto difícil pero no imposible cuando se trata de un cuento y el protagonista debe ser guapo, valiente y poderlo hacer todo la mar de bien.
- De nuevo vos. ¡Qué cansino sois!- exclamó Erestor, saliendo de las sombras.
- ¡No!- gritó Lacasito-. La cansina es mi esposa, la princesa Geberga. Yo soy… simplemente encantador- añadió con un movimiento de melena que dejó a todos estupefactos. A todos menos a Erestor, que sintió arcadas al ver tanta tontería junta.
- Rey Parsimonioso, dadme la reliquia del santo- dijo Lacasito, yendo hacia él.
- No.
- Dádmela.
- No, no.
- Os digo que me la déis.
- Pero, a ver si nos entendemos, guapito de cara- le dijo el medio elfo-. ¿Es que los pelos se os han metido en las orejas de tanto meneo y no oís?. Os ha dicho que no.
- Y yo digo que sí- dijo Lacasito, avanzando un poco más hacia el rey. Éste, que llevaba la reliquia en la mano, la apretó contra su pecho.
- No me la quitéis, por favor. Me hace mucha falta. Me hace pupita.
El medio elfo miró al rey. La verdad es que no sabía por qué había robado la reliquia pero siempre había creído que debía de haber algún motivo de peso. Pero ¿pupita?.
- Sí- dijo el rey, al ver que todos le miraban raro-. Quería la falange del santo porque… porque…- cerró los ojos-. Hace años que sufro en silencio las hemorroides. Y dicen que para las hemorroides no hay nada como la reliquia. Colocándola en el cuarto de uno…
- Alivia el dolor y el picor a la vez que ejerce una función vasoconstrictora que reduce el escozor que producen- añadió Lacasito.
- ¿Hemorroides?- las orejas de Erestor se pusieron erectas-. ¿He pasado noches en vela, he aprendido todos los movimientos de los monjes, he luchado, corrido peligro, he robado sólo porque tenéis almorranas?.
- Sí- respondió el rey, medio avergonzado.
- Hale, perfecto. El tío tiene el culo irritado y me hace robar la reliquia de un santo.
- Si os sirve de consuelo- le dijo Lacasito- mi suegro la quiere para lo mismo.
- Hala, venga- exclamó Erestor-. Todos los culos reales sufriendo en silencio las hemorroides. He equivocado la profesión. Si fabrico un producto para eliminar el picor, me forro, vamos. Me forro.
- El caso es- dijo Lacasito con sensatez- que ambos reyes, Majestad, sufrís del mismo mal y queréis la reliquia de San Atafumanasio para sanaros. ¿Qué tal si la usáis vos una temporada y cuando os curéis se la cedéis a mi suegro?. Luego, una vez los dos cu… las dos partes nobles sanadas, podéis devolverla al monasterio, de donde nunca debió salir.
El rey Parsimonioso se quedó un rato pensativo. Luego sonrió.
- Me gusta pensar que Campechano tiene estos dolores en el ano. Ay ay… jajajaja.
Pero nada más decir eso, la falange, como si tuviera vida propia, saltó de su mano hasta el suelo y fue dando saltitos hasta donde se encontraba Lacasito.
- Me temo que la falange no quiere estar con vos en esas condiciones. Tendréis que ceder. Claro, que quizás no os duele tanto…
Un gemido del rey precedió a su susurro:
- Está bien… La usaré yo y cuando me cure podréis venir a buscarla para vuestro suegro. Y en cuanto a vos, Erestor… ¿Erestor?.
Pero el medio elfo, avergonzado por el ridículo que había tenido que hacer, había desaparecido como por arte de magia, sin cobrar ni nada.
Y las cosas se hicieron como Lacasito proponía. Los dos culos reales sanaron y la falange regresó al monasterio de donde nunca debería haber salido.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Y por San Atafumanasio juro que no he tomado sustancias extrañas que me hagan escribir semejantes locuras.