En la comarca del Priorat, rodeada de extensos campos de viñedos que tarde o temprano darán un vino para paladares exigentes, encaramado sobre un promontorio rocoso, encontramos el hermoso pueblo de Siurana de Prades, considerado por muchos como uno de los más bellos de Catalunya. Y desde luego, con ese enclave privilegiado, no me cabe duda de que lo es.
Sus altísimos acantilados sobre el río Siurana y su embalse lo convierten en un lugar muy visitado por los aficionados a la escalada, que lo consideran todo un reto para ellos.
Se puede destacar, como curiosidad, que Siurana, donde pueden hallarse algunos vestigios árabes, como los restos del castillo del walí Almira Alemoni, fue el último reino de Taifas en ser reconquistado en Catalunya en el año 1153 (esta comunidad autónoma no fue dominada por los árabes tanto tiempo como otras de la península, como por ejemplo Andalucía). Precisamente en esa época se ubica la famosa leyenda que se asocia siempre al pueblo. La leyenda de la reina mora.
Cuenta la leyenda que Siurana era el dominio de la reina Abd-el-azia, una mora bellísima. Un día los cristianos, con el señor de Tarragona, Amat de Claramunt, a la cabeza, incapaces de acceder a la población por ser inexpugnable, recurrieron a la ayuda de un judío traidor.
Los cristianos penetraron y mataron a casi toda la población, pero Abd-el-azia, segura de su fortificación, celebraba mientras tanto una fiesta en una de las salas del palacio con la nobleza del lugar.
De repente, una flecha entró por la ventana, y se clavó en la mesa. La reina, envuelta en el pánico general y viéndose derrotada, subió a su caballo blanco y se dirigió al precipicio cercano. Perseguida por los cristianos y para evitar que el caballo por instinto se detuviera ante el abismo le tapó los ojos, pero el animal, al darse cuenta del peligro, quiso parar y clavó sus patas en el suelo, de modo que quedó la huella de su herradura en la roca. Hoy pueden verse esas marcas en la zona llamada El salto de la reina mora.
Otra versión de la misma leyenda nos habla del mismo personaje, pero en esta ocasión sería la esposa del valí. Estaría la reina en sus aposentos, peinándose y perfumándose, cuando los cristianos, a quien un judío deseoso de salvarse a sí mismo habría proporcionado las llaves, entraron y la sorprendieron medio desnuda. Al verla así, tan hermosa, los atacantes decidieron darle una oportunidad. No moriría si se convertía al cristianismo.
Ella accedió, al tiempo que les rogó que le dejaran un momento para que pudiera vestirse convenientemente y así poder ser bautizada. Los cristianos la dejaron sola, creyendo su palabra, pero ella cogió sólo un velo con el que cubrirse y escapó hacia los establos. Montó su noble corcel y salió huyendo hacia el precipicio, dispuesta a morir antes que renunciar a su religión.
Como quiera que el caballo no quería saltar, la princesa mora se despojó de su velo y tapó con él los ojos del animal, que, sin ver nada, saltó al vacío.
Cuando los criatianos se dieron cuenta de la trampa corrieron hacia los acantilados y sólo pudieron ver el velo de la mora que se mecía con el viento mientras el vacío parecía haberles devorado, a ella y a su caballo.
Quizás sea fue la mejor solución puesto que de ese modo se libró de ver como los asaltantes quemaban toda la población, muriendo en ella hombres, mujeres y niños.
Como siempre interesante. Muéstranos más de España!
ResponderEliminarYo he estado en este pueblecito. Estuve hace unos años. Y te aseguro que es una preciosidad y que sería muy posible que alguien hubiera imaginado una leyenda allí. Eso sí, no puedes imaginar el precipicio que hay justo delante del Salto de la reina mora. Si se tiró desde allí no se salvó. Eso seguro.
ResponderEliminarno me parece muy interesante
ResponderEliminarQué coincidencia, siempre el traidor es un judío. Los cristianos que incendiaron el pueblo y asesinaron hombres, mujeres y niños, una joyita.
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