sábado, 9 de octubre de 2010

Pasaje a la India... con billete de vuelta- Undécimo día

Salimos temprano de Udaipur con el mismo guía local que nos había acompañado últimamente. Tardamos unas dos horas y media en llegar a Chittor. Dejamos el bus delante del restaurante y cogimos unos jeeps para subir al monumento más importante de la ciudad, el fuerte. Nuestro coche llevaba una curiosa y enorme bocina de color verde llamativo que el conductor no dudaba en tocar de vez en cuando, por si acaso en la ciudad no se habían dado cuenta de que habían llegado extranjeros.

El fuerte de Chittorgarh es una enorme mole, el fuerte más grande de Rajasthan. Se eleva sobre una colina y está completamente en ruinas. Es tan enorme que se hace necesario ir en coche para poderlo visitar. Es famoso en la India por las leyendas que se cuentan sobre sus ocupantes y por los asedios que ha tenido que afrontar.

Chittor fue la capital del reino de Mewar entre los siglos XII y XIII y por su enclave estratégico lo codiciaron muchos invasores. El primer asedio tuvo lugar en 1030, cuando el sultán Alauddin Khilji lo atacó. En aquella época gobernaba la ciudad un rey justo y bueno llamado Ratansen. En la corte había un músico y hechicero llamado Raghav Chetan que quiso deshacerse de sus enemigos despertando a espíritus malignos. El rey se enteró y le desterró. Entonces el hombre, como venganza, quiso convencer al sultán de Delhi, Alauddin Khilji, para que atacara Chittor. Y no se le ocurrió nada mejor que hacerse apresar y cuando estuvo ante él hablarle de la belleza de la rani. Deseoso de conseguir a tan hermosa mujer, el sultán partió rápidamente a Chittor y le pidió al rey que le mostrara a su esposa. Padmini se negó, como es lógico, pero el sultán siguió insistiendo y al final la rani accedió a mostrarse a través de un espejo. Al verla el sultán tuvo muy claro que la mujer debía ser para él. Con ese objetivo regresó a su campamento, haciéndose acompañar del rey Ratansen, al que secuestró. El rescate del rey no iba a ser otro que la propia Padmini .
A la mañana siguiente cientos de palanquines llegaron al campamento de Alauddin Khilji. El sultán estaba feliz pues suponía que llevaban a la reina y a sus damas. Pero cuál fue su sorpresa al ver que no se trataba de Padmini sino de fuertes soldados de Chittor dispuestos a liberar a su rey.
Libre ya Ratansen, Chittor distaba mucho de quedar a salvo. El sultán, enfurecido, dio orden de asediar el fuerte. Transcurrió un tiempo, después del cual las reservas de Chittor se acabaron. No quedaba más remedio que luchar frente a frente. Y entonces Padmini tuvo una idea que ha entrado para siempre en la leyenda de la ciudad. Sabiendo que iba a tener lugar una lucha desigual porque los ejércitos del sultán eran muy numerosos y no queriendo ni que las mujeres quedara deshonradas después de la victoria de Alauddin ni que los hombres lucharan preocupándose continuamente por sus esposas, madres, hijas o hermanas, ordenó que todas, con ella a la cabeza, se lanzaran a las llamas en un suicidio colectivo. Así, cuando el ejército de Alauddin entró en la ciudad, no encontró más que las cenizas y huesos de las mujeres que salvaron su honor y el de sus hombres. Todavía hoy se distingue el lugar donde se supone que estuvo el palacio de Padmini así como aquel punto en medio del lago donde Alauddin vio la imagen de la rani reflejada en el espejo.

Ya en el siglo XVI miles de mujeres volvieron a suicidarse para evitar caer en manos del sultán Bahadur Shah de Gujarat. En aquel entonces la reina Jawaharbai murió junto a los soldados rajput enfrentándose al sultán para liberar a la ciudad del asedio.

Una tercera vez fue asaltado el fuerte, concretamente en 1567 por el famoso sultán Akbar. El fuerte se abandonó y la capital se llevó a Udaipur.

El palacio rajput más antiguo que se conserva es el Rana Kumbha’s Palace, del siglo XV. Hoy en día está en ruinas. Cerca está el símbolo del fuerte, la torre de la Victoria, una mole de arenisca de nueve alturas (36 metros) construida en el siglo XV para conmemorar la victoria sobre el sultán Mahmud de Malwa. Llaman la atención las esculturas que cubren todo el monumento, con imágenes de dioses y diosas de la mitología hindú.

En el complejo también podemos ver diversos templos y algunas ruinas de palacios y otra torre, Kirti Stambh (Torre de la Fama), del siglo XII y de 22 metros de altura, dedicada a Adinath, el primero de los tirthankaras jainistas. La vista desde arriba del fuerte es espectacular.

Una vez abajo fuimos a comer. En el restaurante había la que probablemente sea la pasta más mala que he probado en mi vida, con una salsa de tomate dulzona casi incomible. Menos mal que había otras cosas (arroz con guisantes, pollo a l’ast,…) que lo arreglaban.

Después de comer salimos hacia Pushkar. Allí nos alojamos en un resort que parece que está donde Cristo perdió la zapatilla. Para llegar tuvimos que meternos por la montaña, por unos caminos por los que parecía que el autobús no iba a poder pasar.

Cuando llegamos el complejo nos da bastante buena impresión. Una piscina muy bonita, césped muy verde y unas habitaciones consistentes en pequeñas casitas individuales. El problema vino cuando, al ir a poner la TV, no funcionaba. A día de hoy sigo esperando que venga el chico de mantenimiento que prometieron desde la recepción.

Como era oscuro, estábamos apartados de todo, ya no podíamos bañarnos en la piscina y no iba la TV, decidimos pedir algo en el servicio de habitaciones. Unos deliciosos sándwiches calientes con queso y pollo y un plato de riquísimas patatas fritas me llevaron a las puertas del cielo en un instante.

Por cierto, ya hace días que vengo sufriendo de una erupción/irritación en las ingles que iba más o menos pasando con crema hidratante. Ver en el hotel polvos de talco me hizo muy feliz. Después de un par de aplicaciones no volvió a dolerme.

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