martes, 7 de septiembre de 2010

Pasaje a la India... con billete de vuelta

Cuarto día.

La noche pasó lentamente, penosamente. Un ruido, como un quejido, no nos permitió descansar como hubiéramos querido. Una vez que me hube adecentado (todo lo mejor que pude, con mi largo y escotado vestido azul) decidí salir de la habitación y subir las escaleras que llevaban a lo más alto de esa torre.

En la terraza las vistas eran espectaculares, no cabe duda. Más abajo, azul, impecable, una piscina de agua limpísima invitaba a un baño que no nos dimos. Pero lo que llamó mi atención fue el origen del ruido que nos había acompañado toda la noche. Posado en una rama cercana un pavo real, esbelto y colorido, se comunicaba con otro que estaba sobre otra terraza. De haber tenido una escopeta juro que ni su belleza me hubiera impedido dispararles y hacerles ir a parar a la cazuela. No os podéis imaginar cómo llega a cansar escuchar su gritito durante horas. El guía me aseguró que no era época de celo; no quiero ni imaginarme lo que puede ser tener a todos esos bichitos cerca de tu habitación lanzando berridos para atraer a las féminas. Pero no creo que me dejaran matarlos. El pavo real es el ave nacional de la India. Tan sagrado como las vacas.
Después del desayuno y algunas fotos salimos a la calle para ver a la luz del día por dónde habíamos tenido que subir la accidentada noche anterior. La verdad es que no nos pareció que estuviera tan mal. Incluso circulaban algunos autobuses por lo que la pregunta era ¿por qué el nuestro no?. A día de hoy aún no hemos obtenido respuesta.

Alsisar es un pueblecito pequeño con algunas casas tipo haveli, un par de pequeñísimas tiendas y algunos vecinos que nos miran con curiosidad. El mismo sistema para llevar las maletas es curioso. Dos risueñas dromedarias tiraban de sendos carritos cargados en los que nosotros hubiéramos ido divinamente por la noche sin ensuciarnos.

Cargadas ya las maletas en el bus no volvimos a parar hasta tres horas más tarde y después pasada la una del mediodía para comer, ya en Bikaner. Nos llevaron a un restaurante donde comimos de buffet macarrones, arroz, pollo asado y algunas otras delicias y de postre arroz con leche con sabor a coco y los siempre presentes plátanos.

Después de reponer fuerzas fuimos con el guía local a visitar el fuerte Junagarth. Bikaner, en pleno Rajasthan, está en cerca del desierto del Thar y se dice que las precipitaciones allí son muy poco abundantes. Además hace muchísimo calor, cosa que puedo atestiguar. La ciudad lleva, como otras muchas, el nombre de quien la fundó, en este caso Rao Bika (el nombre de la ciudad significa asentamiento de Bika), en el siglo XVI. El edificio más importante es el fuerte ya citado. Es uno de los más bonitos que vimos en el recorrido y probablemente también uno de los más desconocidos. Se construyó en el siglo XVI a instancia del rajá Rai Singh y sus muros de arenisca tienen un perímetro de casi un kilómetro, 37 bastiones y un foso. Eso, unido a la presencia del desierto, hace que el fuerte no haya sido conquistado y que se mantenga en ese excelente estado de conservación. Dentro, y subiendo y bajando sin parar, recorriendo multitud de pasadizos, fuimos descubriendo los distintos palacios que el fuerte encierra y que son un total de 37. El más bonito de todos ellos es el Anup Mahal, construido en 1690 por el maharajá Anup Singh como salón de audiencias privadas y decorado con posterioridad con el esplendor de una corte de las mil y una noches. Los muros de cal están recubiertos de laca roja y dorada, espejos y pan de oro. Puedo asegurar que el resultado es maravilloso.

El salón de audiencias públicas se llama Karan Mahal. Se construyó en el siglo XVII y también está ricamente decorado. Otros palacios son el Chandra Mahal (palacio de la luna) y el Phool Mahal (palacio de la flor), donde está la curiosa cama de patas bajas donde dormía Rao Bika y que le permitía, al tener los pies apoyados en el suelo, defenderse de ataques de enemigos en plena noche, algo que al parecer ocurría a menudo en las cortes de la época.

Es francamente bonito el Badal Mahal (palacio de las nubes), decorado en azul y blanco con pinturas de nubes, relámpagos y tormentas. Tenemos que tener en cuenta que Bikaner está próximo al desierto y que en un lugar tan seco la lluvia ha de ser muy deseada. El sultán se había hecho instalar una especie de sistema de aire acondicionado. Determinado mecanismo permitía que le salpicara agua y eso, unido a la visión de las pinturas, daría la sensación de que llovía. Es por eso que se ha pensado que podría haber sido utilizado para que el rey ejerciera algún tipo de ritual de llamada a la lluvia.

En el fuerte hay otros muchos rincones que merecen ser visitados o explorados. Y sin duda es espectacular la vista desde alguna de sus terrazas.

Después de la visita, y completamente sudados, el guía (más sudado que nosotros) decidió llevarnos a ver un taller de tejidos de la zona. Vamos, uno de esos sitios donde vas, te tomas una bebida, te enseñan el producto y luego intentan venderte algo. He de reconocer que tenían cosas muy bonitas, sobre todo colchas y telas para cubrir el sofá. Y por la cantidad de gente que compró deduzco que no era tan caro. Personalmente no compré nada quizás porque no me gusta ir tan cargada y la ropa sola ya roza los 20 kilos permitidos por las compañías de aviación. Lamenté, no obstante, no poder ver algo más de la ciudad pero bastante temprano abandonamos Bikaner para ir a Gajner, donde se ubica nuestro próximo hotel.

Gajner, a 30 kilómetros al noroeste de Bikaner, sólo destaca por dos cosas. La primera y más importante es el Summer Palace, un palacio que sirvió como pabellón de caza a los maharajás y que hoy se ha convertido en heritage. En fin, era nuestro hotel. A primera vista es un lugar precioso. Son varios edificios de arenisca roja rodeados de jardines y frente a un lago. Las habitaciones, enormes, están separadas de la recepción. Puedo hablar de la mía para decir que era muy grande. Por un lado estaba la habitación propiamente dicha, con la cama y dos sofás, uno al pie de una chimenea blanca. Por un lado se entraba a un pequeño cuarto donde estaban el armario y la nevera y que daba paso al cuarto de baño. Por el otro se accedía a otra pequeña habitación con un sofá cama. En fin, una habitación de lujo dispuesta para varias personas.

2 comentarios:

  1. Ya he hecho mis deberes. Ahora toca esperar a que termines tu próximo viaje para seguir leyendo. Se te va a acumular el trabajo. ¡Un besote!

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  2. De momento voy por el décimo día. Quedan sólo 8.

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