Salimos por la mañana para visitar el famoso fuerte Amber con un guía local. Por el camino paramos un momento para hacer una foto al Palacio de los vientos. El tío de una tienda de enfrente del palacio me recordaba de la tarde anterior aunque dijo que le gustaba más mi ropa del otro día. Es que llevaba como dije un vestidito liviano y al día siguiente unos vaqueros que dejaban ver menos carne.
Por cierto, en la misma acera donde estábamos unos tíos estaban tocando la flauta para que las cobras salieran del cesto. A mí ya no me sorprenden porque vi una (y muy de cerca) en Túnez y alguna que otra en Marrakech, en la Plaza Jemaa el Fna. Después de la parada de rigor seguimos hasta nuestro destino.
El palacio fortificado de Amber, uno de los más bonitos de la India, fue ciudadela de los reyes hasta el siglo XVIII, cuando la capital se trasladó a Jaipur. Fue fundado en el siglo XVI sobre los restos de un viejo fuerte del siglo XI pero los principales edificios que vemos hoy en día los mandó construir Jai Singh I, que reinó de 1621 a 1667. La fortaleza es verdaderamente colosal y se alza sobre una colina. Para subir es necesario coger un elefante.
Antiguamente subían cuatro personas en la cestita que el animal lleva en su lomo. En el año 2005 una mujer murió en un grave accidente, cuando el elefante que la llevaba se asustó a causa del estrés de subir y bajar tantas veces, el montón de animales y personas que circulan y los gritos de los vendedores. Desde el entonces sólo pueden subir dos personas por animal y está regulado el número de veces que cada animal puede subir.
Sentarse en el elefante no es muy complicado porque subes a un sitio elevado por unas escaleras y desde allí es como si te sentaras en una silla. Para seguridad colocan una barra de hierro que cierra la cesta. El balanceo del animal hace que se mueva mucho y que a veces te dé la sensación que vas a caer abajo, al precipicio o dentro del lago. Curiosamente, a pesar de lo alto que está y de lo imponentes que son esos animales, no me dio ningún miedo (y eso que tengo vértigo). Me sentía muy segura, tanto que iba tranquilamente haciendo fotos. Por cierto, hablando de fotos, sonreíd siempre porque de vez en cuando aparecen por el camino fotógrafos profesionales que te hacen fotos para vendértelas cuando bajes. Vale la pena teniendo en cuenta que es muy complicado poderte hacer una foto a ti mismo desde arriba. Si sabes regatear puedes conseguir muy buen precio por ellas. Y sirven hasta como regalo para la familia.
De todos modos si alguien considera que subir en elefante no es lo suyo siempre puede contratar un jeep, mucho más caro pero evidentemente más seguro. Como acaban llevándote al mismo sitio…
Una vez arriba, y a cambio de una propina, puedes hacerte una foto junto al elefante, incluso tocándole las orejas. Es una experiencia única.
Una vez dentro del recinto llaman la atención en primer lugar el Diwan-i-Aam, patio destinado a audiencias públicas, donde se encuentra el Sattais Katcheri, un conjunto de 27 columnas donde se sentaban los escribas. En el mismo patio se abre la majestuosa (y muy fotografiada) puerta de Ganesh, que sirve de entrada a los tres palacios privados erigidos entorno a un jardincito. En la parte superior vemos las celosías desde donde las mujeres podían ver sin ser vistas. En el interior es importante destacar el Sheesh Mahal, con sus múltiples espejos incrustados en las paredes, o el bellísimo Jas Mandir, salón de audiencias privadas, también con incrustaciones de cristal y un elegante techo de alabastro.
Hicimos la bajada andando y contemplando a medida que bajábamos el Kesar Kyari Bagh, el bonito jardín que hay en medio del lago. Debe su nombre a que antiguamente se plantaba azafrán (kesar). Lo mejor es ignorar a los vendedores. El guía local nos da una advertencia. Suelen enseñarte cosas y te dicen que sólo vale 20 rupias. Cuando aceptas porque es baratísimo suben el precio a 20 euros. Sin embargo con grandes dosis de paciencia se pueden conseguir gangas, como bonitas estatuíllas de Ganesh talladas en madera por 100 rupias (menos de 2 euros). Ah, y no olvidemos las fotos pero eso sí, tienes que regatear mucho por ellas.
Ya de vuelta en Jaipur vimos sin bajar del bus el Jal Mahal, Palacio del agua, que flota dentro del agua del lago Man Sagar durante la época del monzón. Fue mandado edificar en el siglo XVIII tomando como modelo en Lake Palace de Udaipur. Después visitamos una fábrica de alfombras, un tópico que no puede faltar en ninguno de estos viajes. Evidentemente lo único que hice allí fue mirar y hacer muchas fotos. No voy a venir a Barcelona con una alfombra; además, les tengo mucha manía.
Y por fin llegamos a uno de los principales puntos turísticos de la ciudad de Jaipur, el observatorio o Jantar Mantar. Fue mandado construir por el famoso Jai Singh II junto a otros como el de Delhi aunque éste es el más famoso y mejor conservado. Jai Singh estaba al tanto de los progresos de la astronomía, tema que le apasionaba, y mandó construir entre 1728 y 1734 un observatorio de gigantescos instrumentos que todavía hoy funcionan. El tamaño de los mismos es increíble. Podemos ver relojes de sol, instrumentos que sirven para determinar la posición de las estrellas, la altitud del sol, mapas del firmamento o que sirven para hacer horóscopos muy precisos. Jai Singh pensaba que cuanto más grandes eran sus instrumentos mayor era su precisión. Sentí que el guía local no nos explicara más en profundidad para qué servía cada uno de los artilugios, sobre todo teniendo en cuenta que al final nos enteramos que era un experto en la materia que incluso había escrito un libro.
Y al fin nos dirigimos al City Palace para hacer una visita que creo que fue demasiado precipitada. Con la obsesión de dejarnos tardes libres (en este caso inútil porque la gente no sabía bien qué hacer ya que habíamos tenido la tarde anterior para visitar la ciudad a nuestro aire) agolparon todo en una mañana. Se trata de la residencia de los gobernantes de Jaipur desde la primera mitad del siglo XVIII y actualmente está parcialmente abierto al público. Destacan, además de algunos museos, salas palaciegas elegantes como las de otros palacios que ya hemos visto y dos gigantescas urnas de plata, incluidas en el libro Guinness como los objetos de plata más grandes del mundo. En su tiempo se utilizaron para transportar agua sagrada del Ganges en la visita que Madho Singh II hizo a Londres en 1901.
Por la tarde, después de comer y dar una vuelta por la parte más moderna de la ciudad donde abundan las joyerías, cogimos un rickshaw y subimos a ver el Monkey Temple. Se trata de un conjunto de templos enclavados en una colina sobre la que se ve toda la ciudad de Jaipur. Más que el templo principal lo que más llama la atención es la cantidad de monos de cara roja que rondan por allí. Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, no hacen nada, ni te miran si tú no les miras. Vimos muchos machos dominantes, uno de los cuáles nos pasó rozando la espalda cuando nos sentamos un momento, y madres con pequeños juguetones de caras feísimas.
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