Segundo día.
A las 8 de la mañana sonó el despertador, a las 9 daba cuenta de un buen desayuno en el buffet del hotel y a las 9 conocíamos a Javier, el guía acompañante que había llegado hacía muy poco con el resto de los compañeros de grupo.
Escuchando lo que decían he llegado a la conclusión de que volar a Delhi haciendo escala en Helsinki es algo estúpido a la par que una pérdida de tiempo. Comportaba 4 horas más unas siete por lo que se hacían de más dos horas a lo tonto. Y los que tuvieron que hacer esa opción estaban más que muertos de sueño.
Cogimos el autobús que sería el nuestro durante todo el viaje, con un conductor eficiente y un ayudante que con el tiempo supimos que, entre otras cosas, servía para vendernos agua fresca al estupendo precio de 30 rupias la botella de litro (aproximadamente 50 centímos de euro).
Nuestra primera visita con un guía oficial algo quemado fue la espectacular Jama Masjid, la mezquita más grande de la India, previo pago de 200 rupias para poder usar la cámara de fotos. Os diré que eso es casi 4 euros. ¿No es un poco abusivo?. La política de precios en los monumentos también lo es teniendo en cuenta lo que paga un nacional.
La mezquita fue construida por el emperador mogol Shah Jahan(el mismo del Taj Mahal) entre 1644 y 1658 y destaca por sus enormes dimensiones, no en vano, como dije, es la más grande del país. Simplemente el patio ya es descomunal.
Como era de esperar no podemos entrar con los hombros descubiertos pero lo que no sabíamos es que nos pondrían a las mujeres una curiosa bata de colores llamativos (la mía naranja), que en las fotos, y lejos de lo que cabría esperar, ha resultado ser favorecedora. Descalzos o con calcetines recorrimos el mojado suelo de la mezquita bajo la atenta mirada de los indios, sobre todo de algunos niños, que no dudaron en ponerse en las fotos. Empezamos a descubrir lo mucho que les apasiona eso.
Desde la mezquita podemos ver un poco del mercado de Chandni Chowk, el más popular de Old Delhi. Bullicioso, desordenado, lleno de cables por todas partes. Gente, motos, ruido, por doquier. Y desde arriba pudimos fotografiar con comodidad otro de los monumentos más importantes de la ciudad que, lamentablemente, no pudimos visitar. Se trata del Fuerte rojo, complejo de edificios en piedra arenisca roja que había de servir en pocos días de escenario del discurso del Primer ministro a la nación en el día de la Independencia y que por entonces estaba tomado por el ejército. Por el mismo motivo tampoco pudimos ver el lugar de cremación de Gandhi. Sí que vimos de pasada los edificios de las embajadas (con el paso de los días llegué a cansarme de que me recalcaran todo el tiempo dónde estaba la de EEUU y me hizo mucha gracia que la de España estuviera frente por frente con la de México) y las casas de los congresistas.
Una parada para hacer fotos nos sirvió para darnos cuenta de las enormes dimensiones de la Puerta de la India. Fue construida para recordar a los más de 90,000 soldados hindúes que perdieron sus vidas durante las Guerras Afganas y la Primera Guerra Mundial. Está ubicada en uno de los extremos del Rajpath, una importante avenida de Delhi. Desde 1971, 40 años después de la finalización de su construcción, arde bajo el monumento la llama eterna en memoria del soldado desconocido, como en otros muchos puntos del planeta. Antiguamente bajo el monumento estaba la estatua de Jorge V (su construcción duró de 1921 a 1931) pero se retiró al alcanzar la India su independencia.
Luego nos llevaron a ver el templo jainista de Birla Mandir o Lakshmi Narayan, un bonito conjunto de edificios rojos, amarillos y blancos construidos en 1938 y dedicados a la esposa del dios Vishnú. Dentro está prohibido hacer fotos (tuvimos que dejar la cámara en el autobús) y llevar zapatos. Aprendimos algo sobre los dioses hindús, principalmente Ganesh, el más popular de todos por ser el de la buena suerte. Es el hijo de Shiva y Parvati y está representado con cabeza de elefante, fruto de una curiosa historia que dice que su padre al volver a casa no reconoció su paternidad y le cortó la cabeza. Después, al ver la tristeza de Parvati, prometió ponerle la del primer animal que pasara que resultó ser un elefante. También vimos muchas esvásticas, un símbolo que a nosotros nos recuerda los horrores del nazismo pero que es muchísimo más antiguo. El término proviene del sánscrito y significa buena suerte, bienestar, fortuna o muy auspicioso y la esvástica está ampliamente representada en los templos.
Allí me pusieron por primera vez ese punto que llevan las mujeres indias en la frente. Se llama bindi. Se pone a la altura del sexto chakra (el de la sabiduría) y en mi caso era de ceniza naranja.
Más tarde nos dirigimos al Gurdwara Bangla Sahib, el principal templo sikh de la ciudad de Delhi. Se trata de un bonito edificio de mármol blanco con unas llamativas cúpulas doradas. Todo el él rezuma limpieza (y menos mal porque tenemos que entrar descalzos). Para penetrar en el templo es obligatorio que hombres y mujeres se cubran la cabeza, para lo cual facilitan pañuelos a los que no tengan uno a mano. Está dedicado al octavo gurú sikh, que vivió en la ciudad en el siglo XVII. Un par de curiosidades. La primera es que los fieles van a buscar a ese templo un agua considerada milagrosa. La segunda es que el complejo cuenta con una cocina y un comedor donde todo aquél que lo necesite puede comer gratis. De hecho nosotros pasamos por allí en el momento de repartir la comida y tuvimos el privilegio de poder entrar en la cocina, donde se habían preparado unas lentejas negras que desprendían un olor delicioso y pan.
La doctrina básica del sijismo consiste en la creencia en un único dios y en las enseñanzas de los diez gurús del sijismo, recogidas en el libro sagrado de los sijes, el Gurú Granth Sahib. De hecho el libro se considera como un ser humano, un gurú o maestro, y duerme en su propia cama. La del templo de Gurdwara Bangla Sahib es impresionante.
Después de todas estas visitas (y de haber visto algunas otras cosas desde el autobús en visita panorámica) fuimos a comer a un restaurante recomendado por el guía. Esta comida no estaba incluida pero no nos quedó más remedio que aceptar y comer todos allí. El restaurante estaba limpio y parecía de fiar. Nos sacaron algunas cosas en el centro de la mesa para que cada uno se sirviera lo que quisiera: pan, arroz blanco, lentejas, carne de pollo picada en unos rulitos, unas cositas redondas rebozadas, puré de espinacas, verduras y pollo tandoori en salsa que casi nadie probó porque tenía pinta de ser picante. De postre comimos helado de nata con chocolate. Nos costó unos 10 euros por persona con bebida (con el tiempo veríamos que era una de nuestras comidas más baratas).
De ahí nos dirigimos al recinto del Qutb Minar, el minarete más alto del mundo y monumento más antiguo de Delhi. Tiene una altura total de 72,5 metros y está construido en piedra arenisa roja tallada y profusamente decorada. Su diámetro en la base es de 14,3 metros mientras que en su punto más alto es de 2,7 metros. El Qutb Minar es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1993. Junto a él está la mezquita Qwwat-ui-Islam, del siglo XII igual que el minarete, y que es la más antigua de la India. En el patio de la mezquita se conserva un pilar de hierro de 7 metros de altura con inscripciones en sánscrito del siglo V a.C. y que inexplicablemente no se oxida. Junto a la mezquita, algo más allá, está el Alai Minar, que fue un intento del sultán Alaudín de hacer un minarete mucho más alto que el Qutb Minar. Por lo que se ve no lo consiguió ya que sólo pudo llegar a los 27 metros. Sin duda es una de las zonas de la capital india más hermosas.
De vuelta al hotel sobre las seis de la tarde y con tiempo libre decidimos coger un taxi en el mismo recinto para ir a la Tumba de Humayun. El taxi, cómodo y seguro, nos costó 200 rupias y la entrada a la tumba 250 más por persona. Aunque no se incluye en los circuitos organizados, este lugar es poco menos que imprescindible. Se trata de un complejo de varios edificios, en su mayoría tumbas, declarado en 1993 Patrimonio de la Humanidad, y entre los que destaca la tumba principal, la del emperador mogol Humayun. Está construida en piedra arenisca roja con decoraciones en mármol blanco y fue mandada construir por la viuda de Humayun para su esposo en el siglo XVI. Ella misma está también enterrada allí, así como otros dignatarios. Los pequeños sepulcros blancos no distinguen a unos y a otros y hoy por hoy sólo se sabe cuál era la tumba que pertenecía al emperador, por ser la única que está sola en el centro del recinto. Está rodeada de unos hermosos jardines y con un estanque delante en el que se refleja. Es por ese motivo que se considera el antecedente del Taj Mahal (Humayun era bisabuelo de Sha Jahan).
Terminada la visita, a las 7 de la tarde, hora del cierre, cogimos un riskshaw para ir a Connaught Place, enorme plaza circular de la que parten las principales avenidas de Nueva Delhi. Desgraciadamente no pudimos apreciar su belleza y la de sus blancos portales porque estaba en obras y la circulación por allí era cuanto menos complicada. Lo que sí vimos es que en la plaza se concentran numerosas tiendas de importantes marcas así como establecimientos extranjeros de comida rápida, todo fuertemente vigilado por guardias de seguridad. Después de tomar unas patatas y una bebida en un McDonald’s, cogimos allí mismo el metro para ir a Chandni Chowk. Es muy moderno y barato (10 rupias por persona).
Chandni Chowk es uno de los mercados más importantes de la India y así lo ha sido a lo largo de tres siglos. Es el mayor mercado de Old Delhi y se extiende a lo largo de 2 kilómetros. Sin embargo ya era de noche y no pudimos apreciar en su extensión lo mismo que habíamos intuido de día. Sólo vimos desde fuera un templo dedicado a Surya, el dios hindú del sol, con una llamativa carroza en la fachada tirada por siete caballos. En vista de que era ya oscuro decidimos coger otro tuc tuc (así llaman allí a los rickshaws) e ir a varios kilómetros de distancia a ver el Templo Bai Hai. El conductor era algo kamikaze (y después veremos que también un poco timador) y se pasaba el rato escupiendo una cosa anaranjada, el “paan” supongo (una mezcla de muchas cosas para, supuestamente, facilitar la digestión). Resulta asqueroso verles escupir continuamente. Pero hablemos primero del templo. Era curiosa religión considera que hay un dios comunitario, que la humanidad es una sola raza y que pronto llegará el día de la unificación para crear una civilización universal. Aunque la oscuridad no nos permitió ver bien el templo, es impresionante. Construido en 1986, está construido en mármol y cemento blanco y tiene la forma de una flor de loto. El loto es símbolo en la India de pureza y santidad.
Cuando llegamos de regreso al hotel eran ya las 22.30 de la noche y el conductor del tuc tuc, olvidándose que habíamos pactado el precio del viaje, pretendía cobrarnos además una tasa nocturna cuando había sido él quien se había ido entreteniendo todo el tiempo (se paraba a comprar agua, a preguntar o a cualquier otra cosa). Por suerte la oportuna llegada a un encargado del hotel preguntando si estaba todo bien le hizo desistir.
Ese primer día en la India nos hizo darnos cuenta de la cruda realidad del país. Los edificios son muy pobres y muchas personas viven en plena calle. Es costumbre que gente de otras ciudades se traslade a una más grande para trabajar en la construcción, de carreteras por ejemplo. Viven en tiendas de campaña prefabricadas en plena calle y mientras los padres (las mujeres también desempeñan esos trabajos) trabajan, los hijos, a veces de corta edad, duermen sobre la calzada o juegan con lo que pueden. También es normal ver lisiados, también en plena calle, pero en un número muy superior al que estamos acostumbrados. Las condiciones de vida de esas personas son penosas. No sólo por las inclemencias del tiempo sino por todo, la basura acumulada por todas partes por ejemplo.
Buen recorrido has dado, espero ver pronto las fotos de ese maravilloso viaje, como siempre lo mejor para ti.
ResponderEliminarPodías imaginar que este contraste se daría entre la enorme riqueza cultural de ese pueblo y la miseria en la que están viviendo; una cosa son los espacios destinados a turistas y otra muy distinta la realidad de la calle.
ResponderEliminarTe sigo leyendo.
Sigue, sigue. Esto aún no se ha acabado. Y a mi vuelta del viaje seguiré hasta el día nº 18.
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