CUARTO DÍA
Abandonamos Wadi Musa con la sensación de ser un lugar poco cómodo para vivir con tantas cuestas arriba y abajo a las 8.15 y nos dirigimos a Wadi Rum. En autocar se tarda en llegar al desierto una hora y media u hora tres cuartos. Mientras Jamal compraba las entradas disfrutamos de las instalaciones que ofrece el centro de visitantes (tiendas, WC…). Lo mejor, no obstante, son las maravillosas vistas de la montaña de los Siete Pilares, considerada como una de las formaciones rocosas más impresionantes del lugar y que fue bautizada así en honor al libro Los siete pilares de la sabiduría de Lawrence de Arabia, que se relaciona siempre con ese lugar.
Thomas Edward Lawrence (1888-1935), más conocido como Lawrence de Arabia, fue un militar, arqueólogo y escritor británico. Influido por uno de sus profesores de Oxford viajó a Siria en 1909 a trabajar en yacimientos arqueológicos, donde aprendió la lengua y las costumbres de la zona. Gracias a esos conocimientos fue contratado en 1914 por el servicio secreto británico. Bajo la apariencia de hacer exploraciones arqueológicas obtenía información sobre el imperio otomano.
En 1916 se inició la Revuelta árabe contra los turcos otomanos liderada por el príncipe hachemí Faysal y asesorados por Lawrence. Se empezó una guerra de guerrilla, obteniendo importantes victorias. Sin embargo Lawrence fue apresado por un mandatario turco y fue torturado y al parecer violado. Luego algunos de los mismos soldados que le habían maltratado le ayudaron a huir y de nuevo junto a Faysal participa en algunas batallas. Con la victoria final de los árabes y la retirada de los otomanos, Lawrence pide permiso para regresar a Gran Bretaña. Sin embargo, a sus espaldas, se habían firmado el tratado Sykes-Picot por el que Francia e Inglaterra se repartían el territorio y se impedía la formación de un estado árabe. Intentó por todos los medios evitar que se aplicara pero no lo logró.
Escribió el libro Los siete pilares de la sabiduría donde reflejó su experiencia con los árabes.
En 1921 aceptó la propuesta de Winston Churchill de trabajar para el Departamento de Medio Oriente y participó en la Conferencia del Cairo, en la que se proclamó a Faysal rey de Siria (luego fue depuesto). Intentó alistarse un par de veces en el ejército bajo seudónimo pero fue dado sucesivamente de baja o se le impidió hacerlo.
Murió en 1935 de las heridas recibidas al golpearse la cabeza en un accidente de motocicleta.
Existe una película, Lawrence de Arabia, basada en su vida, dirigida en 1962 por David Lean y protagonizada por Peter O'Toole, Anthony Quinn, Alec Guinness, Jack Hawkins, Omar Sharif y José Ferrer. Ganó 7 Oscars, incluyendo mejor película, director, fotografía y banda sonora. Para todo el que no haya visto esta obra maestra le recomiendo que lo haga antes de emprender el viaje a Jordania. Le dará una idea de quién fue este personaje aunque la visión que da la película dista un poco de la que obtendrá cuando vaya al país. Me dio la sensación de que allí no dejan de verle como un simple soldado británico e incluso un traidor que, conociendo el tratado que se gestaba entre Francia y Gran Bretaña, se lo ocultó a los árabes. Fuera o no Lawrence el héroe que presenta la cinematografía lo cierto es que uno lo deja de tener en mente la maravillosa música de Maurice Jarre mientras recorre lo poco que un recorrido de dos horas en jeep te permite.
Es mejor que nadie llegue al desierto de Wadi Rum en marzo pensando que va a tener calor porque no es cierto. Todos íbamos bien abrigados y, a ser posible, con las cabezas cubiertas por la arena. No tenemos que olvidar que el jeep está descubierto y que es posible que tengáis que sufrir una pequeña (o no tan pequeña) tormenta de arena a causa del fuerte viento.
El recorrido no se hace en coche todo el tiempo sino que se baja cinco veces. La primera vez lo hicimos para subir a una “pequeña” duna, con el esfuerzo que supone llegar hasta arriba. Dar un paso significa tener la sensación de que retrocedes dos y con una fuerte pesadez en las piernas. Y una vez arriba disfrutas (si el viento te deja) de unas vistas maravillosas sin dejar de estar atento al viento que puede tirarte por un precipicio (lo digo porque casi me caigo).
Bajamos de la duna con esfuerzo, entre un fuerte viento que hacía que las piedrecillas nos golpearan con fuerza en la cara y en las manos, y subimos de nuevo al jeep para continuar hasta la siguiente parada. Si pensamos que la primera duna era dura es que no habíamos visto la segunda. Sólo la mitad se vio con fuerzas de llegar arriba y siento decir que no formé parte de ese selecto y valiente grupo. Sin embargo quedarse abajo no supone, en absoluto, perderse la belleza del lugar.
La tercera parada la hicimos al borde de un acantilado, peligroso por el viento pero desde el que se obtenían unas fotos hermosísimas, tanto como las curiosas pinturas nabateas relativas a la parada de caravanas que se veían sobre la roca en la cuarta parada. Por cierto, una especie de cabra que hay entre los dibujos es un oryx, una especie protegida.
El desierto maravilla por sus formaciones rocosas, su arena roja y aquellas escasas muestras de vegetación, que también existe, una especie de arbustos en su mayoría acacias, y que forman parte de una reserva natural protegida desde 1998. Confieso que no vimos ni oryxs ni gacelas pero sí dromedarios, que tan típicos de ver son en los desiertos. En el recorrido no tienes la gran suerte de visitar los famosos puentes de piedra, ni siquiera la seta que se hizo famosa por aparecer en la película de David Lean, pero lo que ves es tan bonito, tan increíble y único, que ni siquiera lo echas de menos. Y no te molesta subir y bajar todo el tiempo del jeep o que éste a veces apenas pueda avanzar o se quede enganchado en la arena.
En la última parada vimos al fin la cara de Lawrence esculpida en la roca. Se sabe que es él por la inscripción que se hizo en el lugar donde estuvieron acampados durante la Revuelta árabe pero podría ser cualquiera. Antes de irme de viaje tuve ocasión de ver algunos retratos suyos y le tenía por un hombre enjuto. Sin embargo no coincide mucho con la cara que vi en Wadi Rum, más parecida a la Isabel la católica con velo por su rostro rollizo. Al otro lado el artista nos dejó el retrato de Abdullah I, hermano de Faisal y primer rey de la nación independiente de Jordania. Más allá, y mucho más grande, nos observa otro retrato en roca de un personaje que no ha podido identificarse. ¿Será también Lawrence?. ¿Será un líder árabe menos conocido y cuyo valor no ha trascendido hasta nuestra tierra?. No lo sabemos.
Una vez allí entramos en una jaima a degustar un té recién hecho. Más allá unos hombres fumaban y hablaban con tranquilidad al pie de una lumbre, ajenos a nuestra presencia. No parecen molestos cuando me levanto para hacerles una fotografía. Continúan con sus quehaceres y nadie viene a molestarnos para que compremos algunas de las cosas que tienen expuestas sobre una mesa y que venden. Sólo compra quien quiere comprar. Uno de los compañeros del grupo entra y dice que se está acercando un grupo montado a camello. De lejos se escuchan ya los ruidos de los animales mientras seguimos sentados en la tienda, en un asiento de piedra cubierto con una fina manta.
Retomamos nuestro camino un poco después, en una bajada accidentada por una duna empinada que provoca algunos gritos y mucha emoción. A pesar de que nuestro conductor es prudente y va despacio unos movimientos bruscos hacen que salte sin cesar en la parte trasera del jeep y acabe rompiéndome una uña (la segunda en pocos días). No tarda en quedarse rezagado a causa de la arena que aprisiona las ruedas del coche pero pronto nos liberamos y seguimos hasta el lugar donde los compañeros ya están bajando de sus jeeps.
Hoy se nos ofrece comer en unas tiendas, un buffet que cuesta 10 dinares más bebida. Sé que las cervezas son caras pero por fortuna no bebo más que agua, que cuesta 2 dinares la botella grande. La comida consiste en ensaladas, cuscús (con un aspecto delicioso pero con bastante mal sabor, como si le hubieran puesto kétchup muy dulzón), lentejas muy duras, el delicioso y siempre presente hummus y lo mejor de todo, unos riquísimos pinchitos hechos al instante a la brasa. Los había de ternera y de pollo y estos últimos estaban deliciosos. Al olor de la carne no tardaron en aparecer cariñosos gatitos que se paseaban por debajo de nuestras mesas y que acabaron sucumbiendo a los pequeños trocitos que les echaba.
Nos vamos de Wadi Rum poco antes de las dos de la tarde pero no hacemos todo el trayecto hacia Ammán de una tirada sino que paramos a mitad de camino, en el mismo sitio donde habíamos comido hacía dos días. Una parada técnica. Un amable jordano nos espera en la puerta para obsequiarnos con una riquísima galleta con ajonjolí. Aprovecho para comprar unas camisetas de recuerdo para regalar a la familia por 5 dinares cada una y luego vamos a la tienda de dulces para intentar saber cuánto valen las deliciosas galletas. El hombre que las vende no está allí y aprovecho para coger otra de unas de las bandejas medio terminadas. No tarda en aparecer y nos deja “probarlas”. No nos lo pensamos dos veces. Cogemos otra galleta más. Una bandeja pequeña vale 3 dinares pero vale la pena.
Llegamos al hotel Arena Space de Ammán sobre las 18 horas y vemos con algo de preocupación que ha llovido en la capital. Al día siguiente unos se van a Jerusalem y otros tenemos el día libre y una amenaza de lluvia no es la mejor noticia. No tenemos la suerte de que esta vez nos suban la maleta (recordad las famosas escaleras) por lo que tengo que sufrir arrastrando hacia arriba mi enorme maleta. Una vez en el hall un camarero nos ofrece un vaso de un refresco anaranjado que bien podría ser Fanta. Por primera y única vez no pienso en el peligro de diarreas y me lo bebo.
Se repite el mismo proceso de la otra vez. Nos dan las llaves y unas pegatinas con el número de las habitaciones para que las peguemos en las maletas y así facilitar que nos las puedan llevar los maleteros. Pido en recepción un mapa de la ciudad pero me remiten a la tienda.
La habitación está de nuevo en el primer piso, igual que la otra vez. Eso significa que volveremos a escuchar la llamada a la oración de madrugada y también el sonido de la excavadora. Aprovecho el tiempo que nos queda hasta la hora de cenar para vaciar mis zapatillas. Han terminado completamente llenas de arena del desierto y mi pelo, a pesar del pañuelo, ha acabado poco más o menos igual. Además, y aunque no hacía calor, el sol se ha aprovechado de mí y estoy muy roja (sé que derivará en color moreno saludable con el paso de los días). Bajamos a cenar a una hora prudencial y compramos en la tienda un mapa de Ammán y otro de Jordania. El señor de la tienda, un anciano muy amable que quizás por coquetería ha decidido no ponerse gafas, no nos puede indicar dónde está Betania porque no ve (aunque no dejo de preguntarme si lo sabe de verdad) y el recepcionista del hotel pone muy buena voluntad pero tampoco tiene ni idea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario