lunes, 21 de marzo de 2011

JORDANIA, ALGO MÁS QUE LA CIUDAD ROSA DE LOS NABATEOS 2

SEGUNDO DÍA
Sé que debería haberlo supuesto después de mi experiencia en otros países árabes pero no caí en la cuenta. Debido a la hora a la que llegué al hotel la noche anterior tampoco me percaté de su presencia pero cuando a las cinco de la mañana el muecín empieza a llamar a la oración supe que cerca del hotel había una mezquita. El buen hombre no se limitó en llamar sino que creo que todos los rezos se hacían en voz alta y por megafonía porque parecía que le tuvieras pegadito a tu ventana. Cuando al fin se hizo el silencio duró poco. La mala suerte quiso que los trabajadores, después del rezo matutino, decidieran que ya era la hora oportuna para ponerse a excavar con las máquinas en el solar que había pegado al hotel. Vamos, como si fueran las doce del mediodía. Menos mal que me tenía que levantar a las 5.55. Después de la ducha (y de pelearme con el botecito de gel para que acabara de salir) me asomo a la ventana y veo que en todos los países es lo mismo. Un tío llevaba la excavadora y otros cinco miraban. Es más, llegó un momento en que uno decidió que para qué iba a estar de pie cuando podía estar sentado y fue a buscar una silla. Fue el momento en que un colega aprovechó para ir a buscar té para todos (todos los mirones, se entiende). Como dijo en un momento un compañero del viaje “en aquella obra había muchos capataces”. Pero, vamos, nada que en nuestro país no ocurra también.



El desayuno es bueno y abundante, sobre todo unos panes que te cortas tú mismo y que llevan todo tipo de cereales encima. Tienen un sabor entre dulce y salado buenísimo. A pesar de que tenía un poco de sed evité beber zumo (aún recuerdo lo que pasó en Marruecos) y me decante por el yogur de fresa, bueno pero con un color rosa exagerado por efecto del colorante.
Después de recuperar fuerzas cargamos con las maletas hacia la puerta por la maravillosa escalera. Como levantar un trolley de 70 cm de alto cargado de ropa no es lo mío me decanté por bajarlo arrastrándolo por los escalones. Plof plof plof.



No tardó en aparecer un autobús con un guía que nos dijo que él no era el nuestro pero que no tardaría en llegar. Y así fue. El guía Jamal apareció en pocos segundos a bordo del que fue el bus de recogida del aeropuerto y sería nuestro medio de transporte hasta el final. No tengo ninguna queja del guía. Sin ser de los mejores que he tenido (todavía recuerdo a Pedro Ceinos, una eminencia en China por parte de Politours, los magníficos Gurel y Abdullah en Turquía o el eficiente César en Alemania con Cóndor) por lo menos explicaba lo suficiente como para no dejarte con la sensación que te estaban tomando el pelo. No tardo en darme cuenta de que es un monárquico declarado aunque me pregunto quién no lo es en ese país. Salir de Ammán, la capital (una coletilla que Jamal repite constantemente), me hace darme cuenta de la omnipresente presencia de Abdullah II. Sus fotos se ven por todas partes, con las vestimentas más variadas y haciendo de todo. Es algo así como Abdullah y sus trajecitos. Según el guía el rey ha llevado la democracia al país y todos están muy contentos. Sin embargo todavía es posible pasarte años en la cárcel sólo por el mero hecho de decir que eres ateo (algo terrible en ese país) y el pueblo es bastante reacio a la abolición total de la pena de muerte. Por supuesto la homosexualidad también está penada. ¿Existe una democracia real en Jordania?. No soy yo quien debe cuestionarlo pero no es igual escuchar las alabanzas de Jamal que ver las cosas desde el punto de vista de un europeo. Y realmente cuesta digerir que los jordanos sustenten la existencia de la pena de muerte en cosas tan absurdas como que algunos estados de EEUU la tienen. Pero mejor será dejar de lado cuestiones políticas y centrarnos en el viaje.



Llegamos a Madaba sobre las 8 y algo de la mañana. Esta ciudad se conoce como la cuna de los mosaicos porque en ella podremos ver espectaculares mosaicos bizantinos y omeyas. Al llegar vamos directamente a la Iglesia de san Jorge. Esa iglesia es conocida porque en ella se encuentra el más famoso de todos ellos, dos millones de piedrecitas de piedra local que representan un mapa de Tierra Santa, el primero que se conoce. Aunque la iglesia, ortodoxa, es bastante reciente, el mosaico data del siglo VI. Aunque se ha conservado sólo una cuarta parte lo que vemos es suficientemente relevante como para reconocer Jericó, Jerusalem, el mar Muerto con las ciudades de Sodoma y Gomorra, etc. La ciudad más grande de las que están representadas es Jerusalem, hecha con detalle y representándose las murallas, las puertas, la Iglesia del santo sepulcro y el cardo (la calle principal). No se permite que los guías expliquen dentro de la iglesia (comprensible igualmente por las dimensiones del edificio) por lo que se ha dispuesto que un edificio que está junto a la iglesia se hayan colocado dibujos y sillas para que se den las explicaciones pertinentes. Después podemos pasar tranquilamente a ver el mosaico. Tengo que reconocer que es impresionante por la precisión con la que estaba hecho y por los colores usados. Vale la pena fijarse también en la iglesia y en la iconografía y bajar a la pequeña cripta para ver a la Virgen a la que supuestamente le apareció una tercera mano azul. Al verla de cerca, a pesar de su pequeño tamaño, intuyes que fue pintada pero la devoción es muy grande.
Como el guía nos dio un poco de tiempo libre a la vuelta entramos primero en una parte del Parque arqueológico para ver los restos del Palacio quemado o calcinado, complejo residencial del siglo VI que fue destruido por un incendio y la Iglesia de los Mártires. Después entramos (2 dinares) en la Iglesia de la Virgen. Allí no solamente se ven los restos de la iglesia sino interesantes mosaicos con animales y árboles frutales procedentes del castillo de Herodes, fortaleza que se encuentra al sur de Madaba. En la zona perteneciente al salón de Hipólito vemos el suelo de lo que fue una lujosa casa, que se derribó para hacer la iglesia. Hace muy poco se descubrió un enorme mosaico que se divide en tres partes. A un lado hay pájaros, flores y plantas, en el centro se representa el mito de Fedra (hija de Minos y esposa de Teseo, se enamoró de su hijastro Hipólito pero como no era correspondida le denunció a su marido, acusándole de intento de violación; se suicidó víctima de los remordimientos) y en el panel del otro lado se ve a Afrodita sentada en un trono junto a Adonis y amenazando a Cupido con una sandalia. En la parte que pertenece propiamente a la Iglesia de la Virgen hay un mosaico en forma de medallón de exaltación a la Virgen.


A pesar de que la entrada da derecho a visitar también la Iglesia de los Apóstoles la complicación de las calles todas parecen iguales) y la falta de tiempo nos lo impidió. Si alguien dispone de un poco más de tiempo libre es recomendable verla ya que se trata de una basílica del siglo VI dedicada a los apóstoles que contiene, como es natural, bellos mosaicos. El principal representa a Thalassa, una mujer emergiendo de las olas rodeada de peces y monstruos marinos que representa al mar.


Por lo que pude ver en Madaba se pueden comprar recuerdos no demasiado caros en las numerosas tiendas que llevan a la Iglesia de san Jorge desde el aparcamiento.


Desde la ciudad no se tarda mucho en llegar al Monte Nebo, que dista de ella unos 6 km. Ese lugar es muy venerado entre los cristianos porque es el sitio desde donde Moisés divisó la Tierra prometida, donde se quedó y donde probablemente está enterrado, aunque nunca se ha encontrado su tumba. Seguramente vivió y murió en algún lugar cercano al monte y en él se erigió, ya en el siglo IV, una pequeña iglesia que luego fue ampliada. Hoy en día la iglesia, construida en el siglo XX por los monjes franciscanos sobre las ruinas de la anterior, está de nuevo en obras, para ampliarla, y sólo podemos ver algunos mosaicos originales así como algunas piezas encontradas en excavaciones. También se ve, aunque no es posible hacerse la típica foto, la cruz con el báculo y la serpiente (la Cruz de la serpiente) que representa la muerte del profeta. Sin embargo lo más espectacular son las vistas. En un día claro se pueden ver el mar Muerto, el valle del Jordán, Jerusalem, Jericó y dicen que incluso Belén.
Nuestro guía no quiso llevarnos al taller de mosaicos salvo que la mayoría del grupo lo pidiera. Se agradece que no lo hiciera porque siempre es un tiempo perdido. Fuimos directamente a comer en un punto de camino hacia Petra donde nos pararon. La comida corre por nuestra cuenta. Nos dan un buffet que no está mal (albóndigas, pollo muy bueno, arroz, hummus, etc, y postres como gelatina o natillas) por 10 dinares más 1,5 la botella grande de agua. El restaurante tiene varias tiendas pero por ejemplo no vale la pena comprar aquí la famosa botella de arena de colores. Es mucho más cara que en otros sitios.
Después de comer continuamos el viaje hasta Pequeña Petra. Antes de llegar, y en la carretera, hicimos una parada de cinco minutos para hacer fotos. Es indescriptible es espectáculo de montañas de formas imposibles que se tiene desde arriba. Y eso que vengo de una tierra donde tenemos una montaña ciertamente peculiar (hablo de Montserrat).
Little Petra es una ciudad mucho más pequeña que la su hermana mayor pero que tuvo la misma función. Y la verdad es que se parece mucho aunque teniendo reducidas dimensiones. Al igual que Petra, fue construida para servir de lugar de parada de caravanas, aunque como nos cuentan sería imposible que un sitio o en otro ésta entraran por el Siq, nombre dado al desfiladero. Aunque el famoso es el de Petra, Little Petra tiene su propio desfiladero, mucho más reducido que el conocido. Pero vayamos por partes. Una vez que llegar al aparcamiento y te adentras en el recinto te sorprende que las edificaciones excavadas en la roca (sean tumbas o templos) ya comiencen allí y que el suelo esté cubierto de arena como si se tratara de la playa. Quizás no es extraño si tenemos en cuenta que esa zona, hace millones de años, estaba bajo el mar. Las montañas son extrañas, casi como su fueran sobrenaturales, y en ellas, una vez pasado el desfiladero, nos sorprende un templo trabajado en la roca y de dos pisos, seguramente uno de ellos una tumba y el otro un templo. Se dice de ese templo que tiene un parecido extraordinario con el Tesoro de Petra pero seguramente todo allí lo tiene.
Después de una hora de explicaciones tenemos una hora de tiempo libre para explorar las canalizaciones, algunas de las cuáles partían de escaleras en la misma montaña, los templos (no faltan los techos y paredes ennegrecidos a causa del humo cuando fueron usados de moradas de beduínos) o para subir por algunas escaleras que llevan zonas elevadas desde las que se obtienen buenas vistas. La ciudad acaba en unas escaleras por las que, si camináramos durante un buen rato, llegaríamos a Petra.
Es recomendable también subir a ver la llamada Casa Pintada, una cueva a la que hay que subir por unas escaleras talladas en la piedra y que contiene las únicas pinturas nabateas que se han conservado, con vides, flores y pájaros, muy dañados por el humo de las hogueras encendidas aquí por los beduinos a lo largo de los siglos.
Después de la visita, y por unas carreteras que se asemejan a una montaña rusa, llegamos a la ciudad donde nos alojaremos durante dos noches. Se trata de Wadi Musa (Valle de Moisés), un lugar bastante feo que ha ido creciendo por las montañas y que se ha llenado también de hoteles para albergar el turismo masivo que se acerca a visitar Petra. Nos alojamos en el Hotel King’s Way, un cuatro estrellas aceptable sobre el que no tengo quejas. Llegamos allí sobre las 17.30/17.45, después de haber hecho una breve parada para que los compañeros que habían decidido hacer la excursión opcional organizada a Jerusalem pudieran pagarla. Aunque no es el momento de hablar de ello por los comentarios que he visto en Internet y por lo que pude escuchar después creo que lo mejor es no contratar esa excursión. Es cara (cuesta si no recuerdo mal 200 dinares, algo más de 200 euros) para pasarte muchas horas en la carretera, con los problemas que puedan surgir en la frontera y con bastantes quejas hacia el guía local. Desde mi punto de vista creo que lo mejor es hacer algo por tu cuenta el día libre e ir más adelante a Israel si quieres hacer otro viaje.
Pero volvamos al viaje por Jordania. Bajamos a cenar sobre las 6.50. De nuevo tenemos un buffet y como siempre es comida bastante aceptable y poco picante. El motivo de cenar tan temprano es que nos pasaban a recoger a las 7.50 para ir al espectáculo Petra by night que bastante gente contrató.
Petra by night no es un espectáculo al uso. En primer lugar debo decir que el traslado hasta el recinto corre por cuenta del cliente y lo que hace el guía es comprarnos las entradas y esperarnos en la entrada para entregárnoslas. Sin embargo es posible evitar pagar un taxi (nos dicen que es un poco caro) si el grupo es numeroso. Entonces la empresa propietaria de los autocares autoriza al conductor a recogernos en los hoteles y a llevarnos después por dos dinares por persona. Como encontramos que el precio era razonable lo pagamos sin dudar.
En cuanto a Petra by night cuesta 12 euros y consiste en lo siguiente. A las 20.30 horas debes estar en la puerta de acceso a Petra. Después de darnos la bienvenida (éramos un montón impresionante de gente), un hombre nos acompaña por el camino. Nos dicen que debemos ir en silencio, cosa que no siempre es fácil con tanta gente pero que se consigue bastante. El camino está sólo iluminado por velas metidas en unas bolsitas y se convierte en algo misterioso (ojo con dónde ponéis el pie). Impresiona mucho más en el momento que ya has recorrido los 800 metros que llevan hasta el inicio del Siq y empiezas a recorrer el desfiladero. Las velas se multiplican y también el misterio. 1,200 kilómetros apenas iluminados conducen hasta el punto final, la fachada del Tesoro. Las emociones te embargan al llegar allí y verlo por primera vez a la luz de las velas pero se estropea un poco cuando te mandan sentarte en el suelo sobre esteras (incomodísimo) y esperar hasta que lleguen todos. Entonces empiezan a tocar una música tradicional y un poco repetitiva que al final casi ni escuchas porque estás más pendiente del monumento y de las estrellas. Un hombre amablemente pasa a ofrecernos un té y cuando la música acaba el beduíno que nos ha acompañado hasta allí explica algunas cosas en inglés y nos invita a salir. Hacemos el recorrido a la inversa y he de reconocer que se hace algo largo (son dos kilómetros) y cansado. Pero merece la pena el esfuerzo.
Al salir del recinto es curioso darse cuenta como los vendedores dejan la mercancía sola en los puestos pero nadie se atreve a tocarla.
Llegamos al aparcamiento un poco antes de las 22.30 y en pocos minutos estábamos de vuelta al hotel para descansar. El nuevo día traerá muchas emociones y muchas caminatas.

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