martes, 10 de agosto de 2010



Ayer iba leyendo un libro que trata sobre diversos aspectos de la antigua Grecia y de repente, casi sin venir a cuento, me encontré con una historia que siempre me ha gustado y que alguien a quien quiero mucho se encargó de recordarme un cierta ocasión. Dice así:
Hace muchos muchísimos años, en Frigia, donde ahora está Turquía, vivían dos ancianos, un matrimonio, que siempre se habían querido muchísimo a pesar de los años que llevaban casados.
Un buen día acertaron a pasar por allí dos peregrinos que iban pidiendo cobijo. Nadie quiso alojarles en su casa así que los dos hombres llegaron al fin ante la puerta de Filemón y Baucis, que así que llamaban nuestros protagonistas. Ellos, sin pensárselo dos veces, les dejaron entrar en su humilde cabaña, la más pobre del lugar, y les ofrecieron vino.
Uno de los recién llegados, al ver la pobreza de los que le acogían, dijo que bebieran ellos pero Filemón se negó diciendo que lo guardaban para una ocasión especial y que esa ocasión había llegado puesto que recibían a unos visitantes sedientos. Y sólo entonces fue cuando los dos hombres se atrevieron a beber aunque por más que les sirvieran el vino no se terminaba nunca. Y fue por ese prodigio por lo que los dos ancianos se dieron cuenta de que no estaban ante peregrinos corrientes sino ante dioses. Y así era porque se trataba del mismísimo Zeus, dios de dioses, y de Hermes, su hijo y mensajero alado del Olimpo.
Aturdidos por la presencia de esos seres supremos en su casa Filemón y Baucis quisieron agasajarles con lo único que les quedaba, una oca. Pero cuando la sangre del animal tocó el suelo surgió otra mucho más grande y gorda que la anterior.
Filemón y su esposa cayeron entonces de rodillas ante los dos dioses y les pidieron perdón por tanta pobreza. Pero Zeus les interrumpió diciéndoles que les habían dado todo lo que tenían a pesar de todo y cuando los otros vecinos, mucho más ricos que ellos, se habían negado. Les rogó que le acompañaran a lo alto de una colina pero sin mirar atrás y cuando llegaron pudieron ver, asombrados, que el pueblo había quedado anegado con una laguna, desapareciendo así los vecinos egoístas, y que su cabaña ya no era tal sino un bello templo del que a partir de entonces ellos cuidarían y serían sus sacerdotes.
Pero Zeus quiso premiar a los dos ancianos con algo que les hiciera ilusión. Filemón tomó entonces la palabra en nombre de los dos y rogó que les permitiera permanecer juntos y que cuando les llegara el momento postrero pudieran morir los dos juntos para no tener que sufrir la desgracia de perderse el uno al otro.
Conmovido el dios por semejante muestra de amor así se lo concedió.
Pasaron los años y los ancianos fueron envejeciendo más y más, siempre al cuidado del templo de Zeus. Y al fin llegó su momento. Pero su muerte no fue tal ni vino acompañada de sufrimiento. Sus piernas se transformaron en tronco, sus brazos en ramas y poco a poco su cuerpo se fue llenando de hojas. En su último aliento aún pudieron murmurarse unas palabras. Adiós, amor mío. Y quedaron convertidos él en roble, ella en tilo, salidos de un solo tronco y unidos, por tanto, para siempre.
Se cuenta que aún pueden verse en la antigua Frigia las ruinas de un templo y frente a él, como dos guardianes que ni el tiempo ha podido vencer, dos árboles, un roble y un tilo, lo custodian al tiempo que parecen contemplarse el uno al otro.

jueves, 5 de agosto de 2010

La reina curiosa


No demasiado bien parecida (sus súbditos la llamaban Morro de perro entre otras lindeces), la reina soportaba estoicamente la desdicha que llevar unos cuernos que apenas si le dejaban pasar por las puertas de palacio.
Su marido, el rey Enrique II de Francia, aburrido hasta la desesperación y poco dado al apasionamiento que sin duda Catalina pretendía, se había entregado a una hermosa dama, Diana de Poitiers, que le tenía completamente hechizado (algunos cuentan que se trataba de un verdadero hechizo). Ni siquiera los dicienueve años de diferencia les podían apartar. Y es que ella era hermosisíma y se conservaba perfectamente a pesar de su edad.
Enrique se entregó por entero a la bella Diana y le daba tal situación de privilegio que ella parecía la reina de Francia y no su extraña mujer italiana.
Pero Catalina de Médici podía ser fea pero no tonta. Y si su esposo se iba al lecho de su rival debía ser por algo. Dispuesta a aprenderlo ordenó hacer unos agujeros de tal manera que estando en sus aposentos pudiera observar con detenimiento qué hacía Enrique cuando estaba con Diana y sobre todo qué técnicas usaba ella para ejercer esa influencia sobre su persona. Si embadurnarse de aceites no era suficiente para atraer a su marido, quizás si aprendía las artes amatorias de Diana él vendría más a menudo a cumplir con sus deberes conyugales, acto que el rey consideraba una tortura y que sólo practicaba empujado por su amante.
No fue así. Ni agujeros ni espionaje consiguieron que Enrique amara a Catalina o que fuera a ella más de lo necesario para engendrar diez hijos (cosa que tampoco está nada mal). El caso es que la reina aguantó, aguantó, espió y espió. Y cuando una astilla traicionera de la lanza de su oponente en el curso de un torneo penetró en el ojo del rey, le tuvo diez día agonizando y al final le mató, Catalina de Médicis sacó al fin su lado más cruel. Expulsó a Diana, le arrebató el castillo de Chenonceau, regalo del rey, y todas las joyas que éste le había regalado. Ni siquiera pudo estar con su amante en sus últimas horas. Retirada a su castillo de Anet, la bella Diana murió dos años más tarde, a la edad de 67. Y la reina al fin pudo vengarse de la mujer que en vida de su esposo le arrebató su amor y sus atenciones.
No consiguió igualarla como mujer pero pudo vencerla como reina.

martes, 3 de agosto de 2010

El mobbing

En los últimos tiempos nuestra sociedad está afectada por un virus muy grave que no siempre se detecta o, si se hace, no se sabe cómo tratarse. Se trata del acoso psicológico.

El mobbing o acoso psicológico deriva de la palabra “mob”, cuyo significado sería “acción colectiva de un grupo de personas contra alguien o alguna cosa”. La Real Academia Española define acoso moral o psicológico como “aquella práctica ejercida en las relaciones personales, especialmente en el ámbito laboral, consistente en un trato vejatorio y descalificador hacia una persona, con el fin de desestabilizarla psíquicamente”.

La Agencia Europea para la seguridad y la salud en el trabajo dio en el 2002 una definición que fue consensuada por diversos expertos. Dice “el acoso moral en el lugar de trabajo es un comportamiento irracional repetido con respecto a un empleado o a un grupo de empleados que constituye un riesgo para la salud y la seguridad”. Para que se pueda considerar que hay mobbing tiene que ser una conducta psicológicamente agresiva dirigida contra una persona por parte del grupo o de una sola persona que se debe dar con una duración mínima de seis meses una vez a la semana por lo menos con la intención de romper la resistencia psicológica del individuo y con el objetivo de hacer que deje su puesto de trabajo. No debe confundirse el mobbing con contros conceptos como el estrés, la violencia física laboral o el síndrome del trabajador quemado.

Hasta hace muy poco ha costado incluso que los juzgados y tribunales lo reconozcan. Las primeras sentencias en este sentido pueden ubicarse en la última década.
El Tribunal superior de Justícia de Aragón, en la sentencia nº 752/2003, define el mobbing como “agresión del empresario, o de alguno de sus empleados con el conocimiento y tolerancia de aquél, mediante hechos, órdenes o palabras, repetida y duradera en el tiempo, con el fin de desacreditar, desconsiderar y aislar al trabajador, que puede llegar incluso a deteriorar su salud, con objeto de conseguir un auto-abandono del trabajo, produciendo un daño progresivo y continuo a su dignidad. En consecuencia, añade el Tribunal, como la persona que ejercía funciones de gerencia o dirección, realizó durante largo tiempo conductas agresoras de la dignidad del trabajador en el ámbito de su trabajo, con claro conocimiento de la empresa, ésta sobrepasó los límites de un mero conflicto laboral, para alcanzar una situación permanente de descrédito y acoso personal, con menoscabo de la dignidad de la demandante y finalmente daño a su salud psíquica y también física”.

Para darnos cuenta de la importancia del acoso psicológico sólo tenemos que echar una mirada a las encuestas. La tercera encuesta sobre las condiciones de trabajo en la UE realizada por la OIT en el 2000 daba como resultado que 12 millones de personas han sido víctimas de acoso moral en Europa. En España un informe de 2005 nos dice que el 5% de los trabajadores españoles están acosados en el trabajo, sobre todo los profesionales de la enseñanza, de la salud, representantes sindicales, personal de guarderías, personal de prisiones o de organizaciones religiosas o de ONGs. Igualmente se ha demostrado que un 14 % de las personas que trabajan en la administración son víctimas de mobbing.

El mobbing no es una actuación aislada encaminada a mejorar el trabajo de una persona o su rendimiento en un momento puntual sino que va dirigida a la destrucción de la víctima y en todo caso a que abandone el puesto de trabajo.
Podemos distinguir varios tipos: El ejercido por la organización para conseguir que los trabajadores se vayan por sí mismos y evitar los costes de los despidos; el que ejerce el jefe sobre sus subordinados en un importante abuso de poder (es el más frecuente); el ejercido por los compañeros de trabajo para eliminar a un posible competidor o el acoso de un trabajador hacia su jefe.

En cuanto al acosador, pueden ser hombres o mujeres (se ha demostrado que los hombres son mayoritarios, en un 53% de los casos), siendo que los hombres acosan a hombres y mujeres por igual y ellas a mujeres en 2 de cada 3 casos. Sus motivaciones pueden ser diversas: ahorrarse una indemnización, desviar la atención hacia un comportamiento negligente, eliminar a un competidor, etc. Lo que se busca es intimidar a la víctima y consumirle emocional e intelectualmente para que se vaya de la organización o para satisfacer su ansia de hacer mal y controlar.

En lo que respecta a la víctima suelen ser mujeres, discapacitados, menores de 30 años o mayores de 55. Suelen ser personas empáticas, afectivas, sensibles, honradas, dubitativas y con gran necesidad de sentirse valoradas. Tienen una gran inclinación a sentirse culpables y son fáciles de convencer. Las estrategias para acosarles pueden ser ataques a la calidad laboral de la víctima (darle trabajo imposible de hacer en un plazo corto de tiempo, no dejarle hablar para defender su postura, darle trabajos denigrantes o inferiores a sus capacidades, quitarle responsabilidad, ...), aislarle socialmente, ataques a la vida privada de la víctima o a su imagen, agresiones verbales, etc. Para ello el agresor puede actuar solo o acompañado de aliados que pueden ayudarle a extender rumores sobre la víctima. El comportamiento de los denominados testigos mudos, personas que conocen la situación pero callan, tampoco ayuda a la víctima.
Ante esta situación entran en una fase de desconcierto, sin saber bien qué les está ocurriendo, y a menudo tienden a caer en una depresión. Los efectos del mobbing pueden afectar no sólo a la salud física o mental de la víctima sino incluso a sus relaciones personales. Un estudio realizado recientemente en Suecia ha estimado que entre el 10 y el 20% de los suicidios tienen su causa en el mobbing.

En lo que respecta a las consecuencias sobre la salud pueden ser ataques de ansiedad, ataques de pánico, estrés, depresión reactiva o transtornos del sueño entre otras patologías. La víctima tiende a mostrarse irritable, hostil y con problemas alimentarios. Eso puede comportar problemas estomacales, dolores de cuello, espalda o musculares, debilidad en las piernas, sudoración, sequedad en la boca, apatía o cansancio. Ante los demás se muestra susceptible a la crítica con actitudes de desconfianza, aislamiento social o agresividad.
A nivel laboral las principales consecuencias acaban siendo el despido, a menudo buscado por el agresor, abandono voluntario del trabajador , dificultades para encontrar un nuevo trabajo, etc. Y como consecuencia de la pérdida de trabajo se ven afectadas sus relaciones en su entorno afectivo con separaciones matrimoniales o falta de deseo sexual.

Una de las principales tácticas para evitar el mobbing es tener confianza en uno mismo y ser capaces de distinguir al agresor. Tenemos que darnos cuenta de cuándo estamos delante de una persona manipuladora y ver que no tenemos la culpa de los fallos sino que simplemente nos están acosando. Debemos ser muy conscientes en todo momento de lo que pasa y no negar nunca la evidencia de un acoso moral, ser conscientes de la existencia de un mal y buscar soluciones.
En cuanto a los empresarios, deben ser cautelosos y evitar estas prácticas en las empresas, fomentando organizaciones saludables de trabajo en equipo y facilitando a los trabajadores formación en prevención de riesgos laborales. En España diversas sentencias están condenando ya al empresario solidariamente junto con el acosador a pagar a la víctima una indemnización por los daños y perjucios sufridos. Por vía civil un empleador sólo podría evitar la condena en vía civil cuando ha adoptado en su empresa todas las medidas preventivas posibles y, pese a eso, no se ha podido evitar el mobbing.
Por otra parte una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra del año 2001 empieza a reconocer como accidente laboral un síndrome psíquico padecido por un trabajador en su trabajo.