lunes, 21 de marzo de 2011

JORDANIA, ALGO MÁS QUE LA CIUDAD ROSA DE LOS NABATEOS 3

TERCER DÍA

El nombre de Petra proviene del griego y significa piedra. La misma ciudad está excavada y esculpida directamente de la piedra. Está en un valle muy angosto, a mitad de camino entre el Golfo de Aqaba y el Mar Muerto, y sus edificios más importantes son el Tesoro y el Monasterio. Se fundó en el siglo VII a.C. por la tribu de los edomitas y sobre el siglo VI a.C. la ocuparon los nabateos. Fue ésta una etapa de esplendor porque la ciudad se situaba en la ruta de las caravanas que transportaban incienso, especias y otros productos de lujo entre Egipto, Siria, Arabia y el sur del Mediterráneo. Ocupaba un punto privilegiado ya que estaba a salvo de ataques gracias a su localización y disponía de suficiente agua. Se abandonó en el siglo VIII, por culpa de los cambios en las rutas comerciales y de los terremotos. Quedó en el olvido y en 1812 un explorador suizo, Burckhardt, se hizo llevar hasta allí disfrazado de árabe y descubrió las ruinas. Petra es patrimonio de la humanidad de la UNESCO y desde julio de 2007 es una de las nuevas siete maravillas del mundo.

Ya que el agua abundaba en la ciudad, también había muchas fuentes y canalizaciones, siendo todavía visibles las cisternas y acueductos excavados en la roca. Los nabateos, pueblo que le dio auge, destacaron también por la fabricación de cerámica, de la que se han encontrado restos.
Los nabateos eran nómadas y en inicio sus construcciones eran simples tiendas de piel de cabra. Con el tiempo excavaron unas sencillas habitaciones en la roca, con fachadas lisas y una puerta en la parte inferior, muy al estilo de las tumbas sirias. En el siglo I se inició la construcción de los grandes monumentos que vemos actualmente y en el siglo siguiente se adoptaron detalles arquitectónicos del arte griego, aunque los edificios privados donde comían, dormían o trabajaban seguían el estilo árabe. Se dice que las autoridades multaban a los que reducían sus riquezas y daban honores a los que las aumentaban.

Ese tercer día nos levantamos a las 5.45 para salir a las 7.15. Aunque Petra está cerquísima tener que ir a recoger a la gente en los otros hoteles provoca dar muchas vueltas y demasiadas subidas y bajadas. Y es que ya dije que Wadi Musa es una ciudad de trazado irregular y bastante molesto.

Llegamos a la entrada a las 8.00 y Jamal se va a comprar los billetes. En ese momento el comentario generalizado es el precio exagerado de los tickets. Aunque recientemente el gobierno ha permitido que los jóvenes beduínos puedan ofrecer sus servicios de traslados a caballo se tiene que matizar que 50 dinares es excesivo. Además que nadie piense que va a recorrer el Siq a caballo como si se tratara de Harrison Ford en Indiana Jones y la última cruzada. Los caballos apenas si recorren los primeros 800 metros, hasta la llegada la entrada del Siq.
Como ya he explicado después de la verja de entrada se caminan 800 metros por un camino pedregoso hasta llegar al Siq. Se pueden ver los Bloques de los Djinns (los genios de la mitología árabe), que son tres bloques de piedra tallada, y a la izquierda un par de tumbas excavadas en la roca. Inmediatamente después aparece la Tumba de los Obeliscos.

El Siq es un desfiladero, pero no es un cañón ya que no se ha formado por la acción de un río que haya erosionado las paredes, sino que se originó por un pequeño terremoto que separó dos placas tectónicas. Mide 1,2 kilómetros de largo, de 2 a 5 metros de ancho y tiene una altura de 200 metros. Se considera como uno de los caminos más sobrecogedores de la tierra. Al final del Siq se puede contemplar ya la fachada del Tesoro. Por la entrada circulan unos hombres vestidos de guardias nabateos, un poco como los centuriones que hay en Roma frente al Coliseo, y también las calesas que por un precio que desconozco llevan a los que no quieran caminar hasta llegar al Tesoro. Sorprendería saber que no es poca la gente que hace uso de ese servicio y no son precisamente ancianos ni enfermos. Sea como sea todo el grupo decide caminar unido, siguiendo las explicaciones del guía y viendo cada detalle, como las esculturas que representan a dioses nabateos, tan desconocidos por nosotros. ¿O es que mucha gente ha oído hablar de Dushara, su divinidad principal?. De día se ve el Siq de otro modo, mucho más imponente, y nos va descubriendo aquellos secretos que nos ocultaba durante la noche, como los canales de agua. Las formas, los colores, son únicos y cada piedra es merecedora de una foto. Como ya intuimos la noche anterior en ciertos puntos se han conservado tramos de calzada romana, con sus enormes piedras que nos hacen mirar con detenimiento dónde pisamos para no caer. Y al fin aparece él, el Tesoro, la imagen más deseada y hermosa de todo el recinto.

El Tesoro data de entre el año 9 a.C. y el siglo II y tiene una impresionante fachada de 43 metros de altura en dos niveles. La parte inferior tiene estilo neoclásico, con un pórtico sobre columnas de 12 metros de altura y de capiteles corintios. En la parte superior hay varios nichos enmarcados con columnas con estatuas de dioses en su interior. Arriba del todo hay una cúpula puntiaguda que sostiene una urna. Dice la leyenda que contenía el tesoro de un faraón egipcio (otros dicen que era el de unos piratas) y de ahí proviene el nombre del edificio. Actualmente tiene agujeros de los proyectiles disparados para intentar abrirla. Se entra por la puerta central, que da paso a un recinto de 10m2 sin ornamentación y con un hueco en el suelo que servía para rituales a los dioses. Este recinto comunica con tres cámaras más. El Tesoro se talló en la roca para servir de tumba al rey nabateo Aretas IV. A los lados de la entrada hay dos relieves muy mal conservados. Se cree que representan a Cástor y Pólux, hijos de Zeus. Nos llama la atención que no se pueda acceder a su interior, aunque ya sabemos que no hay nada, y también que unas excavaciones bien visibles han dejado a la luz un fragmento de fachada enorme por debajo del nivel de la que conocemos. La teoría generalizada es que los nabateos construían de arriba hacia abajo esculpiendo directamente en la roca y hoy por hoy todavía hay una gran parte de la ciudad por descubrir.

En el tiempo libre pudimos inspeccionar desde fuera una tumba cercana de una familia de 17 personas y desde la que se obtiene una perspectiva magnífica del Tesoro.

La Calle de las fachadas muestra unas 40 tumbas y casas nabateas excavadas en la roca. Tuvimos la ocasión de asomarnos a una. El más accesible de los lugares sacrificiales es el Altar de los sacrificios conocido popularmente como el Altar. La cumbre del monte se allanó para crear una plataforma y allí se excavaron grandes desagües para canalizar la sangre de los animales que se sacrificaban. No se sabe si se usaba para hacer ceremonias en honor a los dioses, ritos funerarios o ambos. Vimos como la gente subía y bajaba pero la falta de tiempo nos hizo desechar la idea de subir (igualmente es prioritario dedicar el tiempo al Monasterio). Desde la escalera de subida al Altar en seguida de llega al Teatro tallado en la roca por los nabateos en el siglo I a.C. Tiene 45 hileras de asientos y una capacidad original para 3.000 personas. Los romanos lo ampliaron posteriormente a 8.500 asientos. Fue gravemente dañado en un terremoto en el 363 y algunas de sus partes se usaron para construir otros edificios. Frente al teatro sobre el monte vemos varias tumbas de monarcas nabateos así como un recinto con llamativos colores. No es extraño ver por todas partes a pequeños vendiendo postales a un dinar o collares también muy baratos. Una de las niñas, algo más mayor, elogia mis ojos en un perfecto castellano. Le han llamado la atención porque los llevo maquillados y los mira atentamente.
Las tumbas nabateas más importantes son la Tumba de la urna (con una gran urna coronándola y una cámara interior de unos 20 m2, data del siglo I y en el siglo V se usó como iglesia por los bizantinos), la Tumba de seda (la menos impresionante pero con hermosas tonalidades de la roca), la Tumba corintia (por el tipo de columnas que tiene) y la Tumba Palacio, una de las mayores de Petra (se entra a través de dos puertas de frisos triangulares; se parece al Tesoro pero está mucho más deteriorada). La última de las tumbas destacables es la de Sexto Florentino, un gobernador romano que quiso ser enterrado en una tumba que preparó su hijo en el 130 d.C. Están en lo alto de la montaña pero se accede a ellas fácilmente por una escalera o por un camino. Que nadie se preocupe si llegados a este punto necesita ir al WC o quiere comprar algo, de recuerdos o para comer o beber. Hay WC y puestecillos por todos lados (aunque si queréis comprar algo recordar que muchas veces el precio será elevado y tendréis que regatear mucho para conseguir algo que en la puerta ya te ofrecen a ese precio).

Al pie de las tumbas empieza la principal explanada de la ciudad, la Calle de las columnas. Se construyó hacia el 106 d.C. sobre una calzada nabatea que ya existía. Tiene el trazado de un decumanus romano (de este a oeste) pero no se corta con un cardo maximus (de norte a sur). Recibe su nombre de las columnas de mármol que flanquean la calzada. A un lado y a otro se levantaban tiendas bajo pórticos cubiertos. A comienzo de la calle está el ninfeo, una fuente pública dedicada a las ninfas que data del siglo II, que no se conserva demasiado bien. A la izquierda de la calle están los restos del mercado, dividido en inferior, medio o superior, y más arriba a la derecha están las ruinas del palacio real. La calle acaba en la Puerta del Temenos, del siglo II y con tres arcos. Marcaba la entrada al recinto sagrado del Qasr al-Bint y el paso a la zona comercial de la ciudad. Su diseño recuerda a los arcos del triunfo romanos con toques nabateos (adornos florales en las columnas). Enfrente están las ruinas de los baños nabateos.
El Gran Templo se erigió como un importante templo nabateo en el siglo I a.C. Aunque sufrió daños por un terremoto acontecido poco después se usó hasta el período bizantino. En el nivel superior estaba el recinto más sagrado con cuatro enormes columnas en la entrada revestidas de mármol. En el centro se levanta un teatro en miniatura. El templo medía 18 metros de altura y estaba decorado con estucos rojos y blancos. Os recomiendo que subáis a explorarlo porque impresiona por sus enormes dimensiones.

El Qasr el Bint (Palacio de la doncella o hija del faraón) a pesar de su nombre se dedicaba a adorar al dios del Sol, Dushara, y quizás también a la diosa de la fertilidad. Era uno de los templos más importantes de la ciudad. Medía 23 metros de altura y tenía escaleras de mármol, imponentes columnas con capiteles decorados con motivos florales y un sanctasanctórum central que albergaba una imagen de los dioses. Probablemente el altar de los sacrificios estaba revestido de mármol. Una leyenda dice que el faraón enterró aquí otra parte de su tesoro y otra que fue el lugar donde escondió a su hija para protegerla.
Al otro lado de la calle, subiendo un poco, se alza otro templo, el Templo de los leones alados, probablemente dedicado a Atargatis, compañera del dios Dushara y diosa de la fertilidad. Data del siglo I y recibe su nombre por las figuras de leones alados en los capiteles. Confieso con algo de vergüenza que no los vi aunque seguramente es que me fijé mal.
La Iglesia bizantina conserva hermosos mosaicos en el suelo, al estilo de los de Madaba. El edificio fue construido por los nabateos y ampliado por los bizantinos hacia el 530. Se quemó en un incendio y se destruyó en varios terremotos. La reconoceréis por su cubierta moderna. Justo detrás se levanta otra iglesia bizantina encontrada recientemente y que al parecer fue residencia de un obispo.
Más allá del Qasr el Bint se alza el Al-habis (la prisión). Por su ladera se suben unos escalones hasta el Museo de Al-Habis que recopila esculturas clásicas, estatuillas y estucos pintados. En la cima vemos las ruinas de un castillo cruzado del siglo XII.

El Monasterio es el segundo gran edificio de Petra después del Tesoro. Para llegar arriba se tienen que subir 800 escalones tallados en la roca, en la antigua vía procesional. El edificio se construyó en el siglo III para que fuera el reposo eterno del rey nabateo Obodas I aunque otros creen que simplemente era un templo nabateo. Recibe su nombre de las cruces talladas en las paredes interiores, lo que hace pensar que se usó como iglesia en época bizantina. Tiene unas columnas altísimas y una urna en la fachada. En cierto modo se parece al Tesoro aunque es más alto. Mide 50 metros de ancho por 45 de alto. La puerta mide 8 metros de altura por 4 de ancho. En la cámara interior hay un nicho en la pared del fondo con una representación del dios Dushara. El patio de enfrente del Monasterio estaba rodeado de columnas y posiblemente fuera el lugar donde se hacían ceremonias sagradas.
En el camino hacia el Monasterio podremos ver el Triclinio de los leones, una tumba que recibe ese nombre por los dos leones de piedra que se encuentran a la entrada.

Mucha gente teme la subida por eso de los escalones y por comentarios que hay en Internet que hablan de la dificultad. Yo no me considero una persona demasiado en forma y detesto hacer ejercicio. Sin embargo la subida no me costó nada. La vista que se obtiene en la subida es impresionante y entre que vas parando para descansar, para hacer algunas fotos o, simplemente, para contemplar el entorno, llegas arriba y no te das ni cuenta. Para los aficionados a las compras diré que no faltan los puestecillos de beduinos ofreciendo básicamente artesanía (aunque no me paré a mirar). Para todos aquellos que no se vean capaces de subir a pie, no faltan quienes ofrecen burros (os cansaréis de escuchar “donkey, donkey”). Vi mucha gente que había escogido esa opción pero, sinceramente, para bien de los burros y de vosotros mismos si sois un poco miedosos con las alturas mejor que lo evitéis. Se sube cerca de precipicios a los que los burritos se acercan peligrosamente. Si tenéis tiempo es mejor que no subáis con prisas y disfrutéis de lo que os rodea.
El Monasterio impresiona por su localización y dimensiones. A pesar de que no se puede entrar (y tampoco veréis nada en su interior) aquella mole de piedra marrón impacta quizás más que la vista del Tesoro. Y si la subida aún no os ha dejado exhaustos podéis intentar subir un poco más a los variados miradores que encontraréis (yo subí con algo de esfuerzo a uno y la vista desde arriba es espectacular).
Tampoco falta un puesto de bebidas y supongo que algo de comida delante del Monasterio, algo que quizás rompe con el encanto del lugar pero que entiendo necesario.
Para los que llegados a este punto tengáis hambre os diré que cerca de las escaleras donde empieza la subida al Monasterio encontraréis dos restaurantes. El que está a la izquierda (cuyo nombre no recuerdo) ofrece un buffet por unos diez dinares (se tiene que comprar el ticket con tiempo). El otro, creo que se llama Basin, me dijeron que es mucho más caro, unos 17 ó 18 dinares. También podéis hacer como yo y comer frente al Monasterio, sentada en una piedra, admirando el edificio y acompañada de un tierno gatito de los que abundan por allí.
El descenso podéis hacerlo tranquilamente aunque ya digo que no cuesta nada (siempre que tengáis cuidado con los burros que suben y bajan y a los que sus dueños llevan a toda velocidad).
Si una vez abajo os interesa, Petra dispone de un pequeño museo con restos arqueológicos encontrados en las ruinas. Es complicado encontrarlo pero la entrada está justo al lado del restaurante Basin.

Si queréis comprar la típica botellita de arena de colores fuera de la puerta de entrada hay unas tiendecillas de precio fijo que las ofrecen bien de precio. También el agua es económica (por 1 dinar podéis adquirir una botella de agua fría de litro y medio).
Regresamos temprano al hotel, sobre las cinco y algo, y a las ocho bajamos a cenar. Lejos de lo esperado no estaba para nada cansada.

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