OCTAVO DÍA
Nos levantamos temprano porque a las 6.15 nos pasarán a recoger para llevarnos al aeropuerto. Tenemos la gran suerte de que, aunque el restaurante abre para el desayuno a las 6, lo hayan preparado antes. Así podemos comer algo antes de irnos.
Llegamos al aeropuerto internacional Reina Alia, salidas, a las 7 en punto. Unos corresponsales de la empresa nos acompañan aunque a veces su presencia resulta más liosa que si no estuvieran. Nos advierten que primero tenemos que pasar (maletas y nosotros) por scánner y por separado hombres y mujeres. Una vez que hemos pasado nos tenemos que dirigir a los mostradores sin esperar a nuestras familias aunque nos dicen que cuando estén listos pueden colarse. Como es más que evidente no se pueden llevar objetos cortantes o punzantes encima.
Una compañera de grupo vivió un percance porque su maleta desapareció en ese momento. Aunque la primera idea que se nos pasó a todos por la imaginación es que alguien la había cogido por error, el no encontrar otra que sobrara indicó que había habido mala fe. En ese caso no se pudo hacer nada, ni siquiera presentar reclamación. Al haber ocurrido la pérdida antes de facturar nadie garantiza que la llevara y el aeropuerto no se hace responsable. Para próxima ocasiones ya sabemos que no debemos perder de vista nuestras pertenencias (ni siquiera entonces).
A pesar que Jordania exige una tasa de salida de 10 euros, si viajas con un grupo organizado que no ha pagado a la entrada por ser de más de 5 personas, tampoco a la salida. Te someten a dos controles más y en el aeropuerto es posible cambiar el dinero que te ha sobrado.
El avión es puntual (hora prevista de salida a las 9.15) y cómodo como el de la ida. Dispone también de canales con películas, música o juegos. Al ser un vuelo de más de dos horas nos dan un desayuno que consta de un croissant, un bollito (se puede repetir), mermelada, mantequilla, una tortilla, champiñones, dos trocitos de pollo rebozado, salchichas los que tuvieron mucha suerte (yo no la tuve), café, té, agua y zumo de naranja. Desde el cielo pude ver el Mar Muerto e Israel (hubo gente que identificó Jerusalem). El vuelo tuvo algunas pequeñas turbulencias que no llegaron a mayores, sobre todo cuando sobrevolábamos Italia. Llegamos a Barcelona a las 12.45 hora española.
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