lunes, 21 de marzo de 2011

JORDANIA, ALGO MÁS QUE LA CIUDAD ROSA DE LOS NABATEOS 5

QUINTO DÍA
Nos levantamos a la seis de la mañana, habiendo “disfrutado” ya de la llamada a los rezos matutinos pero con la obra parada. Ésa es la hora en la que se marchan los que han decididob hacer la excursión a Jerusalem. Desayunamos a las siete, intentamos que el recepcionista de la mañana nos dé referencias sobre Betania (conseguimos por lo menos el nombre en árabe) y un poco antes de las 7.30 salimos del hotel. Las peores previsiones meteorológicas se han cumplido. Está lloviendo. Es más, hace un frío espantoso (2ºC) y muchísimo viento.
Cerca del hotel cogemos un taxi para ir a la Ciudadela. Nos pide 5 dinares por 4 personas pero como está lloviendo y hace frío no queremos regatear y aceptamos. Una vez allí intentamos contratarle para todo el día pero el taxista dice que no sabe dónde queremos ir y se niega. Quizás lo que ocurre es que simplemente no quiere salir de la capital.
La Ciudadela abre a las 8 de la mañana, un par de minutos después de nuestra llegada, y la entrada cuesta 2 dinares por persona. Está situada en una de las colinas sobre la ciudad, antiguamente siete como Roma y en la actualidad diecinueve, y rodeada de unos muros de 1.700 metros de longitud. Desde allí se puede disfrutar de una buena panorámica de la famosa bandera de Jordania que ondea a lo lejos y que ostenta el récord de tener el mástil o asta más alto del mundo. Nosotros sólo vimos el mástil, sin bandera. Allí se han descubierto restos de fortificaciones que se remontan a la Edad de Bronce y la Edad de Hierro, pero los mejores vestigios son los del Palacio Omeya y la zona circundante y los de la Basílica Bizantina.
El Palacio Omeya data del 720, durante el dominio de los árabes omeyas. El recinto incluye el edificio principal, que alberga el Salón de Audiencias, cubierto de una cúpula de madera de nueva factura pero que no desentona con el edificio. El palacio fue destruido en el terremoto del año 749 y nunca fue restaurado del todo. La restauración actual se debe a cooperación española. Una calle de columnas se extiende a través del complejo y está flanqueada por los restos, básicamente arcos, de las casas de los gobernadores y altos funcionarios. Es posible entrar pero en un día desapacible no te evita el frío.
Cercano al Palacio Omeya se encuentra el Templo de Hércules, construido durante el reinado del romano Marco Aurelio (siglo II d.C.) y dedicado al héroe mitológico griego Hércules. Es una de las primeras construcciones que ves al entrar en el recinto.
Además en la Ciudadela se ubica el Museo Arqueológico. Que nadie espere encontrar un enorme edificio. Se trata de un pequeño museo que alberga piezas de interés desde la prehistoria. Cabe destacar cuatro sarcófagos antropoides de la Edad del Hierro (de los que faltaba uno), unos pergaminos del Mar Muerto o una escultura considerada como la más antigua del mundo y que data del 8000 al 6000 a.C. Detrás del museo, unos restos de columnas corintias y de mosaicos marcan el lugar de la basílica bizantina, edificada en el siglo VI o VII. Tampoco merece la pena perderse (en un día soleado) la magnífica vista de la ciudad que se tiene desde allí.
Nuestra decisión inicial de coger otro taxi para ir al Teatro romano se modificó con la negativa de uno a esperar que termináramos de hacer una foto y por la facilidad de llegar. Caminando calle abajo no tardas en encontrar unas escaleras que te llevan directamente a un mirador con vistas al monumento. Un tramo de escaleras más te conduce hasta allí. Es el resto mejor conservado y restaurado de la antigua ciudad romana, Filadelfia, construida bajo Antonio Pío en el siglo II d.C. Edificado sobre la roca de la colina, tenía capacidad para 6.000 espectadores. Su acústica es impresionante y se utiliza para representaciones teatrales y diversos espectáculos. El Foro fue construido frente al teatro bajo el mandato de Cómodo, en el siglo II d.C. Justo al lado se halla el Odeón, un anfiteatro más pequeño, con capacidad para 500 personas, del mismo siglo y que se sigue utilizando para conciertos y recitales. Cuando nosotros fuimos la Plaza Hachemita, ubicada delante, estaba levantada para hacer una restauración. Según supimos al día siguiente han pensado remodelarla por completo para darle una mayor relevancia al Teatro y dedicarla al turismo que acude a la ciudad y entonces se le cambiará el nombre por el de Plaza de la Libertad. El Teatro y el Odeón estaban cerrados por lo que nos conformamos con la vista panorámica y continuamos caminando un poco más hasta llegar al enorme y bien conservado Ninfeo. Aunque por hora debería estar abierto, sus puertas permanecían cerradas a cal y canto y nos conformamos con verlo desde el exterior. Un poco más abajo encontramos la Gran Mezquita de Hussein, edificada en piedra rosa y blanca en 1924 por órdenes del rey Abdallah I. Fue restaurada bajo la dirección del rey Hussein en 1987. La mezquita original se construyó en el 640 d.C. Aunque la entrada a los no musulmanes no está terminantemente prohibida ni siquiera hicimos intentos de entrar. Después de hacer unas fotos, y bajo la amenaza de la lluvia nuevamente, decidimos parar un taxi para que nos llevara a nuestros próximos destinos.
Aunque dicen que los jordanos dominan bastante bien el inglés, no es del todo cierto. Los taxistas tienen algunas nociones pero no está de más que os hagáis con una guía con fotografías, muy útiles para mostrarles a dónde queréis ir, o bien la Lonely Planet, con algunos nombres de ciudades en árabe. En su defecto siempre podréis pedir en los hoteles o al guía, si lo tenéis, que os apunte los nombres en árabe en un papel.
El primero de los taxistas se negó a llevarnos con excusas y el segundo accedió después de regatear el precio. Nuestra primera parada fue relativamente cerca, en la Mezquita del rey Abdallah, que se terminó en 1989 en homenaje del rey Hussein a su abuelo y se caracteriza por su cúpula azul. Tiene capacidad para 7.000 fieles en su interior y otros 3.000 en el patio. Alberga un pequeño Museo Islámico que no visitamos por falta de tiempo. Después de pedirle al taxista que nos esperara nos dirigimos a la entrada para turistas (ya que esta mezquita sí es visitable para los no musulmanes). Nos hacen pasar a un patio lleno de tiendas y de allí a una sala pequeña, tipo vestidor, donde cuelgan unas túnicas en perchas. Una chica nos dice que las mujeres nos las tenemos que poner encima de la ropa y cubrirnos la cabeza con su capucha. El efecto es como si fuéramos monjes asesinos de la Edad media y la medida es absolutamente discriminatoria.
Como en todas las mezquitas tienes que descalzarte antes de entrar y dejar tus zapatos en la puerta para no manchar las múltiples alfombras que un hombre estaba limpiando con esmero. Igual que en el exterior destaca su azulada cúpula, en el interior llama la atención la enorme lámpara. También me resultó curioso que a pesar de que en la entrada especificaba que la entrada eran 2 dinares por persona nadie nos cobró, ni aunque preguntamos varias veces dónde se compran los tickets. Por cierto, justo al lado de la sala donde te pones y quitas las túnicas hay WC, no demasiado maravillosos. Son del tipo que he sabido que se llama inodoro asiático o placa turca, que para los no entendidos es el que está en el suelo.
Para que un taxista sepan que debe llevarte a lo que bíblicamente se conoce como Betania más allá del Jordán es conveniente decir que quieres ir a Al Maghtas, su nombre en árabe. Tardamos en llegar desde Ammán unos tres cuartos de hora y al llegar encontramos unas instalaciones que no esperábamos. El ticket para una persona cuesta 12 dinares y da derecho a unas audioguías en el idioma que elijas (por supuesto el castellano) que funcionan con un lápiz óptico y una ficha con números. Para ello te hacen dejar un documento de identidad en préstamo que te devuelven una vez has terminado. Empezamos la visita a las 11 de la mañana, cogiendo primero un autobús y después a pie. Se considera que el yacimiento de Betania es uno de los lugares bíblicos más importantes de Jordania aunque hasta hace pocos años no era visitable y estaba completamente militarizado a causa de su cercanía con Israel (hoy una simple zanja separa los dos países). Aunque se dice que ya a finales del siglo XIX se habían realizado excavaciones arqueológicas en la zona no fue hasta 1994, después de haber firmado el tratado de paz con Israel, cuando se pudo trabajar con tranquilidad. Aparecieron entonces los restos que ahora pueden verse, de iglesias, cuevas y pozos (que no vimos en su totalidad). Siguiendo las escasas pistas que la Biblia da sobre ello, se acabó identificando como el lugar del bautismo de Jesús, aunque en el otro lado de la valla los israelíes afirman tener otro lugar del bautismo. La misa multitudinaria que el Papa Juan Pablo II celebró en Betania en el año 2000 parece confirmar que se trata del lugar exacto. En primer lugar y de lejos puede verse una montaña llamada Tell Mar Elias, que es el lugar donde supuestamente el profeta Elías subió al cielo en un carro de fuego. No lejos de allí una enorme piscina para bautismos multitudinarios nos da la bienvenida. Desde allí se camina por un sendero hasta el lugar que se denomina el Manantial de San Juan Bautista y desde ese punto se sigue un camino cubierto de una vegetación poco imaginable en esa zona hasta llegar al lugar que se declaró como el sitio del bautismo de Jesús. Se han encontrado restos de tres iglesias bizantinas de los siglos V y VI y unas escaleras bajan hasta el nivel del agua hoy inexistente. Es en ese punto donde tuvo lugar tan importante acontecimiento. A pesar de que no soy una persona creyente no puedo evitar pensar en la importancia del sitio donde estoy. Otro camino nos lleva hasta la Iglesia de san Juan, a 300 metros de distancia, pequeña, encantadora y magníficamente decorada. Un hombre nos da la bienvenida. Tiene delante una mesita y vende algunos recuerdos, no demasiado caros. Una pareja que va con nosotros compa un rosario perfumado por pocos dinares y nosotros nos llevamos una cajita con aceite consagrado, incienso y agua bendita, una botella azul muy bien decorada con agua bendita del Jordán y una especie de pulseritas con una cruz que cuelga que sólo cuestan 1 dinar. Pocos metros más allá, después de una pila bautismal, vemos por primera vez el río Jordán. El río, tan famoso por los acontecimientos que tuvieron lugar en sus inmediaciones, sorprende por sus aguas turbias y por sus dimensiones. En algunos momentos tienes la sensación de estar ante un simple riachuelo y, sin embargo, pocos son los que evitan la tentación de llenar una botella con un poco de su agua. Al otro lado la presencia de los militares nos recuerda que hubo un tiempo en que ni siquiera se podía acceder a ese pequeño trozo del río. Incluso en la iglesia había un militar jordano, muy amable por otra parte.
De vuelta al centro de recepción de visitantes (con el bus) después de una visita de más o menos una hora nos damos cuenta de que las tiendas venden las cosas más caras que en la Iglesia de san Juan por lo que tenemos la sensación de haber hecho una buena compra. Sin embargo acabo comprándole a un simpático muchacho un imán de nevera y a cambio, por el agradecimiento, nos permite entrar en su WC. Además aprovecha la oportunidad para practicar su inglés con el socorrido tema del fútbol.
Cogimos nuevamente el taxi para ir a Umm Qais, la antigua ciudad de Gadara. Aunque el taxista nos dice que tardaremos dos horas en llegar, se hace un lío con las carreteras y tardamos casi tres. Llegamos a la ciudad sobre las 15.30 y soy yo quien ve un cartel hacia el yacimiento que él ha sido incapaz de ver a pesar de tenerlo delante de la nariz. Negociamos con él que nos espere hasta las cinco y vamos a comprar los tickets. La entrada cuesta 3 dinares. Situada a unos 110 kilómetros de Ammán, la ciudad pertenecía, igual que Jerash, a la Decápolis, ciudades que conservaron cierta independencia bajo el dominio romano. Estaba situada en una importante ruta comercial. Los restos demuestran la belleza de la ciudad antigua, edificada en basalto y piedra caliza. Casas del dominio otomano (siglos XVIII y XIX) coquetean con las ruinas romanas en un lugar donde también vemos tres teatros romanos, un ninfeo o lo que queda del Decumanus. También dispone de un interesante museo donde un chico, en un perfecto inglés, nos va enseñando las piezas, desde una importante estatua de la diosa local Tyche hasta monedas, capiteles o una puerta de piedra. Una lluvia fortísima acompañada de granizo nos vino a hacer una visita poco después de que disfrutáramos de una de las maravillas de Umm Qais, sus maravillosas vistas sobre los Altos del Golán, imponente meseta motivo de incesantes disputas entre Siria y Egipto. Un poco más allá podemos ver el Lago Tiberíades, también llamado Mar de Galilea, famoso para los cristianos porque se dice que Jesús caminó sobre sus aguas. Un estudio científico de hace unos años ha revelado que posiblemente el Nuevo Testamento hablara de una verdad a medias y que realmente habría caminado sobre un trozo de hielo flotante que se habría formado en un momento de descenso brusco de las temperaturas. La lluvia nos obligó a tomarnos un respiro en el Resthouse Umm Qais, un local en el interior del recinto arqueológico donde hicimos un alto para tomar un té caliente. En días claros desde allí tienes unas impresionantes vistas; lamentablemente nosotros no veíamos más que lluvia. En un momento la magnífica estampa de los Altos del Golán había dado paso a la oscuridad. Cuando al fin dejó de llover, continuamos con nuestra visita hasta que dio la hora señalada para marcharnos. De todos modos, aunque hubiéramos querido, no habríamos podido quedarnos más. A las cinco de la tarde el recinto cierra sus puertas.
Llegamos al hotel sobre las 19.05. Nuevamente el taxista se hizo algo de lío para volver a Ammán y tantas vueltas hicieron que me mareara (de hecho ya había llegado a Umm Qais en malas condiciones). Cuando llegamos ante la puerta del Arena Space nos puso en duda que hubiéramos pactado 80 dinares para todo el día y nos pedía 85 (supongo que para tener su propina). Nos negamos a pagarle más de lo pactado.
Cuando subimos a la habitación me di cuenta de que no nos habían dejado toallas de baño. Las reclamamos cuando volvíamos de cenar y tardaron poquísimo en traerlas. Había sido un descuido que fue subsanado rápidamente.

1 comentario:

  1. Hola estic provant d'afegir el comentari amb un altre perfil com m'ha dit en Federic.

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