SEXTO DÍA
Nos levantamos a las 6.15 y bajamos a desayunar a las 7.15 para salir, esta vez con el grupo, a las 7.45.
En primer lugar, y aunque no estaba previsto, hicimos una breve visita panorámica sin paradas para bajarnos) por Ammán, la capital (imitando la cantinela del guía). Pasamos junto a la Ciudadela y, al bajar, entre una zona arbolada, Jamal nos dice que ahí está el Palacio real (simplemente lo intuimos). Nos dirigimos al teatro romano y a la Mezquita de Hussein y nos vamos directamente al barrio de Abdoun, el más pudiente de la capital. Uno puede sorprenderse de que en ese país haya casas como las que se ven en Abdun, y más cuando sabe los precios que cuestan algunos de los pisos allí. Muchas de las enormes casas, pertenecientes a ricos hombres de negocios, han sido en la actualidad alquiladas a embajadores de otros países y ellos se han marchado de la capital hacia los alrededores, donde se han podido construir mansiones más grandes y con más jardín. Destaca entre todas la embajada de los EEUU, la única que no está en unas de esas casas sino en un complejo, alrededor del cual no se puede hacer fotos (ni siquiera desde el autobús). Al parecer esa medida provoca conflictos con los vecinos, que ni siquiera pueden fotografiar sus eventos privados al estar frente a la embajada. Sin embargo, al tratarse de personas pudientes, es posible que al final consigan sus propósitos.
Salimos de Ammán por la zona donde se ubica uno de los más importantes hospitales de la capital y grandes centros comerciales (entre otros un Carrefour). Mi impresión de la capital en estos días es que no es una ciudad bonita y que no ofrece grandes oportunidades de monumentos para visitar. Todos los edificios están construidos en el mismo color ocre y no son muy altos aunque depende de las zonas (últimamente están empezando a construirse rascacielos). Con todo, no es una ciudad antigua y es fácil ver restaurantes o centros comerciales, aunque hay grandes distinciones entre la zona de Down Town y las demás. Su distancia con el aeropuerto internacional Queen Alia es de 35 kilómetros, unos 30 minutos en coche, y es fácil moverse por ella usando taxi (los amarillos son los privados y los blancos los colectivos, con rutas prefijadas).
Salimos, pues, de Ammán para dirigirnos al castillo de Ajlún, al que llegamos sobre las 10 de la mañana. A la entrada del castillo no se puede acceder en autocar así que tenemos que subirnos en unos jeeps con capacidad para más de 20 personas y en el que temo que entre el agua de la lluvia que está cayendo. Una densa niebla no nos permite ver las torres del imponente edificio que tenemos delante ni tampoco la que suponemos debe ser una vista espectacular desde arriba. La entrada cuesta 1 dinar.
La importancia del castillo de Ajlún, Qala’at ar Rabat, radica en ser la única de las fortalezas que fue construida por los musulmanes durante las cruzadas (siglo XII). La mandó edificar Izz ad Din Usama (general de Saladino y pariente suyo- algunos dicen que era su primo y otros su sobrino) en el año 1184 para vigilar el valle del Jordán y los wadis (valles) de los contornos, en una zona de importancia estratégica y donde había minas de hierro. Estudios recientes de un mosaico descubierto en 1996 han permitido afirmar que el castillo se edificó encima de los cimientos de un monasterio bizantino (hoy es posible ver el mosaico). Sirvió como punto clave para un sistema de comunicación por palomas mensajeras, muy usado por los árabes de las cruzadas para mandar mensajes a Damasco o Bagdad en poco tiempo. Los mongoles llegaron al castillo en 1260 y lo destruyeron pero pocos años después el sultán mameluco Baybars lo mandó reconstruir. El interior del castillo sorprende por sus pasillos y estancias tan bien conservados a pesar de haber sido destruido por dos terremotos. Además podemos ver un pequeño museo. Es una pena que haga tan mal tiempo.
De allí nos vamos a Jerash, que dista del castillo unos 20 kilómetros. La antigua ciudad romana de Gerasa, hoy llamada Jerash, rivaliza con Petra en la lista de los destinos favoritos de Jordania. Está considerada como uno las ciudades romanas mejor conservadas en todo el mundo.
Conquistada por el General Pompeyo en el año 63 a.C, cayó bajo dominio romano y fue una de las diez grandes ciudades romanas, la Decápolis. Posteriormente, en el año 106 y durante el mandato del emperador romano Trajano, formó parte de la Provincia de Arabia y, más tarde, con los Antoninos, se produjo un gran incremento del comercio y Gerasa se convirtió en el centro de la actividad comercial. La decadencia se produjo en los siglos III y IV, pero con Justiniano, emperador romano de Oriente del siglo V, la ciudad volvió a renacer. Prueba de ello son las construcciones de iglesias cristianas junto a los templos y las sinagogas. Posteriormente Jerash fue invadida por los persas y los musulmanes y en el año 747 fuertes terremotos sacudieron la ciudad diezmándola.
Esta ciudad estuvo oculta durante siglos en la arena antes de las excavaciones y restauraciones llevadas a cabo durante los últimos 70 años. Jerash revela un perfecto ejemplo del gran urbanismo formal romano de provincias que se puede admirar en todo Oriente Próximo: pavimentos y calles franqueadas por columnas, templos en las cumbres de las montañas, teatros impresionantes, plazas públicas espaciosas, baños, fuentes y ciudades amuralladas atravesadas por torres y columnas.
Entre las maravillas monumentales de Jerash, se pueden citar el Arco de Triunfo, construido durante el mandato del emperador Adriano, hacia el 129 d.C., cuya altura se cree que era el doble de la actual; la Calle de Columnas o cardo máximo, de 600 metros, con columnas de estilo corintio a ambos lados; los teatros sur y norte; el templo de Artemisa, , uno de los edificios más hermosos de todas las ruinas, del siglo II d.C., constituido por 6 columnas corintias en la fachada y 11 a los lados y que albergaba la estatua de la diosa Artemisa, hija de Zeus, hermana de Apolo y patrona de Jerash; el templo de Zeus, que se erigió durante los años 161-166 d.C., cuya fachada aún se conserva e impresiona por su tamaño y harmonía; y la fuente Ninfeo, del siglo II d.C., construida en honor a las ninfas, y donde el agua salía por las cabezas de 7 leones de piedra.
Según pude ver la entrada al recinto cuesta 8 dinares por persona. Dejamos el autocar en el parking y para entrar en el recinto tenemos que cruzar una pequeña zona cubierta con tiendas en las que venden de todo. No me detuve y fuimos directamente a empezar la visita guiada. El primer monumento que te recibe a tu llegada es el enorme Arco de Adriano y unos pasos más allá el enorme Hipódromo, con capacidad en origen para 15.000 espectadores. Según pude saber en la actualidad se ha restaurado y varios días a la semana (excepto los viernes, día festivo para los musulmanes) se hace un espectáculo de carrera de cuadrigas o peleas de gladiadores. Tuvimos la mala suerte de ir un viernes así que me quedé con las ganas. Lo que sí que viví en vivo fueron los rezos de las mezquitas cercanas, que resonaban por todo el yacimiento.
Para los que lo necesiten diré que allí dentro hay restaurante. No sé el precio de la comida porque sólo hicimos una parada para ir al WC o para comprar alguna bebida pero una botella de agua de 1,5 litros cuesta sólo un dinar por lo que supongo que es barato. Mientras esperamos a que terminen todos nos fijamos en un panel lleno de fotos de la familia real y nos entretenemos en hacerles fotos.
Jerash impresiona, por sus dimensiones y por su excelente estado de conservación, que da una idea del esplendor que debió tener la ciudad en sus mejores tiempos. Entramos por la puerta sur y no tardamos en encontrarnos con uno de los emblemas de la antigua Gerasa, la enorme Plaza Oval. Esta impresionante plaza de 56 columnas jónicas (algunos dicen que hay 60) mide 90 x 80 metros. Se cree que servía de foro de la ciudad además de mercado o incluso de lugar de sacrificios. También impresiona el Teatro sur, con capacidad para 5000 espectadores. Aún hoy en día se utiliza para actos culturales y actuaciones por su excelente acústica (el Festival de Jerash por ejemplo). Cuando entramos pudimos disfrutar (aunque brevemente) de la música de gaita de unos guardias jubilados. Sorprende ese instrumento en Jordania pero no debemos olvidar el domino británico.
Desde la Plaza Oval empezamos a recorrer la calle principal de Gerasa, el Cardo Máximo, que se extiende a lo largo de 800 metros, flanqueada por altísimas columnas. El suelo continúa pavimentado y es fácil distinguir dónde estaban las alcantarillas (las piedras redondas). Dicen que si te fijas bien aún se pueden ver las marcas de los carros sobre el pavimentos. Se recomienda llevar cuidado al caminar por esa calle, ya que los terremotos la han dejado algo irregular. También se conserva parte del Decumanus, con restos de casas del período omeya (660 al 800 d.C.) pero no podemos evitar que nuestros ojos se dirijan al Ninfeo. Aunque ahora es imposible verlo, en sus buenos tiempos la primera planta de esta fuente dedicada a las ninfas estaba recubierta de mármol y la segunda de estuco pintado. Sin embargo sigue impactando, por su belleza y dimensiones. Más allá está lo que se denominaba Propileos, no que no era otra cosa que una monumental entrada que daba paso al Templo de Artemisa, diosa protectora de la ciudad. Nosotros no subimos por ahí sino que continuamos recto hasta llegar a la zona donde estaban los baños para la gente más humilde (detrás del Ninfeo se supone que estaban los de los ricos) y el Teatro Norte. Este teatro, más pequeño que el otro, se edificó en el año 165 d.C. y estaba dedicado al dios Apolo. Podía albergar a 1600 espectadores pero se cree que se dedicaba básicamente a celebrar reuniones políticas del consejo que gobernaba la ciudad. Todavía se pueden ver algunos nombres de esos políticos grabados en las gradas.
El Templo de Artemisa es sin duda una de las joyas de Jerash. Casi todo el tiempo que estuvimos allí estuvimos observando cómo el viento movía una cuchara que han introducido en una de las columnas y que indica que ésta también se mueve. La estampa del templo es una de las más fotografiadas del complejo.
Después de la visita tuvimos unos 30 minutos de tiempo libre pata terminar de hacer fotos, sobre todo en la zona del Templo de Zeus y la Plaza Oval. Me hizo mucha gracia ver rebaños de cabras pastando entre las columnas de siglos de antigüedad.
Fuimos a comer a un restaurante cercano (fuera de las ruinas). Consistía en un buffet, donde tengo que destacar una deliciosa carne con salsa y un pan de pita recién hecho. Sin embargo las mandarinas estaban un poco secas aunque por todo el país hemos visto que tienen buena fruta y verdura. El menú cuesta 11 dinares jordanos más 1,5 por la botella de agua.
Después de comer regresamos a Ammán. Llegamos al hotel sobre las 15.30 pero esperamos para salir porque hasta las 16 horas no termina la manifestación que tiene lugar todos los viernes para pedir reformas en el gobierno. A las 16.30 cogimos un taxi para subir hasta una de las colinas de la ciudad y visitar por fuera la Mezquita Abu Darwish. Este precioso edificio domina el barrio armenio, de calles empinadísimas, y se construyó en 1961 con bloques de piedra blancos y negros que le dan un aspecto muy llamativo. La visita al interior está totalmente prohibida a los no musulmanes.
Tres niños se me acercan corriendo para que les dé un caramelo. Por suerte llevo algunos en el bolsillo y se van con ellos más contentos que si hubieran encontrado un tesoro. Después bajamos la colina, atravesando las calles del barrio y viendo que es una zona en la que los niños pequeños aún pueden jugar tranquilamente en la calle. Muchos de ellos nos saludan o nos preguntan nuestros nombres en inglés.
Llegamos fácilmente a la zona del teatro romano, que permanece cerrado. Sin embargo podemos pasar por al lado de las columnas que indican el lugar donde estaba el foro. Es una pena que no se haya conservado. Es ahí donde estaba ubicada la Plaza Hachemita que, como ya dije, está siendo sometida a unas obras de remodelación que llevarán incluso a cambiarle el nombre.
Pasamos por al lado de la estación de autobuses y cruzamos al otro lado para ir a la zona comercial de la capital. En algunos foros he leído sobre los zocos de Ammán aunque desde mi experiencia tengo que advertir que esto no tiene nada que ver con las medinas de El Cairo, Marrakech u otras ciudades árabes. Lo que yo vi fue una gran calle repleta de tiendas, al igual que algunas paralelas, y en las pequeñas callejuelas que las cortan también tienen comercios, ya sea de ropa o mercados. Según nos advierten muchos de los productos que podéis encontrar allí proceden de China por lo que nadie los compre pensando que va a llevar artesanías típicas. De todos modos supongo que buscando bien algo se puede encontrar. Lo que más llamó mi atención es la cantidad de zapaterías que hay y las preciosas chilabas de mujer. Ah, y lo olvidaba. Las perfumerías donde se acumulan los frascos de fragancias que supongo que pueden hacerte al gusto.
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